Se supone que la ciencia es objetiva (aunque eso es discutible, claro), pero los científicos son humanos, y como humanos que son, tienen necesidades, preferencias, sesgos, equivocaciones y días malos. Además, el sistema científico, aunque es lo que hace avanzar el conocimiento, está también sujeto a fallos y errores.
Todo esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de leer un estudio o sus resultados, especialmente cuando afectan a algo tan importante como nuestra salud. Es por tanto muy útil saber distinguir un estudio sólido y fiable de otro que no lo es, algo que no todo el mundo sabe hacer y que puede dar pie a cambios en nuestro estilo de vida que nos causen más problemas de los que creíamos estar evitando.
Todo por la pasta: hace falta dinero para investigar
Uno de los puntos más útiles a la hora de situar cada estudio en su nivel de fiabilidad es conocer quién pone el dinero. La financiación es un aspecto clave en ese sistema científico del que hablábamos: es necesaria y siempre es escasa. Que vaya a uno o a otro investigador o proyecto es la diferencia entre que tengan trabajo durante los siguientes años o que no.
Porque, además, investigar, y hacerlo bien, es caro: hacen falta recursos humanos y materiales, así como el tiempo suficiente para realizar los experimentos que sean necesarios hasta conseguir datos fiables de los que se puedan extraer conclusiones sólidas.
Los fondos pueden tener un origen público, y así es en la mayoría de los casos, pero a veces son empresas y otras entidades privadas las que financian distintos proyectos de investigación: empresas alimenticias, entidades con fines políticos, fundaciones que defienden una causa...
Eso no quiere decir que hayan influido en la investigación necesariamente, pero sí es una pista sobre cómo de cautelosos debemos ser al interpretar sus conclusiones.
En el caso de la alimentación, hemos visto varias veces en los últimos años cómo algunos estudios con conclusiones llamativas resultaban estar promovidos económicamente por empresas o sectores que, oh, casualidad, salían beneficiados por esas conclusiones.
Los estudios sobre vino y cerveza los pagan el vino y la cerveza
Ha ocurrido varias veces, por ejemplo, con los sectores del vino y la cerveza. ¿Cuántas veces has oído que una copa de vino al día es buena para el corazón? ¿O que la cerveza es lo mejor para rehidratarse después de hacer deporte? Ambas cosas son ciertas... de aquella manera.
Es verdad que algunos componentes presentes en el vino parecen tener un efecto cardioprotector, pero también es verdad que los efectos perjudiciales del alcohol, recordemos, un compuesto tóxico, sobrepasan con mucho esos supuestos efectos protectores.
Lo mismo ocurre con la cerveza y a hidratación: con un alto contenido en agua y algunas sales minerales, es verdad que beber cerveza parece una buena idea para hidratarse. Pero de nuevo la presencia de alcohol neutraliza cualquier beneficio que ésta pudiera aportarnos.
Coca Cola, que se te ve el plumero
Es una de las marcas más conocidas y reconocibles del mundo, pero desde que la comunidad científica ha empezado a señalar a una alimentación deficiente basada en productos procesados y refrescos azucarados como la principal responsable de la actual epidemia de obesidad que vive el mundo entero, su reputación y su negocio están en entredicho.
Probablemente por eso está acusada de haber financiado durante años proyectos de investigación sesgados en los que se concluía que la principal causa del sobrepeso era la falta de ejercicio y no la alimentación. Cualquier cosa por alejar de sus productos el foco acusador.
No es el único caso. Coca Cola lleva años financiando decenas de sociedades médicas e instituciones que de hecho deberían alertar sobre los riesgos de consumir sus productos. Según una lista publicada el año pasado, Cocacola financia, entre otras, a la Asociación Española de Pediatría, a la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición y a la Sociedad Española del Corazón.
El azúcar contra la grasa
Que la grasa es un nutriente a evitar si queremos cuidar de nuestra salud es una idea que tenemos fuertemente arraigada: sube el colesterol, engorda, es mala para el corazón. A día de hoy, nuevas investigaciones han demostrado que si bien abusar de determinado tipo de grasas es efectivamente perjudicial, las grasas saludables son también necesarias para estar sano.
¿Por qué entonces ese rechazo furibundo a las grasas? Porque fuimos engañados por el verdadero villano: el azúcar. Documentos desvelados en 2016 demostraron que la industria del azúcar pagó a varios científicos de la Universidad de Harvard en los años 60 para que señalasen a la grasa, y no al azúcar, como el principal riesgo alimentario para el corazón.
Aunque la grasa tampoco es inocente...
El lobby del azúcar no ha sido el único que ha intentado manipular a los consumidores a través de supuestas conclusiones científicas sin trampa ni cartón. Un estudio publicado en 2015 concluía que las dietas en las que el queso y la carne altas en grasas eran la principal fuente de grasas saturadas causaban unos niveles de colesterol "bueno" más altos que las dietas bajas en grasas y altas en carbohidratos.
Resulta que detrás de estas observaciones estaba la financiación aportada por la industria, oh, sorpresa de nuevo, de la leche y del queso. El estudio fue criticado porque parecía estar diseñado de forma que se pudiesen sacar las conclusiones que ya se habían determinado previamente.
¿Qué puedes hacer tú como espectador?
Que empresas con intereses financien estudios no es en principio algo reprochable... siempre que esto se lleve con transparencia y se diga claramente. Es en el momento en el que esa relación económica ocurre bajo mano cuando es inevitable sospechar cierta falta de honradez.
Así que cuando leas información sobre un estudio relacionado con temas de alimentación, intenta acudir al estudio original y mira si los autores han reflejado con transparencia posibles conflictos de intereses y las fuentes de financiación. Así podrás hacerte una idea de su honradez.
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En Vitónica | ¿Manipulan algunas empresas los estudios nutricionales que financian?
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