Con bastante frecuencia, solemos recibir noticias a través de los medios de comunicación relacionadas con distintos fraudes alimentarios.
Estos fraudes no necesariamente tienen que poner en riesgo la salud del consumidor, sin embargo constituyen un engaño que las autoridades sanitarias competentes no pueden dejar pasar bajo ningún concepto.
En el post de hoy te contamos en detalle qué es exactamente un fraude alimentario y si realmente suceden con tanta frecuencia como solemos creer.
¿Realmente suceden de forma tan frecuente?
Las noticias que percibimos a través de los medios de comunicación suele influir notablemente en nuestra percepción de los fallos sobre seguridad alimentaria que ocurren en la industria.
Sin embargo, estos fallos constituyen una parte ínfima de todo el volumen de trabajo que se realiza por parte de todo el tejido empresarial dedicado a la alimentación en nuestro país. Y, por supuesto, esto no tiene tanto peso ni relevancia en la opinión pública.
Qué entendemos por fraude alimentario
Al escuchar la palabra 'fraude', seguramente no tengamos problemas para entender su significado y extrapolarlo al mundo de la alimentación.
Un fraude constituye un engaño o una adulteración del alimento que modifica su naturaleza esperada, de forma que puede dar lugar a una pérdida de la calidad entendida en sus múltiples acepciones: organoléptica, nutricional, de seguridad, o incluso a nivel económico.
Antiguamente, era bastante habitual mezclar la leche con agua, para así abaratar el coste y conseguir mayores beneficios. Esta práctica actualmente está prohibida por la legislación, y en efecto constituye un fraude alimentario en toda regla. Sin embargo, en sí mismo no supone un problema para la salud —siempre y cuando consideremos que el agua utilizada es potable, por supuesto—.
La mayoría de fraudes alimentarios que conocemos en la actualidad se basan en un engaño relacionado con el ahorro de costes económicos, como por ejemplo la sustitución de una especie animal o ingrediente por otro mucho más barato o que directamente no está declarado en el etiquetado.
Un fraude no tiene por qué poner en riesgo la salud
A pesar de identificar fácilmente cuáles son los problemas reales que plantea el fraude alimentario en nuestro sistema de consumo, encontramos algunas variantes en relación a su significado.
De hecho, la concepción del fraude alimentario es mucho más amplia de la que probablemente percibamos a través de los medios de comunicación, no teniendo por qué entrañar por definición un problema hacia la salud.
Esto por supuesto no reduce el problema del fraude alimentario, ya que puede suponer una pérdida de recursos enorme. Es más, en la propia industria alimentaria existen protocolos encaminados a detectar estos fraudes desde la raíz, ampliando muchísimo más el concepto.
Food Defense en la industria alimentaria
'Food Defense' es un sistema de medidas y protocolos establecido a través de varias normas de calidad dentro de la industria, como por ejemplo BRC, que consiste en una defensa contra el fraude alimentario.
Estas medidas van encaminadas en vigilar la protección de alimentos contra la contaminación intencional o la adulteración por agentes biológicos, químicos, físicos o radiológicos introducidos con el propósito de causar daño. Esto podría producirse mediante un sabotaje interno de la propia empresa —por ejemplo, mediante un trabajador descontento que coloque una pieza de plástico o metal en la cinta de— o bien desde otras empresas de la competencia.
Fraude no tiene por qué significar lo mismo que alerta o intoxicación alimentaria
Por ejemplo, un fraude alimentario podría ser el conocido caso de la carne de caballo, donde algunos productos tipo lasañas, raviolli y tortellini contenían esta especie no declarada en lugar de vacuno.
Por otro lado, encontramos como ejemplo de alerta sanitaria un aviso de AESAN referente a presencia de alérgenos no declarados, concretamente leche, soja y frutos secos, en un sucedáneo de chocolate.
En casos como este, detectamos posibles negligencias o errores de etiquetado que no suelen tener una intención maligna por parte de quien los comete. Sin embargo, no dejan de ser problemas sanitarios que deben tomarse muy en serio por su gravedad en ciertos colectivos de la población.
Sin embargo, una alerta alimentaria también puede desembocar en un brote de intoxicación alimentaria, sobre todo cuando hablamos de agentes biológicos implicados en la alerta, como virus y bacterias patógenos, o de malas prácticas durante la conservación del alimento, algo bastante frecuente en fraudes relacionados con una venta ilegal.
Estos fueron los casos del reciente brote de listeriosis en Andalucía por el consumo de carne mechada o del fraude del atún rojo que Alberto Chicote denunció en su programa de televisión.
¿Cómo se gestionan las alertas alimentarias?
Cuando existe algún fallo de seguridad alimentaria, AESAN recibe avisos por parte de la Comunidad Autónoma correspondiente a través del llamado Sistema Coordinado de Intercambio Rápido de Información (SCIRI).
Una vez recibida dicha información y localizados los lotes implicados gracias a la trazabilidad, se procede a la retirada de los productos que ya hayan sido distribuidos a supermercados y demás comercios.
Realmente, la mayoría de casos se detectan mucho antes de llegar a este punto, por lo que ni tan siquiera llega a producirse la alerta alimentaria. Para ello, existen infinidad de controles por parte de las industrias que garantizan el mantenimiento de la seguridad alimentaria. A pesar de ello, pueden existir errores y empresas que no cumplan como deberían todos estos protocolos.
Es imposible controlarlo todo
Para las autoridades sanitarias competentes, es prácticamente imposible dedicar tiempo y recursos a controlar todas y cada una de las empresas dedicadas al sector alimentario.
Por ello, según la legislación debe ser la propia empresa quien garantice que sus productos son seguros y cumplen con todos los requisitos antes de ser puestos a la venta.
Obviamente, existen controles regulares por parte de Sanidad, pero no son tan frecuentes como nos pensamos. La propia empresa debe contar con sus análisis internos y sistemas de seguridad alimentaria como el APPCC para garantizar la inocuidad de sus productos. Solamente de esta forma es posible reaccionar de forma eficaz cuando existe un fallo, solucionándolo en el menor tiempo posible.
Por ello, podemos concluir que los casos que llegan a la prensa no representan un porcentaje significativo de la seguridad alimentaria global que se tiene en la industria alimentaria. Podemos comer tranquilos, en España contamos con uno de los mejores sistemas de seguridad alimentaria del mundo.
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