Por qué los números E no son el demonio, y por qué seguro no es lo mismo que saludable

Si eres un consumidor espabilado y te has leído este artículo en el que te explicábamos en qué debes fijarte cuando te lees las etiquetas nutricionales de los alimentos, es probable que cuando compras algo antes haya debido pasar un estricto examen.

Ni azúcares añadidos, ni grasas saturadas, ni demasiada sal, ni aditivos... Un momento, frena el carro. Sí, desde luego que es mejor comer alimentos poco procesados, pero tampoco es cuestión de pensar que los números E son el demonio, sustancias químicas fabricadas en un laboratorio para preservar los alimentos a costa de nuestra salud. Nada de todo eso es verdad.

De hecho, los aditivos llevan siglos utilizándose: los egipcios ya utilizaban colorantes para que los alimentos tuviesen mejor aspecto, y los romanos empleaban conservantes (salmuera, es decir, nitrato potásico) para que durasen más.

Pero sobre todo, hay que quitarse de la cabeza la idea de que los aditivos son complejas sustancias químicas sintéticas, porque no siempre lo son: la levadura en polvo, la maicena, o la cochinilla (un colorante rojizo muy utilizado en el pasado) son también aditivos y son de origen natural.

¿Qué son los números E?

Los números E se utilizan para dar una nomenclatura unificada a los aditivos en todo el territorio de la Unión Europea. Para que un aditivo se pueda utilizar dentro de la UE debe haberse sometido a los controles sanitarios necesarios y haber recibido ese número E que lo identifica como seguro.

Para que un aditivo se pueda utilizar dentro de la UE debe haberse sometido a los **ntroles sanitarios necesarios y haber recibido ese número E que lo identifica como seguro

Eso debe demostrarse aportando los estudios científicos correspondientes, y junto con su número, cada aditivo está marcado por la cantidad de él que se puede utilizar de forma que siga siendo seguro. Algunas sustancias resultan inocuas incluso en grandes cantidades, por lo que no está marcada la cantidad máxima en la que son seguras.

Para ser aprobados, todos los aditivos deben cumplir tres características: que su uso sea seguro, que su eficacia se haya demostrado (que no se añadan simplemente porque sí) y que no induzcan a error, haciendo que el alimento al que se añaden parezca tener unas propiedades que no tiene.

Cuando todo se ha cumplido se les otorga ese número E que no solo indica que han sido aprobados y que son seguros, sino que además permite identificarlos en todos los estados miembros, se hable el idioma que se hable.

Aditivos de origen natural

¿Qué suena mejor, E-300 o ácido ascórbico? ¿Y si lo llamamos vitamina C? Porque las tres cosas son exactamente lo mismo. La vitamina C es un potente antioxidante que se incorpora a muchos alimentos envasados para impedir que el contacto con el aire los estropee. Pero también está presente de forma natural en muchas frutas y verduras, como las naranjas, las frutas o las manzanas.

Composición química de una manzana

Pero espera, porque una manzana, icono por excelencia de un alimento natural tiene también E-160 (caroteno), E-101 (riboflavina), E-570 (ácido esteárico), E-460 (celulosa) y E-252 (potasio). Sirva esto como ejemplo de que los aditivos, aunque lleven ese nombre técnico que asociamos con lo procesado y lo industrial, están de hecho presentes de forma natural en muchos alimentos, solo que con otros nombres, y así nos suenan mucho mejor.

Seguro no significa saludable

Conviene hacer una aclaración ahora que estamos hablando de seguridad y aditivos. Que un aditivo haya sido aprobado por las autoridades sanitarias europeas quiere decir que su uso es perfectamente seguro siempre que se cumplan las indicaciones sobre cantidades.

Pero eso no quiere decir que los alimentos que los contienen sean saludables. Los alimentos procesados que contienen aditivos para tener un mejor aspecto y durar más tiempo son seguros de consumir porque no nos van a causar una intoxicación, pero siempre será más saludable consumir alimentos poco procesados porque por norma tendrán menos azúcar, menos sal y menos grasas.

De hecho, en un alimento procesado lo que menos debería preocuparte son los números E y lo que más, la cantidad real de azúcar añadido que tiene, disimulado bajo distintos nombres.

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