Con el paso de los años no sólo nuestro comportamiento ha cambiado para que hoy haya mayores cifras de obesidad que el siglo pasado, sino que también se ha modificado considerablemente el ambiente en el que vivimos. Por eso, hoy se plantea que algunos cambios en el entorno podrían ser la solución. Por ejemplo, una menor temperatura ambiental, quizá podría ayudar a perder peso.
Nuestros antepasados debían enfrentarse en mayor medida a condiciones ambientales adversas, sin tener la ayuda de la tecnología con la que contamos en la actualidad. Y junto con el mayor uso de calefacción y aires acondicionados, hoy tenemos más cifras de sobrepeso y obesidad, pues le quitamos trabajo a nuestro cuerpo para mantener una temperatura adecuada.
Por eso, se platea la hipótesis de que exponer al cuerpo a un ambiente con menor temperatura podría ser de gran ayuda para favorecer la pérdida de peso o al menos, detener el aumento.
Ya se sabe que los escalofríos que se producen en nuestro cuerpo a causa del frío ambiental, incrementan la generación de calor así como el gasto energético. Sin embargo, ¿qué sucedería si la temperatura ambiental bajaría ligeramente y no produciría escalofríos?
Al parecer, si se expone al cuerpo a una temperatura ligeramente baja pero no fría que requiera de escalofríos, aun así se produciría una termogénesis no tiritante (TNT) que implicaría un gasto energético y la continua producción de calor para mantener la temperatura corporal estable.
Así, se sabe que reducir ligeramente la temperatura en la cual trabajamos o permanecemos la mayor parte del tiempo, podría ser de ayuda para incentivar al sistema nervioso simpático e incrementar el gasto energético.
Por supuesto, aun se requieren más estudios, sobre todo a largo plazo, que comprueben los efectos de una menor temperatura ambiental de manera sostenida sobre nuestro cuerpo.
Sin embargo, sí podríamos recomendar no abrigarse en exceso cuando hacemos actividad física como así tampoco, no dejar de exponernos a ambientes de temperaturas bajas templadas, es decir, no abusar de calefacción en nuestra casa para así, aclimatarnos o acostumbrarnos a convivir con temperaturas menores gracias al esfuerzo de nuestro cuerpo.
Si bien queda mucho por saber, es posible que una menor temperatura ambiental colabore con la pérdida de peso o al menos, con el mantenimiento del mismo en el tiempo.
Por lo pronto, debemos seguir dejando en manos del ejercicio físico el gasto calórico diario.
Vía | Trends in Endocrinology and Metabolism xx (2014) 1–3 (pdf) Imagen | Amir Kuckovic
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