El sobrepeso y la obesidad, definidos por la Organización Mundial de la Salud como "una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para nuestra salud", afectaban ya en 2014 al 39% y 13% de las personas adultas, respectivamente. Ambas condiciones tienen un origen multifactorial y entre estos factores que las favorecen se encuentra el ambiente obesogénico.
El ambiente obesogénico es la suma de factores externos, como la industrialización, el fácil acceso a la comida o el sedentarismo, que han favorecido a lo largo de las últimas décadas (y lo siguen haciendo) la creciente tasa de sobrepeso y obesidad. Analizamos algunos de los factores más importantes que forman parte de este fenómeno.
El fácil acceso a la comida... basura
A priori el fácil acceso a la comida (ya no tenemos que "cazar nuestra cena" ni cultivar nuestras propias verduras en nuestro huerto), consecuencia de la industrialización, es algo muy favorable de cara a nuestra calidad de vida. Esto sería sin duda así si este sencillo acceso se limitara a los alimentos y no a los productos altamente procesados.
La oferta nutricional que tenemos más a mano en supermercados y tiendas suele ser bastante deficiente y al mismo tiempo muy barata, de modo que es muy sencillo acceder a alimentos procesados que no realizan un buen aporte de nutrientes para nuestro organismo. Muchos profesionales coinciden en que el problema no es que los alimentos sean caros, sino que la comida basura es muy barata y accesible para todos.
A la escasa educación nutricional de la población hay que sumarle además todos los estímulos que recibimos y que nos motivan a realizar opciones de compra poco sanas en materia de comida: mirad el próximo bloque de anuncios que salga en la televisión y contad cuántos de ellos se corresponden a productos de comida basura o con un aporte cuestionable de nutrientes (sobre todo dirigidos a los niños) y cuántos estás dedicados a alimentos.
La falta de actividad física diaria
No nos referimos a dedicar 30 o 60 minutos al día a ejercitarnos en el gimnasio o a salir a correr (eso podríamos considerarlo como actividad deportiva), sino a los desplazamientos que realizamos a lo largo del día, que generalmente realizamos en medios de transporte motorizados (bien en coches o motos particulares o bien en transporte público). Incluso al uso excesivo de elementos facilitadores como las escaleras mecánicas o los ascensores que, si bien en su justa medida son beneficiosos y necesarios para muchas personas, para otras no hacen sino agravar su sedentarismo.
Si a esto le sumamos un ambiente laboral sedentario en el que pasamos unas ocho horas diarias delante de la pantalla del ordenador, y le añadimos las horas que pasamos en casa sentados delante de la televisión, tenemos un cocktail demoledor para nuestra salud.
En el caso de los niños, estos se ven afectados también por los horarios de trabajo de sus padres: unos padres ocupados o con horarios de trabajo que les mantienen en su puesto hasta entrada la tarde suele traducirse en niños centrados en actividades dentro de casa, ahora más que nunca facilitadas por las videoconsolas, las tabletas o los ordenadores.
¿Es posible controlar el ambiente obesogénico?
Estos factores externos son controlables solo hasta cierto punto por los individuos y, para que estos cambiaran deberían tomarse medidas sociales: algunas medidas, como gravar con impuestos las bebidas azucaradas o incentivar el hecho de acudir al trabajo en bicicleta, ya se están tomando en otros países.
Controlar la publicidad de productos poco saludables al menos en horario infantil, mejorar la información nutricional de la población, reajustar los horarios de trabajo y mejorar los hábitos alimenticios de la población son medidas difíciles de llevar a cabo pero que podrían mejorar la salud de todos nosotros y facilitarnos el paso hacia una vida más saludable.
Imágenes | iStock
En Vitónica | Cómo la obesidad afecta al cerebro
Ver todos los comentarios en https://www.vitonica.com
VER 2 Comentarios