"Ahora con bífidus activo", "Bifidubacterias para tu flora intestinal" y otras expresiones parecidas son muy comunes en algunos productos lácteos, como los yogures. ¿Pero qué son y qué tienen de bueno?
El auge de los productos funcionales está dando de sí una cantidad ingente de productos cuasimaravillosos. Y, aunque no es oro todo lo que reluce, tampoco quiere decir que los probióticos con bifidobacterias sean un "timo". Veamos en qué consisten y si pueden ayudarnos.
¿Qué es eso de 'bífidus activo'?
Antes de los años 1960, las especies de Bifidobacterium eran denominadas colectivamente "Lactobacillus bifidus". Con este dato ya estamos arruinando por completo la sorpresa. Y es que sí: bífidus activo es como se conoce a las bifidobacterias, un género de bacterias gram-positivas, anaeróbicas, es decir que viven sin oxígeno, no mótiles (que no se mueven) y que suelen ramificarse.
Estas bacterias son saprófitas, es decir, obtienen la energía de materia orgánica muerta. Las bifidobacterias pertenecientes a la microbiota intestinal (que no flora intestinal) suelen residir en el colon y ayudan a la digestión. Cuando hablamos de bífidus o bífidus activo no estamos diciendo otra cosa que una manera comercial de hablar de estas bacterias.
Es difícil remontar el apartado etimológico de las mismas, pero la relación entre el género, Bifidobacterium y el su concepto comercial es claro. ¿Y lo de activo? Podría referirse a su capacidad probiótica. Mientras que algunas bifidobacterias están capacitadas para resistir ciertas concentraciones de oxígeno, en general, necesitan un ambiente anóxico para sobrevivir.
Aun así, parece que son capaces de hacerlo en los yogures y lácteos aunque hay varios estudios que ponen este argumento en serias dudas. De hecho, aunque sobrevivan en el lácteo, tienen que poder sobrevivir a los ácidos estomacales. Esto es lo que nos lleva a la inevitable siguiente pregunta: ¿sirven para algo?
¿Funciona el bífidus activo?
Hasta donde sabemos, este tipo de bacterias están asociadas con una menor incidencia epidemiológica de alergias y también previenen algunas formas de crecimiento de tumores. También sabemos que se pueden administrar de forma clínica, inoculando bifidobacterias, en el colon para tratar algunos malestares, como la colitis ulcerante.
En general, sabemos que las bacterias del género bifidobacterium son positivas y hasta necesarias para el buen estado de salud de nuestro sistema digestivo. Pero eso no quiere decir que tomarlos en un yogur vaya a ayudarnos. Por el momento, no tenemos casi evidencias de que los probióticos resistan adecuadamente la acción del ácido estomacal, por ejemplo. Tampoco tenemos la seguridad de que se implanten en el sistema digestivo.
Esto es importante porque de nada sirven si resisten a los envites estomacales pero salen igual que entran. Hasta la fecha, los datos sobre probióticos y prebióticos, que no son lo mismo, indican que los primeros no parecen mostrar un verdadero resultado en nuestra salud, mientras que los segundos sí que son positivos. Pero aquí hablamos de los primeros.
Entonces, por el momento, no sabemos si los dichosos "bifidus activos" funcionan o no funcionan para lo que prometen. Está claro que su existencia es beneficiosa para nosotros, pero tampoco terminamos de entender si comernos un yogur enriquecido con "bífidus" especiales nos servirá de algo. De hecho, a tenor de las evidencias, no.
Los bífidus están en casi todos los yogures
A pesar de la agresiva publicidad, en realidad si los bífidus activos nos hacen algún bien, cualquier lácteo fermentado que los contengan lo hará, independientemente de que lo indique. Si las cepas de Bifidobacterium escogidas para un producto lácteo son distintas y están registradas para su patente, tampoco notaremos demasiado su diferencia.
Esto se debe a que, si hay bifidobacterias, es raro que nuestro tracto intestinal lo colonice otra cepa distinta, acabando con el nicho ecológico que ocupa la anterior, que es una competidora directa. Eso suponiendo que llegue al final del camino con capacidad de colonizar el tracto digestivo, claro.
Los productos fermentados de la leche ya contienen por sí mismos "bífidus activos", sin necesidad de que nadie le añada microorganismos a los lácteos. Por otro lado, sí que podría ser beneficioso encontrarnos con un producto que contenga no solo probióticos, es decir, los organismos de los que hablamos, sino también prebióticos.
Estos, en forma de fibras alimentarias varias, podrían ayudar a la implantación y supervivencia de los anteriores. En tal caso, el producto lácteo presentaría más beneficios pero no por los "bífidus activos" que anuncia, sino por la existencia de la fibra en su composición.
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