Reducir en un 10%, de media, la cantidad de sal, azúcar añadido y grasas saturadas en sus productos: ese es el acuerdo ya presentado en febrero de 2018 y que han firmado hoy mismo casi 400 empresas de la industria alimentaria y el Ministerio de Sanidad, englobado dentro de la estrategia NAOS (Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad).
Este acuerdo, de adhesión voluntaria para las empresas, pretende mejorar la salud de los consumidores al reducir ingredientes que sus productos contienen y que se han demostrado ya responsables en buena parte de diferentes patologías como la obesidad o la hipertensión. Estos serán los cambios que podremos ver próximamente.
- Azúcar añadido: se espera llegar a una reducción media de un 10% del azúcar añadido en los diferentes productos. Algunas de las reducciones que se llevarán a cabo serán del 5% en la bollería y del 10% en los refrescos. ¿A qué equivale esto? A que un refresco que contenga, por ejemplo 28 gramos de azúcar añadido por lata, si la empresa que la fabrica se adhiere a este plan pasará a tener 25,24 gramos de azúcar por lata.
Grasas saturadas: para las grasas saturadas, el objetivo global de la reducción es del 5%. Se reducirán, así las grasas saturadas en un 10% en los snacks salados y un 5% en otros sectores como la bollería. Yendo a lo práctico: para unas galletas que contienen 2,2 gramos de grasas saturadas por 100 gramos de producto, tras la reducción nos quedaríamos con 2,09 gramos de grasas saturadas.
Sal: en el caso de la sal el obejtivo a llegar globalmente es una reducción del 16%. Así, en el caso concreto de algunos productos, se llevará a cabo una reducción del 16% en los embutidos y de un 14% en las patatas fritas, productos conocidos por su alta cantidad de este ingrediente. En la práctica, de hacerse esta reducción, un jamón cocido que contiene 2,5 gramos de sal por cada 100 gramos de producto pasaría a tener 2,1 gramos de sal por cada 100 gramos.
¿Podemos considerar que pasan a ser productos saludables tras la reducción?
Cualquier reducción en sal, azúcares añadidos o grasas saturadas, todos agentes relacionados con problemas globales como la obesidad, de la que estamos sufriendo una epidemia en nuestros días, es bienvenida.
Sin embargo, podéis ver que en la práctica estas reducciones son muy pequeñas y, debido a ellas pueden hacer que el consumidor perciba estos productos como "más saludables", cuando en realidad no es así (lo que conocemos como "efecto halo").
Seguimos encontrándonos frente a productos ultraprocesados, absolutamente prescindibles en nuestra alimentación si queremos que esta sea saludable: unos productos de los que deberíamos limitar su consumo si lo que buscamos es mejorar nuestra dieta.
Otorgar a la población una mayor educación nutricional, basar nuestra dieta en alimentos y buenos procesados, visitar más a menudo el mercado y menos el supermercado, comprar local y de temporada y cocinar más en casa son conductas que nos acercan a una mejor alimentación y que no dependen de que la industria modifique la composición de sus productos.
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