Seguramente a la mayor parte de nosotros nos sucede que cuando culminamos de comer algo salado, deseamos aunque sea un pequeño dulce después. Siempre dejamos el sabor dulce para el final de una comida y así, ya sea la fruta, un pastel o un helado, cierran la comida de un almuerzo o cena dando origen al efecto postre que a continuación describiremos y aprenderemos cómo controlarlo.
El efecto postre no es más que el resultado de un aprendizaje asociativo que nos lleva a creer, inconscientemente, que si no comemos algo dulce la comida no ha concluido, por eso la necesidad del dulce tras el plato principal de una comida.
Muchas veces, y hasta me animaría a decir la totalidad de las veces, comemos el postre sin tener hambre real, es decir, nuestras necesidades fisiológicas de nutrientes están satisfechas pero nuestros deseos por lo dulce debido al efecto postre nos llevan a comer igual, algo más.
Entonces, el efecto postre puede llevarnos a comer sin hambre y así, sumar calorías innecesarias, por eso es importante desarmar poco a poco este aprendizaje que realizamos desde pequeños, cuando nuestra mamá nos da primero el puré de zapallo y después, el puré de banana.
Para controlarlo lo que podemos hacer es esperar tras ingerir un plato salado al menos una hora, para consumir algo dulce. Además, podemos comer algo dulce primero y después el plato salado, de manera de invertir la secuencia que aprendimos de plato salado primero y por último, lo dulce.
Por supuesto, podemos prescindir del postre y comerlo en otro momento del día, o bien, comer menos de manera de comer con hambre real el plato final de la comida. De esta forma, el efecto postre no nos hará sumar calorías al comer sin hambre.
Imagen | Fernand0
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