El calcio es el constituyente fundamental de los dientes y de los huesos, y el mineral más abundante del organismo humano. Este mineral no sólo hace que el esqueleto esté sano y fuerte, sino que también contribuye al desarrollo de otras importantes funciones, como la contracción de los músculos y la actividad cardíaca.
Por ello, es importante que la cantidad de calcio presente en la sangre, denominada calcemia, siempre se mantenga más o menos constante. Es importante evitar que el organismo recurra al calcio de los huesos, para no correr el riesgo de empobrecerlo y descalcificándose.
Pero no es difícil garantizar al organismo la cantidad de calcio diaria que necesita: la leche y sus derivados son alimentos muy ricos en este mineral y un buen desayuno a base de leche o de yogur es garantía de salud.
También el queso es una excelente fuente de calcio; incluso lo contiene en cantidad concentrada respecto a la leche, y de una forma que se asimila fácilmente. Sin embargo, aunque tenga un alto contenido en calcio, el queso proporciona muchas grasas, y por tanto, no conviene abusar.
Existen otros alimentos que ofrecen gran cantidad de calcio, cuyo consumo ayuda a cubrir la necesidad del mismo de una forma equilibrada y sin sobrepasar el umbral de las calorías. Aquí encontramos a las espinacas, la col, las alcachofas o la lechuga, que se encuentran entre los vegetales más ricos en este mineral, así como las legumbres, los frutos secos (sobretodo las almendaras y las nueces) y los productos pesqueros.
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