Alimentos funcionales que quizá no son tan funcionales

En primer lugar, para poder hablar de los alimentos funcionales hay que conocer qué es exactamente un alimento funcional. Un alimento funcional es aquel al cual se le ha añadido algún elemento para que dicho alimento proporcione o aporte nutricionalmente una propiedad que de forma natural no la posee o la posee en cantidades más bajas.

Por ejemplo, un alimento funcional sería una leche enriquecida en calcio, ya que la leche de por sí contiene vitamina D y calcio, o por ejemplo huevos enriquecidos en ácidos grasos omega 3, ya que los huevos de por sí, aunque nutricionalmente son el alimento más completo que existe, no contienen ácidos grasos omega 3.

Existen en el mercado algunos alimentos como por ejemplo preparados lácteos que presumen de ser ricos en hierro, sin embargo no poseen tanto hierro como pensamos. En este caso particular me he fijado en un preparado que posee 2.1mg/hierro por cada 100ml de leche, es decir, que en un vaso de leche tendríamos unos 5mg de hierro.

Si analizamos otros alimentos naturales que encontramos en cualquier parte, como por ejemplo, hígado de cerdo, cada 100g tenemos 13mg de hierro, incluso en otros alimentos como sardinas, jamón serrano, mejillones o pavo tenemos más cantidad de hierro que en dicha leche.

Lo mismo sucede con algunos alimentos enriquecidos en omega 3. Este mismo preparado lácteo posee 42 mg de EPA y DHA mientras que 100g de salmón contienen 5.175 mg de ác. grasos omega 3, es decir, 123 veces más que en 100 ml de este alimento.

¿Quiero decir con todo esto que los alimentos funcionales son malos? No, no son malos, e incluso en alguna ocasión y circunstancia son muy necesarios para obtener cierto nutriente, pero debemos leer muy bien las etiquetas, analizar nuestra dieta y ver si realmente necesitamos un alimento que suele costar bastante más caro que su versión estándar.

Vía | ScientiaBlog

Imagen | iStockphoto

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