Guardar la fruta en la nevera no siempre es buena idea. Estas son las frutas que debes guardar en el frutero

Escoger dónde almacenar una fruta es una cuestión más trascendental de lo que podría parecer. El motivo es que dicha elección puede condicionar soberanamente el tiempo de conservación de la fruta, echándola a perder antes de la cuenta si escogemos el lugar erróneo. De esta forma, entender cómo funciona la maduración de las frutas nos puede ayudar a escoger el mejor lugar para almacenar nuestra fruta favorita tras su compra en el mercado y supermercado.

Antes de empezar debemos saber que no todas las frutas maduran igual. Algunas de ellas finalizan su maduración tras ser cortadas del árbol, mientras que otras continúan madurando tras la recolección. Esto determina que sus condiciones de almacenamiento posteriores en casa sean bastante diferentes. Pero, para comprender todo mejor, primero debemos entender qué es la maduración de las frutas.

¿Qué es la maduración de las frutas?

Podemos entender la maduración como un conjunto de cambios físicos y organolépticos que experimenta una fruta con el paso del tiempo. Dichas modificaciones influyen en su sabor, haciendo que la fruta sea más dulce y apetecible. Dentro de estos cambios se produce una pérdida de la clorofila que otorga el color verde, para dar paso a otros pigmentos como los carotenoides responsables de tonos más anaranjados.

Además, el proceso de maduración también hace que la fruta sea más digerible para el ser humano. Esto sucede porque las fibras como pectinas y celulosa que forman parte de las paredes celulares de la fruta se ablandan. También se produce una degradación del almidón, que da paso a azúcares más simples junto a la síntesis de ácidos orgánicos y compuestos volátiles responsables de ciertos aromas apetecibles.

El etileno es la hormona responsable de dicha maduración, así como de otros muchos cambios en las plantas. Podríamos decir que es uno de los ejes principales de la maduración de las frutas. Esta hormona se encuentra en estado gaseoso, y se sintetiza por la propia planta a partir del aminoácido metionina. Cuando la fruta madura se dispara la respiración de los frutos, y con ello la síntesis de etileno.

Frutas climatéricas: aquellas que siguen madurando

De esta forma, encontramos como frutas climatéricas aquellas que siguen madurando después de haber sido recogidas del árbol. Dentro de este grupo encontramos a los plátanos, aguacates, manzanas, peras o tomates, entre otros muchos ejemplos.

Que estos frutos maduren tras su recolección implica ciertas consideraciones a la hora de almacenarlos en casa. Principalmente, porque la producción de etileno que acompaña al proceso de maduración puede intervenir en la maduración de otros frutos. Por eso mismo, si almacenamos frutas climatéricas junto a las no climatéricas corremos el riesgo de acelerar en exceso la maduración de estas últimas y que se echen a perder de forma prematura.  Por ello no es recomendable que las frutas climatéricas y no climatéricas compartan el mismo espacio.

De esta forma, el mejor lugar para almacenar las frutas climatéricas es el archiconocido frutero. Sí, a temperatura ambiente. Este punto también es importante, ya que la temperatura puede interferir con el proceso de maduración de las frutas. ¿Alguna vez has metido un plátano en la nevera y has visto como se ponía negrísimo? Aquí está la respuesta. Las frutas climatéricas no se llevan bien con el frío. Así que la mejor opción es almacenarlas a temperatura ambiente, en un entorno fresco y aireado.

Si almacenamos frutas climatéricas juntas entre sí —por ejemplo, plátanos con manzanas— también se producirá una sinergia entre ambas maduraciones: una fruta intervendrá en la maduración de la otra, y viceversa. Podemos usar esto a nuestro favor para jugar con el estado de maduración y acelerar el de aquellas frutas que estén muy verdes, por ejemplo. Así podrás controlar esta fantasía frutícola.

Frutas no climatéricas: ya no maduran

Finalmente y en contraposición, encontramos en el grupo de las frutas no climatéricas aquellas que frenan su maduración después de haber sido arrancadas del árbol. Generalmente estas frutas suelen ser más sensibles a los cambios de temperatura y tienen una menor vida útil, por lo que la recomendación general es almacenarlas en el frigorífico.

Ejemplos de frutas no climatéricas son las cerezas, uvas, fresas, arándanos, frambuesas y también cítricos como el limón o la naranja. Estos últimos pueden aguantar bien en el frutero a temperatura ambiente, pero recuerda mantenerlos separados de las frutas climatéricas para evitar que su maduración se vea acelerada como comentábamos previamente.

Por último, cuando partimos una fruta por la mitad o la troceamos estamos rompiendo el envoltorio natural que la protegía. De esta forma, la fruta queda expuesta a microorganismos alterantes y factores ambientales como la luz, oxígeno o humedad que pueden alterar notablemente sus propiedades y mermar la vida útil del producto. En este sentido, da igual si una fruta es climatérica o no: si la hemos cortado, siempre debe almacenarse en el frigorífico a temperaturas cercanas a los 4ºC para no llevarnos ningún susto relacionado con microbios.

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