Hablar de aditivos siempre es sinónimo de polémica en el mundo de la alimentación, ya que a menudo se desconocen muchos aspectos que rodean la regulación y el uso de los mismos en los alimentos que consumimos a diario.
En el post de hoy aclararemos muchos de los mitos que rodean a los aditivos, y te explicaremos si su consumo prolongado realmente puede ser peligroso para la salud humana.
¿Qué son los aditivos?
Los aditivos no se consideran ingredientes de los alimentos, sino que son sustancias añadidas intencionalmente —ya sean naturales o artificiales— con una finalidad tecnológica muy concreta, como por ejemplo mejorar el color y aroma del producto, o también alargar su vida útil manteniendo a raya el crecimiento de microorganismos patógenos.
Es importante conocer que, en caso de no detectarse una necesidad tecnológica real en el mercado, el uso de un aditivo jamás será aprobado por la Unión Europea. Por ello, contamos con los conocidos números que acompañan a la letra E, un identificativo europeo para todos aquellos aditivos aprobados y con garantías en lo que a seguridad alimentaria se refiere.
Todos los aditivos son seguros en las dosis suministradas
A pesar de lo que muchos creen, los aditivos son sustancias estudiadas minuciosamente durante el transcurso de los años. Es más, aunque ya hayan sido aprobados, los aditivos cuentan con re-evaluaciones periódicas por parte de la EFSA, Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, que sirven para comprobar que su seguridad siga manteniéndose en base a las últimas evidencias científicas.
Algunos aditivos cuentan con un parámetro llamado IDA o ingesta diaria admisible. Esta cifra hace referencia a la cantidad máxima diaria de una sustancia que puede consumir una persona durante toda su vida sin que se produzcan síntomas adversos en su salud.
Esta IDA suele calcularse según estudios científicos realizados en animales, y además cuenta con un factor de seguridad de 100 veces que otorga una capa extra de seguridad alimentaria al aditivo en cuestión.
En un ejemplo muy sencillo, esto quiere decir que si la evidencia científica muestra que la cantidad máxima que puede consumirse sin problemas de aspartamo es de 4000 mg/kg de peso corporal, la IDA queda establecida en 40 mg/kg, otorgando una seguridad mucho más elevada al aditivo.
Este tipo de límites nos permite establecer una cantidad segura para el consumo del aditivos sin que este llegue a ser potencialmente peligroso para la salud a largo plazo. Por ello, podemos estar tranquilos en lo que al consumo de aditivos se refiere.
Sabemos que son seguros, ¿pero los necesitamos todos?
Una vez aclarado que todos los aditivos son seguros, debemos plantearnos si realmente los necesitamos incluir en nuestra alimentación de forma recurrente.
Dentro de las distintas categorías de aditivos, encontramos, por ejemplo, en los colorantes, edulcorantes y aromas, sustancias que únicamente sirven para mejorar las características organolépticas del producto —es decir, su color, sabor y aroma—. Este tipo de mejoras, a pesar de que ayudan a mejorar la imagen del producto de cara al consumidor, podrían considerarse como algo prescindible.
Por otro lado, encontramos aditivos como los conservantes y antioxidantes cuyo propósito es alargar la vida útil del alimento, es decir, su duración. Además, en algunos casos estos aditivos previenen el crecimiento de ciertas especies bacterianas patógenas que podrían provocarnos graves intoxicaciones alimentarias. Por ello, poner en duda la utilidad de todos los aditivos en conjunto es un error bastante grave.
¿Existen aditivos controvertidos?
El término 'controvertido' quizá no sea demasiado fiel a la situación real que acompaña a ciertos aditivos que en los últimos años han generado dudas a la comunidad científica. Decir que un aditivo es 'controvertido' crea en el consumidor una falsa sensación de preocupación por el aditivo que en absoluto se corresponde con la realidad. En cualquier caso, podríamos hablar de aditivos polémicos en relación a su mala imagen en los medios de comunicación, pero en ningún caso en lo que respecta a la seguridad alimentaria.
Por ejemplo, en el caso de algunos edulcorantes, cada vez existen más estudios que vinculan su consumo prolongado con problemas en nuestra microbiota. Sin embargo, esta relación todavía no está clara. De hecho, el consumo de edulcorantes puede ser una buena alternativa al azúcar, sobre todo en estrategias dietéticas que necesiten de una reducción paulatina del mismo azúcar. Aún así, los edulcorantes cumplen con una función prescindible dentro de la gama de aditivos —solo sirven para mejorar el sabor—, por lo que su uso es bastante discutible, aunque no controvertido en cuanto a su seguridad alimentaria.
También encontramos ciertas dudas en el uso de los nitritos y nitratos —pertenecientes a la categoría de los conservadores— para alargar la duración de algunos alimentos, como por ejemplo derivados cárnicos. Estos aditivos son eficaces para frenar el crecimiento de Clostridium botulinum, una terrible bacteria capaz de producir una de las toxinas más potentes que se conocen en la naturaleza, la toxina botulínica.
Sabemos que esta toxina es ampliamente utilizada en el mundo de la cosmética, pero ingerida a través de alimentos contaminados puede llegar a hacernos enfermar gravemente, contrayendo botulismo. Esta enfermedad se produce generalmente por el consumo de conservas en mal estado que presentan hinchazón o abolladuras en su envase. Por ello, si te encuentras con alguna conserva con estas características, lo mejor será tirarla a la basura.
Los aditivos no son el problema
Teniendo en cuenta la amplia presencia de ultraprocesados en los lineales de los supermercados, que están elaborados con materias primas de pésima calidad, parece demasiado simple culpar únicamente a los aditivos de todos los problemas de salud que sufre la población mundial relacionados con una mala alimentación.
Por desgracia, existe una tendencia ascendente en el mundo de la alimentación que consiste en cuestionar todo aquel producto o ingrediente que no sea natural y que desprenda cierta relación con lo químico o artificial. A esto se le conoce por quimiofobia, y es uno de los mayores problemas actuales que ayudan a propagar falsas creencias en torno al consumo de aditivos.
Debemos prestar mucha más atención a la calidad nutricional de los productos que consumimos, priorizando en la medida de lo posible alimentos frescos o mínimamente procesados, y no preocuparnos tanto por un grupo de compuestos que cuentan con un fuerte respaldo científico a sus espaldas en lo que a seguridad alimentaria se refiere.
En Vitónica | Aditivos alimentarios: qué son exactamente y cómo se regula su uso
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