Hay muchas cosas todavía que la ciencia de la nutrición no tiene completamente claras. En un aspecto de la salud con tantas influencias y efectos es complicado aislar los distintos componentes de una dieta y delimitar con precisión sus repercusiones sobre la salud.
Esto está detrás de muchos aparentes bandazos que dan las recomendaciones nutricionales. Donde antes había un rechazo total a las grasas, ahora lo hay a los carbohidratos simples, básicamente los azúcares añadidos y las harinas procesadas. Cada vez hay más evidencias de los efectos perjudiciales de estos para la salud, pero siguen sin estar claros cuáles son los porcentajes más saludables de cada tipo nutriente en nuestra dieta y cuáles son sus efectos precisos.
En un artículo publicado esta semana en la revista Science, los científicos participantes ponían de relieve cuáles son las dudas que aun nos quedan por solventar en este área. Les dedicamos este artículo. Pero también recogían los 9 puntos en los que sí existe un consenso científico amplio, esas cuestiones que sí parecen estar claras sobre la disyuntiva entre grasas y carbohidratos.
En lo que sí existe consenso
Si ponemos la atención en la calidad de los nutrientes, se puede conseguir un buen estado de salud y un bajo riesgo de enfermedades crónicas siguiendo dietas con distintos porcentajes de grasas y de carbohidratos.
Sustituyendo grasas saturadas con grasas insaturadas se consiguen beneficios para la salud de la población general. Las grasas insaturadas de origen industrial, las llamadas grasas trans, han demostrado ser dañinas y deben eliminarse (aquí os dimos algunos consejos para conseguirlo).
Sustituyendo los carbohidratos altamente procesados (incluidos cereales refinados, azúcares añadidos y productos derivados de la patata) con hidratos menos procesados (frutas, legumbres, cereales poco refinados) también se consiguen beneficios para la salud de la población general.
Algunos factores biológicos afectan a la respuesta ante dietas con distinta composición nutricional. Las personas con una sensibilidad normal a la insulina responden bien a dietas con grandes diferencias en los porcentajes de grasas y de hidratos, pero las personas con resistencia a la insulina o intolerancia a la glucosa pueden beneficiarse más de una dieta baja en hidratos de carbono y alta en grasas que al revés.
Las dietas cetogénicas pueden suponer algunos beneficios para algunas personas que no metabolizan los carbohidratos de forma normal, pero es una posibilidad que aun requiere estudios a largo plazo.
Una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas que esté bien formulada no requiere altos aportes de proteína o productos animales. Las grasas necesarias pueden proceder de plantas, como los frutos secos, las semillas, los aguacates, las aceitunas, etc.
- Existe un amplio consenso sobre los componentes fundamentales de una dieta sana y cómo deben servir para tomar decisiones a nivel político, clínico e individual. Sin embargo, existe consenso también en que todavía no hay suficiente consenso. Sigue habiendo preguntas relevantes sobre la relación entre la dieta y las enfermedades crónicas que no tienen respuesta.
Por este último punto, los autores concluyen que el consenso general se extiende a lo siguiente: "Una mayor inversión en investigación de la nutrición debería convertirse en una prioridad".
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En Vitónica | Grasas vs. carbohidratos: las nueve cuestiones que la ciencia todavía no sabe responder
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