Los primeros años tienen un peso fundamental en nuestras costumbres alimenticias y un buen inicio en esos años, es fundamental para tener una alimentación adecuada en la madurez. Los niños pequeños, sujetos a determinados gustos (hamburguesas, patatas, fritos en general), suelen evitar otros platos más saludables, (verduras, pescados, hortalizas) que conducen a carencias de nutrientes esenciales.
Una investigación afirma que la preferencia de los niños hacia un alimento determinado depende de los gustos de la madre si este ha tomado el pecho y ha estado expuesto a lo que agrada a la madre a través del líquido amniótico antes de nacer y de la leche en la lactancia.
Para muchos padres es un auténtico dolor de cabeza dar de comer, de forma habitual, verduras y frutas a sus hijos. Estos alimentos están relacionados con la reducción de los niveles de obesidad y algunos cánceres, con lo que su potenciación es básica. El mejor vaticinador de la cantidad de frutas y verduras que comen los niños es si les gusta el sabor de dichos alimentos. Por tanto, si se puede educar a los niños a valorar positivamente estos gustos iniciando desde los primeros años de vida una alimentación saludable.
El estudio consistió en un experimento en el que dividiendo en dos grupos a niños de cortas edades, les alimentaron de dos formas, a uno alimentado con judías verdes y el otro con judías verdes y melocotones. Se constató que la ingesta de fruta en el grupo con melocotón era mucho mayor que la de verduras, diferencia que se acrecentaba si eran amamantados y, además, a sus madres les gustaba la fruta. Este resultado sugiere que la mayor aceptación del melocotón podría atribuirse a la exposición previa al sabor de la fruta con la lactancia.
La ingesta de verduras fue bastante inferior a la de melocotón. Además, la mayoría de niños entrecerraban los ojos, fruncían el ceño o hacían una mueca con los labios. Asimismo, no hubo diferencias de cantidades entre los niños que, o bien habían recibido lactancia materna, o bien fórmula. Sin embargo, ambos grupos de madres confesaron no comer de forma frecuente verduras. Manifestaron incluso tomarlas por debajo de los niveles recomendados. Ocho días más de ingesta continuada de verdura por parte de los niños les llevó, sin embargo, a aceptarla en tres veces más.
La cuestión es ahora conocer hasta qué punto la insistencia en que los niños coman verdura se llama simplemente educación alimentaria o gusto hereditario. De forma innata, los niños expresan facialmente el disgusto hacia el mismo, y los padres declinan a menudo el intento.
La lactancia materna confiere una ventaja inicial en la aceptación de ciertos alimentos. La experta aconseja, por tanto, consumir habitualmente verduras y frutas tanto en el embarazo como en la lactancia para así familiarizar al hijo con el sabor. Una vez termina la lactancia, se debe seguir trabajando, exponiendo al niño al mismo alimento para que pueda aprender a valorar positivamente su sabor.
Via: Revista Pediatrics