Existe tanta desinformación relativa a la nutrición (y a cualquier otro tema, en realidad) circulando por internet que es normal que los lectores de a pie a veces vayan por ahí con un cacao mental preocupante. Cuando la desinformación la encontramos en los medios supuestamente rigurosos, y dentro de la sección de ciencia, el riesgo de contribuir a enmarañar aun más ese cacao es aun mayor.
Esto viene a cuento de un artículo publicado este pasado fin de semana en El Español, titulado Estas son las mejores y peores frutas y verduras que puedes elegir en el 'súper' y que estaba tan hasta arriba de errores, manipulaciones y falsedades que no hay por donde pillarlo. Vamos a analizar los principales problemas que nos encontramos en el artículo.
Tomates insulsos y zanahoras 'clónicas'
No tienes más que pensar cuántas veces has comido un tomate que no sabía a tomate o por qué las zanahorias del súper son todas tan perfectas mientras que las de la huerta salen diferentes. Detrás están los pesticidas y fertilizantes químicos o la modificación genética que los convierte en piezas de museo por fuera pero no tan nutritivos por dentro.
Es una frase recurrente, que los tomates ya no saben a nada. Y es verdad que hay algunos tomates cuyo sabor es realmente decepcionante, pero esto no tiene nada que ver con que sean transgénicos o no, sino con la variedad en cuestión, su tiempo de maduración y que los guardemos o no en la nevera.
Sobre que las zanahorias sean distintas en la huerta pero todas iguales en el súper, de nuevo es cierto y de nuevo ni transgénicos ni pesticidas tienen nada que ver: puesto que los consumidores compramos aquello que nos resulta más atractivo, los productores hacen una selección a posteriori para vender solo lo que nos parece más bonito y homogéneo. Con los descartes se hacen otros productos (precocinados, conservas, etc.).
Los malvados pesticidas
Uno de los más estudiados por su influencia en los humanos son los que contienen contaminantes hormonales (también conocidos como disruptores endocrinos o EDC). Estas sustancias químicas, que no son hormonas como tal, pueden alterar el funcionamiento de estos mensajeros del organismo e influir en el sueño, el metabolismo, el apetito e incluso el proceso reproductivo.
Esto es otra manipulación. Efectivamente los pesticidas y herbicidas son sustancias químicas que se emplean para favorecer la productividad de los cultivos, y claro que si los seres humanos los consumiesen a litros serían tóxicos y peligrosos (esto, y cualquier cosa), pero es que existen férreos controles que se aseguran de que la cantidad de estos productos que nos llegan a través de los alimentos es ínfima.
Es mayor el impacto para el medio ambiente, por ejemplo, para las abejas, que el que sufrimos cualquiera de nosotros por comernos la fruta del supermercado.
El malvadísimo glifosato
Aunque no son las únicas sustancias que generan polémica. Otro ejemplo es el glifosato, uno de los herbicidas más usados en el mundo y también en España contra las malas hierbas. Mientras que la OMS lo calificó como cancerígeno, la Unión Europea probó lo contrario y acaba de autorizar su uso durante 5 años más.
Existe un herbicida concreto, el glifosato, en torno al que existe una dura polémica. Es cierto que la OMS lo incluyó en el grupo de probables carcinógenos (y no "cancerígeno" sin más) lo cual ha dado alas a la incertidumbre. Pero estudios posteriores han concluido que ese riesgo es poco probable en las cantidades que llegan a los consumidores y que por lo tanto es seguro utilizarlo dentro de las recomendaciones habituales.
Es decir, que más allá de la polémica que afecta a grupos ecologistas, la empresa Monsanto que fue la primera en patentar el herbicida (aunque la patente ya ha expirado y ahora su uso es libre), distintas presiones políticas y el miedo a los consumidores, no parece haber riesgo, tras varias décadas de uso, para nosotros por alimentarnos con frutas o verduras que hayan sido fumigadas por glifosato.
La radiación y el "hay quien piensa"
Aunque las sustancias químicas no son la única preocupación. La irradiación a la que se someten estos alimentos para, por ejemplo, prolongar su tiempo de consumo también genera muchas incógnitas. Entre sus detractores hay quien piensa que destruye el alimento, merma sus cualidades e incluso lo vuelve cancerígeno.
Sin embargo, desde AECOSAN, aseguran que los niveles de radiación no presentan peligro para la salud e, incluso, que se trata de una técnica beneficiosa para el consumidor al acabar con los microorganismos nocivos de los productos. Mucha de la fruta y la verdura que proviene de Tailandia, Argentina, Brasil o México sigue este proceso
Sobre estos dos párrafos: en el primero llama la atención ese "hay quien piensa" porque no dice quién piensa qué, y cuando estamos hablando de volver la fruta cancerígena, hay que ser responsable con quién y cómo se sustenta esa información. Pero por suerte llega el párrafo siguiente y ahí sí que se cita una fuente oficial (AECOSAN, Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición) para desmentir esas insinuaciones. Todo en orden, pero ya nos han metido el susto en el cuerpo, ¿verdad?
"La patata se convierte en puro azúcar
Tampoco toda las frutas y hortalizas son iguales en cuanto a su aporte nutricional. En este sentido, la peor vista es la patata. Compuesta casi exclusivamente de almidón, una vez cocinada se convierte en puro azúcar. Asimismo, contienen altos niveles de glucosa las zanahorias, las cebollas, las berenjenas o las calabazas. A este grupo de productos ricos en azúcares también se suman frutas como la piña, los higos o el mango.
Vamos a ver, porque aquí ya me voy calentando. ¿Cómo que la patata "es la peor vista" porque se convierte "en puro azúcar"? La patata, como otras verduras y muchas frutas, son altas en hidratos complejos que, sí, se convierten en glucosa, que es lo que el organismo necesita como combustible para funcionar.
Pero eso no quiere decir que sean malas o estén mal vistas, y en cualquier caso todo dependerá de cómo estén cocinadas. Confundir los azúcares naturales de los alimentos con la idea de que el azúcar (añadido) es algo a evitar es no tener muy claras las nociones básicas de nutrición.
Y dale con la agricultura ecológica
Así, la principal regla para llevarse las mejores frutas y hortalizas es fijarse en su procedencia. Elegir productos de agricultura ecológica te aportará una mayor calidad en cuanto a sabor y nutrientes. Para ello deberán estar certificados mediante el Reglamento Europeo 834/2007, lo que también garantizará que están libres de residuos tóxicos.
No hay evidencias científicas de que los productos ecológicos sean mejores nutricionalmente hablando que los de agricultura intensiva, y en cuanto al sabor hay muchas variables que influyen más que eso. La agricultura ecológica puede tener ventajas debatibles (medioambientales, de sostenibilidad, económicas...) pero incidir en las nutricionales y vender estos productos como más sanos es falso.
Lo que no menciona el artículo
Siempre que un artículo de este tipo nos hace tragar una buena cucharada de miedo, quimiofobia y desinformación científica y nutricional echo de menos un par de cosas que habría que comentar también.
Por ejemplo, que esas malévolas toxinas que en teoría nos llegan en las frutas y verduras tratadas con pesticidas y herbicidas no son nada comparadas con las que nos tomamos gustosamente cada vez que nos bebemos una cerveza o una copa de vino, y no digamos ya con alcoholes más fuertes.
Por otro lado, se menciona el uso de estas sustancias pero no se dice lo que pasa cuando no se usan: la proliferación de bacterias que pueden resultar mucho más peligrosas para nuestra salud que las pequeñas cantidades de fitosanitarios que terminamos ingiriendo.
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