Estamos ya casi en julio, el verano ya está aquí, la playa y los bañadores. Como suele ocurrir cada año, empiezan las prisas por perder peso y, a pesar de estar ya bien adentrados en el verano, seguimos creyendo que podemos perder el peso que queramos de aquí a agosto.
No es de extrañar teniendo en cuenta que cada día vemos anuncios y noticias de dietas milagro, o personas que aseguran haber perdido mucho peso en muy poco tiempo. En estos casos, se anuncian dietas mal planificadas, pobres en uno o varios nutrientes, etc. El problema es que estás dietan pueden traernos algunos problemas.
Déficit de nutrientes
Uno de los principales riesgos y problemas de cualquier dieta milagro, exprés o mal planificada, es que suelen restringir uno o varios nutrientes - como el caso de los batidos para adelgazar, o las dietas hiperprotéicas -. El problema es que, con tanta restricción, estas dietas acaban siendo muy pobres en nutrientes.
Nuestro cuerpo necesita todos los nutrientes, micronutrientes y macronutrientes para poder funcionar adecuadamente. Restringir nuestra alimentación drásticamente - y más sin control - puede acabar implicando que tengamos déficits de vitaminas, de calcio, de grasas, de hidratos y un largo etc.
Estas deficiencias pueden acabar en resultados negativos para nuestra salud, como problemas oculares por la falta de vitaminas, molestias en la piel o, incluso, daños en los riñones, en nuestro colesterol o en nuestra salud cardiovascular. Nuestro sistema inmunitario también puede verse resentido, aumentando el riesgo de padecer infecciones.
Efectos negativos en nuestro metabolismo
Nuestro metabolismo también se ve afectado por nuestro estilo de alimentación. Esto puede ocurrir para bien, pero también para mal. Una dieta pobre en nutrientes, muy restrictiva y mal planificada no se puede sostener a largo plazo - en la mayoría de los casos así lo recomiendan - y no es de extrañar. Entre otras cosas, porque ese tipo de dietas pueden acabar afectando negativamente a nuestro metabolismo.
Entre otras cosas, el metabolismo basal se puede ver alterado, apareciendo problemas como la aparición de náuseas, pérdida de calcio, o daños metabólicos el hígado y riñón. De hecho, la restricción estricta de los hidratos de carbono a largo plazo podría aumentar el riesgo de acabar desarrollando una diabetes.
Efecto rebote al abandonar la dieta
El temido efecto rebote es una realidad. El problema es que creemos que siempre que perdemos peso, sea como sea, estamos destinados a acabar volviendo a ganarlo. Nada más lejos de la realidad: cuando la pérdida de peso viene dada por cambios en nuestros hábitos tanto de alimentación, como de actividad física y de vida, el peso no tiene por qué volver.
La dificultad es que esto supone un cambio a largo plazo, y no retornar al patrón alimentario poco saludable que teníamos antes. Las dietas mal planificadas y restrictivas no facilitan esto, ya que no son sostenibles a largo plazo y, además, no nos enseñan nuevos patrones de alimentación más saludables.
Lo que ocurre, por tanto, es que al abandonar la dieta - cosa que irremediablemente hacemos, porque no están pensadas para ser sostenidas - volvemos a nuestro antiguo patrón de alimentación. Ese que nos generó el problema de peso que tenemos ahora. El efecto es, por supuesto, que ganamos rápidamente el peso perdido. No solo eso, sino que el efecto en nuestro metabolismo de estas dietas puede hacer que ganemos incluso más y que cada vez nos cueste más perderlo.
Vulnerabilidad ante los trastornos de conducta alimentaria
Pasarnos toda la vida a dieta, cambiando de una a otra y luchando contra la comida no solo tiene efecto en nuestro cuerpo, sino que puede tenerlo en nuestra salud mental.
Esta mala relación con la comida, con nuestro cuerpo y los cambios constantes de dieta pueden acabar no solo generándonos ansiedad, sino una muy deficiente relación con la comida, que acabe degenerando en un trastorno de conducta alimentaria.
Quitarle al peso importancia en nuestra alimentación y dársela a la salud es la primera clave para mantener una nutrición saludable que no esté centrada en los cambios de peso puntuales en un momento concreto, sino en la mejora de nuestra salud y bienestar a largo plazo.
Pérdida de músculo e, incluso, de masa ósea
Las dietas que nos ayudan a perder peso tienen el problema de que con el peso no solo se llevan grasa, sino que arrastran mucho más. Cuando las pérdidas son tan bruscas - más de un 1% de nuestro peso actual por semana - la mitad de lo que perdemos es grasa, pero la otra mitad suele ser tejido magro.
Este tejido magro está formado por músculo y hueso y eso es lo que acabamos perdiendo. El problema es claro: tanto nuestra masa ósea como nuestra masa muscular se verán afectado, afectando a nuestro metabolismo y poniendo en riesgo nuestra salud ósea, de manera que seamos más vulnerables a la osteoporosis.
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