En nuestro alocado mundo, al revés de lo que debería ser, abstenerse de consumir alcohol, y más en fiestas navideñas, es difícil por no decir imposible. Si habitualmente el alcohol está por todas partes, estos días más, y es difícil hacer entender que no, no queremos una cerveza, ni una copa de vino, ni un cubata, ni champán. Nadie parece creernos cuando decimos que no es por haber bebido ya demasiado, ni por tener que madrugar al día siguiente, ni porque no nos guste. Es simplemente porque no nos apetece, porque conocemos sus riesgos y no nos merece la pena.
En estas situaciones no debería hacer falta dar explicaciones, pero sabemos que nos las van a pedir. Así que la próxima vez que alguien te pregunte qué mosca te ha picado para no beber alcohol, aquí van algunos argumentos que puedes utilizar como respuesta.
La borrachera y su resaca
Los efectos inmediatos son los más conocidos y obvios: el alcohol pasa del estómago a la sangre y su concentración puede dispararse en unos 20 minutos. Para ser expulsado debe metabolizarse en el hígado, lo que causa una bajada de azúcar, causando síntomas como temblores, debilidad, mareos... A nivel cerebral, el alcohol elimina las inhibiciones, nos hace perder la coherencia y nos causa problemas de equilibrio.
A partir de 200 mg de alcohol por cada 100 cc de sangre aparece la borrachera, que puede causar sueño, mareos, confusión desorientación y delirios. Hay quien puede disfrutar de este estado, que a veces causa euforia, pero para otros puede conllevar delirios, además de los evidentes problemas de la desinhibición, como decir algo inapropiado delante de tu familia en este caso.
Pero lo que nadie disfrutará es la resaca del día siguiente. El procesamiento del etanol del alcohol en el hígado da como resultado algunas sustancias tóxicas, como el acetaldehído, que llegan al cerebro y pueden causar el famoso dolor de cabeza de los resacosos. Para expulsar ese etanol también tenemos que expulsar más agua de lo normal, lo que a su vez causa la deshidratación e intensa sed de las resacas.
Efectos sobre tu apariencia
No es que sea lo más importante, pero quizá sirva para convencer a los más frívolos: el consumo de alcohol tiene un gran impacto sobre tu aspecto.
Por ejemplo, a causa de la deshidratación. Una de las claves para evitar un aspecto envejecido es mantener la piel hidratada, y el alcohol hace justo lo contrario. A su vez, el consumo de alcohol puede provocar retención de líquidos y por tanto causar un aspecto hinchado y desmejorado.
El consumo de alcohol, y sobre todo los días de resaca, pueden causar también que olamos bastante mal, sobre todo si sudamos y expulsamos parte de los deshechos del alcohol a través de la piel o del aliento.
Por último, recuerda que el alcohol supone un consumo de calorías bastante alto sin aportar nutrientes necesarios para tu cuerpo, así que puede ser un enorme paso atrás si estás intentando perder peso.
Daños al corazón
Aunque pudiéramos pensar que una vez expulsado el alcohol, el daño se ha terminado, en realidad no es así. El alcohol es una sustancia tóxica para el organismo cuyos daños se van acumulando y van aumentando el riesgo de padecer muchas enfermedades y patologías.
Prácticamente todos los órganos se ven afectados. Por ejemplo, se ha comprobado que el consumo continuado de alcohol aumenta el riesgo de arritmias, infartos y otros problemas cardiovasculares. De hecho, cada vez existen más evidencias de que el riesgo aumenta de forma significativa incluso con los consumos moderados de alcohol.
Peor vida sexual (y más arriesgada)
Aunque muchos puedan pensar que al eliminar inhibiciones el alcohol es un buen aliado de las relaciones sexuales, de hecho no es así. El consumo de alcohol a menudo reduce la sensibilidad, lo cual dificulta la excitación, la erección en los hombres y la lubricación en las mujeres, así como el llegar al orgasmo, y normalmente hace que los orgasmos sean menos intensos.
Por otro lado, junto con las inhibiciones a menudo el alcohol se lleva por delante el sentido común, lo que puede causar que se dejen de tomar medidas como el uso de preservativos, necesarios para hacer de las relaciones sexuales esporádicas una práctica segura.
Riesgos cerebrales
El alcohol es una sustancia psicoactiva con un gran poder adictivo, de forma que su consumo constante puede terminar provocando problemas de adicción y dependencia igual que otras drogas ilegales.
Además, el consumo de alcohol puede causar accidentes cerebrovasculares como ictus o infartos cerebrales. En concreto, un estudio publicado por la Sociedad Americana del Corazón concluyó que dos bebidas alcohólicas diarias en la mediana edad aumentaba el riesgo de derrame cerebral independientemente de otros factores genéticos o de salud, como la presión arterial.
Efectos sobre el hígado
Como hemos dicho antes, el hígado es el órgano encargado de metabolizar el alcohol, y por tanto sus efectos directos sobre este órgano son intensos y muy graves.
Cada vez que bebes alcohol, algunas de las células del hígado resultan dañadas. Este órgano tiene una asombrosa capacidad de regeneración y es capaz de reponer esas células, pero el abuso continuado de alcohol hace que esa capacidad vaya mermando y el hígado vaya acumulando daños.
Esto puede dar pie a la llamada enfermedad hepática alcohólica, que comienza como un caso reversible de hígado graso. Si el abuso de alcohol continua puede dar pie a un caso de hepatitis alcohólica y terminar desembocando en cirrosis, en la que los daños al hígado son irreversibles y la vida del paciente corre peligro si no deja de beber.
Daños al páncreas
El páncreas es una glándula que segrega sustancias necesarias para distintos procesos del cuerpo, como la digestión. El consumo continuado de alcohol puede terminar causando una pancreatitis, en la que el páncreas se inflama, no funciona correctamente y no produce las sustancias necesarias o produce otras que pueden resultar por sí mismas tóxicas y peligrosas.
Alcohol y cáncer
Si hace falta sacar los argumentos más contundentes, recuerda a quien te pregunte que el consumo de alcohol es uno de los principales factores de riesgo asociados con muchos tipos de cáncer. El consenso científico al respecto no deja lugar a dudas.
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