Según la OMS, la anemia afecta en todo el mundo a 1620 millones de personas, es decir, a casi un cuarto de toda la población global, especialmente mujeres y niños de corta edad. Esta afección está relacionada, entre otras cosas, con un déficit nutricional.
Aunque también puede presentarse debido a otros problemas, una buena alimentación podría solucionar gran parte de los casos de anemia existentes. Una cuestión importante relacionada con sus consecuencias es que a veces pasan desapercibidas. ¿Cómo la detectamos? ¿Y qué podemos hacer para controlarla? Hoy os contamos un poco más sobre esta condición.
Qué es la anemia
Se conoce con este nombre a una afección física en la que la cantidad de glóbulos rojos, las células más numerosas de la sangre, descienden. En realidad, la anemia se mide en base a la concentración de hemoglobina, el pigmento característico de estas células. La hemoglobina es la encargada del transporte de oxígeno y es la que le da el característico color rojo a las células.
Una menor concentración de hemoglobina supone una menor cantidad de glóbulos rojos y, por tanto, un transporte deficiente de oxígeno. También podría estar relacionado con el transporte de otros nutrientes, debido a la interacción del hierro con otras sustancias y al importante papel que hacen los glóbulos rojos en la movilización sanguínea.
Según el origen de la anemia, esta se clasifica en tres tipos: por trastorno de producción de glóbulos rojos, por pérdida de sangre y por hemólisis (muerte de eritrocitos). En la primera, el problema está en el desarrollo celular, mientras que en la segunda el fallo es fisiológico. La tercera es de carácter metabólico y suele relacionarse con enfermedades de origen genético muy severas.
En este artículo vamos a hablar de las anemias principalmente relacionadas con la nutrición, y suelen manifestarse en la baja producción de eritrocitos (glóbulos rojos), aunque podrían presentar más problemas relacionados con la sangre y el transporte de oxígeno y nutrientes.
Cuáles son las causas de la anemia
Como decíamos, lo que llamamos anemia está causado por la falta de glóbulos rojos, que se asocia con una pérdida de hierro como nutriente, en nuestro organismo. Esto es lo que provoca los síntomas asociados a la anemia y, en el peor de los casos, un cuadro clínico severo. Pero, ¿qué causa estas pérdidas? Esto es mucho más difícil de contestar.
En los casos genéticos, en los que no vamos a profundizar, el fallo está en la síntesis de alguna proteína o componente imprescindible para la creación de eritrocitos debido a un "gen defectuoso", por ejemplo. Estas enfermedades deben ser tratadas por el especialista y tienen pronósticos muy diversos, pero a menudo muy graves.
Algo similar ocurre con las anemias provocadas por la enfermedad, que puede impedir la correcta absorción de hierro o la pérdida sanguínea recurrente. En estos casos, el fallo se puede solucionar parando dicha pérdida, ya que el cuerpo funciona correctamente, formando más y más sangre. Por el contrario, cuando la anemia está producida por un problema de nutrición, el mecanismo que forma estas células no hace su trabajo.
Esto puede deberse a un déficit de hierro, de ácido fólico o de vitamina B12 en la alimentación. Normalmente, solo el déficit de hierro, si no es severo, no suele producir anemia. Según estudios más recientes, la anemia también puede deberse a una falta de ácido ascórbico, piridoxina (vitamina B6) y vitamina A, los cuales actuarían como coadyuvantes, contribuyentes, de la anemia.
Las razones de este déficit pueden ser muchas: mala alimentación, malnutrición, una dieta poco equilibrada, el abuso de ciertas sustancias que impiden la correcta asimilación de nutrientes, etc. Siempre que la anemia tenga su origen en una alimentación inadecuada tendrá una solución "sencilla". En cualquier caso, siempre es conveniente consultar con un especialista que confirme las causas de este problema con un análisis.
Síntomas de la anemia
Dependiendo de su origen, las manifestaciones de la anemia son muy diferentes, y difusas. Incluso con una falta moderada de hierro, una persona podría no notar nada. Los primeros síntomas cursan con cansancio, molestias, malestar general, disminución de la tolerancia al ejercicio, debilidad, palpitaciones, irritabilidad y dolores de cabeza.
También se presenta cierta palidez y efectos cardiovasculares diversos. La anemia suele separarse en tres estadios, todos ellos reflejados en el análisis de hemoglobina: el primero, o inicial, solo cuenta con una reserva de hierro muy baja o inexistente. Aquí todavía se habla de "deficiencia de hierro".
A partir de la segunda etapa, el hierro en el plasma sanguíneo comienza a disminuir, y se detecta en valores de concentración del hierro por debajo de 50 ug/dl (microgramos por decilitro). Comienza a notarse en la síntesis de glóbulos rojos, por lo que se conoce como "deficiencia eritropoyética" (de eritropoyesis, formación de eritrocitos).
En la etapa tres, la anemia en sí, la disminución de glóbulos rojos es patente y tiene consecuencias fisiológicas significativas en el cuerpo. En el peor de los casos, la anemia puede llevar a problemas más graves que pueden ir desde úlceras gangrenosas o al incremento de la malabsorción de nutrientes, lo que empeora la propia anemia. En el caso de un déficit por nutrición, no suelen haber consecuencias extremadamente graves, y hay quien, incluso, suele acomodarse a la situación.
Esto, por supuesto, no es razón para no controlar el estado. En caso de sospechar que sufrimos anemia es conveniente acudir al médico para confirmar el problema y determinar su origen. Si la anemia no fuese debido a una causa pasajera, podríamos enfrentarnos a otros tipos de anemia bastante más graves.
Tratamiento de la anemia
En caso de estar ante una anemia ocasionada por un problema nutricional, la solución es muy sencilla: cambiar de hábitos alimenticios. Lo más común es una dieta rica en hierro, que supla ese déficit. Otro apartado importante es detectar el origen de la anemia. Para esto es necesario acudir al médico, quien identificará dónde se encuentra el problema.
Volviendo al patrón nutricional, podemos adoptar unas pautas dietéticas y nutricionales que nos ayuden a absorber más hierro. Esto nos ayudará a maximizar la eficacia dietética sobre este nutriente, algo muy importante en el deporte. El hierro es vital para un buen rendimiento deportivo. Además de la dieta, también se suelen recomendar preparados de hierro ingeribles, que contienen grandes cantidades de sales de hierro biodisponibles (que pueden ser absorbidas por nuestro cuerpo), aunque estos nos son siempre convenientes.
Cuando la patología se ha vuelto grave, se puede tener que recurrir a una inyección de hierro o, en los peores casos, a una transfusión sanguínea, aunque esto solo ocurre en situaciones muy concretas. En general, con cambios en la alimentación, temporales o continuados en el tiempo, es más que suficiente para solucionar la anemia ligera.
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