La castaña asada, el olor del invierno

La castaña es típica del otoño-invierno, de hecho el olor de la castaña asada se asocia con el frío, es uno de los frutos secos con menos aporte de calorías y mayor cantidad de hidratos de carbono. Antes del siglo XVI se consumía asada, seca o en harina, es por esa época que empieza a consumirse la patata y el maíz, pierde un poco su protagonismo para pasar a ser consumida asada, cocida o dando un toque especial a nuestros platos.

Para cocinarlas debemos quitar la piel de fuera hirviéndolas al menos media hora. Se pueden incorporar a guisos, asados o estofados o comerlas en puré o cremas para untar en pan, hirviendo las castañas y aplastando hasta tener una pasta uniforme a la que puedes añadir leche o azúcar. Con las castañas se elabora el postre francés “ marron glacé” que se hace con clara de huevo y castañas que se pelan, confitan y glasean. También se puede incorporar a las distintas compotas de frutas dandoles un toque muy especial.

La castaña encierra un grado medio de dificultad para pelarla aunque siempre hay trucos para hacer más fácil esta operación, como introducirlas en agua caliente durante al menos quince minutos con un corte en forma de cruz en su piel, secarlas e introducirlas en el horno alrededor de un minuto hasta que la cascara se curva.

Contienen un 50% de agua, mucha fibra, hidratos de carbono como hemos dicho, un poco de azúcar y pocas calorías. Además contienen antioxidantes, ácido fólico, magnesio, fosforo, calcio, hierro, potasio y vitaminas B3 y E.

Son propicias para la memoria, el estrés, la depresión, tránsito intestinal y por su contenido en hierro también son óptimas para la anemia.
Los diabéticos deben consumirlas moderadamente.

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