Los aceites son cuerpos grasos que solemos emplear para condimentar o para cocinar (o bien darle otros usos no culinarios). Dado que disponemos de variadas opciones, te mostramos los diferentes tipos de aceites que puedes encontrar en el supermercado y cómo puedes usarlos en la cocina.
Aunque todos los aceites son 99,9% grasas, la calidad de las mismas puede diferir de uno a otro así como los los micronutrientes y otras sustancias que pueden incrementar las propiedades de estos cuerpos grasos.
Aceite de oliva
El aceite de oliva es un ingrediente de producción local y propio de la dieta mediterránea. Encontramos el aceite de oliva refinado y el aceite de oliva virgen o virgen extra, siendo esta última opción también denominada AOVE la más recomendable.
El aceite de oliva virgen extra es rico en grasas monoinsaturadas pero posee una mayor cantidad de ácidos grasos poliinsaturados como es el ácido alfa linolénico que nuestro cuerpo no puede producir. Pero también, es rico en compuestos fenólicos con efecto antiinflamatorio y antioxidante, y posee más vitamina E.
En la cocina, podemos usar aceite de oliva extra virgen para preparar diferentes aliños o salsas, así como también, para la elaboración de bizcochos, galletas, salteados, guisados o estofados y muchos otros platos más.
Aceite de girasol
El aceite de girasol deriva de una semilla oleosa y por eso, es un aceite de sabor neutro con un predominio de grasas poliinsaturadas o esenciales para el organismo.
Además, es un aceite rico en vitamina E con función antioxidante pero con bajo contenido en compuestos fenólicos a diferencia del aceite de oliva extra virgen.
Asimismo, es un aceite que soporta bien las altas temperaturas por lo que es recomendable para freír, ya que durante este proceso sus grasas pueden resistir mejor los cambios y así, evitaremos desde la formación de grasas trans hasta sustancias tóxicas.
Recomendamos usarlo para condimentar en crudo, para elaborar salsas como una mayonesa o bien, para postres y platos dulces en los que se requiere un cuerpo graso sin sabor marcado.
Aceite de maíz
El aceite de maíz deriva de un cereal y por lo tanto, predominan en el mismo grasas insaturadas, sobre todo, ácidos grasos poliinsaturados y uno de los que más fitoesteroles concentra.
Es un aceite que ofrece una cantidad apreciable de vitamina E y de sabor neutro. Su punto de humeo o a partir del cual sus grasas pueden comenzar a modificarse es de 180 a 200 grados, por lo tanto, es un aceite que recomendamos emplear para condimentar, en crudo, aunque en cocciones cortas también es posible su uso.
Así, podemos preparar desde un aliño hasta un cerdo agridulce o una ensalada con ingredientes de sabor acentuado.
Aceite de soja
El aceite de soja deriva de una legumbre oleosa y en su interior predominan las grasas insaturadas, sobre todo, los ácidos grasos poliinsaturados.
Tiene un sabor acentuado y si bien soporta temperaturas elevadas, siempre es desaconsejable su uso en cocciones de larga duración o con temperaturas superiores a los 200°C como son por ejemplo, en horno fuerte o frituras.
Podemos usar aceite de soja para condimentar una ensalada de estilo asiático u otro plato en el cual la soja se encuentre presente como pueden ser unos tacos vegetarianos.
Aceite de colza o canola
Aunque debido a una versión adulterada este aceite tiene mala fama, la realidad es que se trata de un aceite de muy buena calidad nutricional, rico en omega 3. Particularmente posee ácido alfa linolénico o ALA que nuestro cuerpo no puede producir por lo que es fuente de grasas esenciales.
Es de sabor neutro y tiene un punto de humeo elevado, lo que se traduce en una gran resistencia a altas temperaturas. Así, con aceite de colza o de canola podemos cocinar sin inconveniente o usarlo para aliñar todo tipo de preparaciones tal como si de cualquier otro aceite se tratase.
Aceite de coco
A diferencia de la mayor parte de los aceites vegetales, el aceite de coco es 90% grasas saturadas. Sin embargo, aunque no son las grasas más saludables, el aceite de coco no es un veneno.
Los ácidos grasos saturados se han desvinculado de los problemas de salud cardiovascular que se le atribuían años atrás.
Es un aceite espeso y muchas veces sólido a temperatura ambiente por lo que puede usarse en reemplazo de mantequilla para elaborar variados platos como unas galletas veganas, unos crêpes o bien, una crema dulce muy sabrosa e ideal como postre.
Aceite de semilla de uva
Es una de las opciones con mejor perfil de grasas, ya que posee un bajo contenido de grasas saturadas y más ácidos grasos poliinsaturadas que otras alternativas.
Asimismo es uno de los aceites con más polifenoles con efecto antioxidante y rico en vitamina E. Su punto de humeo es muy elevado por lo que aun en cocciones de larga duración y alta temperatura este aceite conserva su perfil de grasas intacto.
Entonces, con aceite de semilla de uva podemos condimentar, aunque el sabor es intenso y muy semejante al vino tinto, o bien, elaborar salsas para carnes o salteados y otras cocciones en las que su sabor quede a la perfección.
Aceite de hígado de bacalao
Todos los aceites antes mencionados son de origen vegetal, por lo que no tienen colesterol en su interior. En este caso, el aceite de hígado de bacalao si ofrece este lípido en proporciones de 650 mg por cada 100 ml.
Es una opción rica en omega 3, sobre todo en ácido docosahexanoico y eicosapentanoico (DHA y EPA) y que aporta vitamina D y A que los aceites antes mencionados no poseen.
Es de sabor intenso y se utiliza poco para cocinar pero podríamos emplearlos en platos con pescado en los que su sabor queda bien junto a los demás ingredientes.
Estos son los aceites que con mayor frecuencia encontramos en el supermercado, sus propiedades y posibles usos.
Imagen | Pixabay
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