Un exceso de grasa en nuestro cuerpo sin duda es perjudicial para la salud, pero llegar al extremo contrario tampoco es lo más recomendable. Una mujer con un porcentaje de grasa muy cercano al mínimo esencial abrió el debate sobre este tema y hoy te contamos por qué no es saludable.
En el siguiente vídeo se puede ver a una mujer luciendo su cuerpo totalmente musculado, y según la misma protagonista, su porcentaje de grasa corporal está cercano al 0%.
Más allá del aspecto físico o de la estética de esta mujer, lo importante aquí es conocer lo arriesgado que puede resultar un porcentaje de grasa corporal tan bajo.
¿Por qué no es saludable tener 0% grasa?
Las grasas en el organismo tienen funciones vitales, tales como favorecer la producción hormonal normal en un organismo, formar parte de estructuras celulares, recubrir fibras nerviosas, trasladar vitaminas, aislar y servir de sostén a muchos órganos.
Por ello, existen rangos mínimos recomendados de grasa corporal, siendo para las mujeres de aproximadamente 6% y para hombres de 4%. De hecho, un cuerpo definido puede lograrse con porcentajes de grasa de alrededor de un 10%.
Entonces, tener un porcentaje de grasa corporal cercano a 0%, y más aun en la mujer, es casi un imposible de lograr, y si se alcanza es probable que todo el cuerpo sufra las consecuencias, cambiando no sólo la forma física sino también, funciones metabólicas y vitales para el cuerpo humano.
Por ejemplo, en mujeres atletas con porcentaje de grasa corporal por debajo del rango normal, se presenta mayor incidencia de amenorrea y riesgo de infertilidad, uno de los síntomas de la tríada de la mujer atleta.
Asimismo, la estructura y masa ósea esta estrechamente vinculada a la grasa corporal, y tanto un exceso como un déficit de grasa pueden ocasionar osteoporosis por desmineralización ósea.
Éstas y muchas otras consecuencias pueden surgir a causa de un porcentaje de grasa corporal muy bajo, por ello, tener cerca de 0% de grasa en el cuerpo no es saludable ni recomendable.
Bibliografía consultada | Int J Eat Disord 26: 1 79-1 88, 1999; y The American Journal of Medicine, Volume 122, Issue 5, May 2009, Pages 409–414.
Imagen y vídeo | Extra Worldnews
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