Cómo entender un etiquetado alimentario paso a paso y acertar en tu próxima compra en el supermercado

Si eres un adalid de la nutrición seguramente tengas más que controlada la información que puede llegar a ofrecernos un etiquetado alimentario estándar del supermercado. Por otro lado, si estás dando tus primeros pasos en el ámbito de lo saludable es probable que te asalten muchas dudas sobre la información que aparece en los envases. La gran pregunta es: ¿podemos distinguir qué información es realmente interesante y cuál es puro relleno?

Vivimos en un entorno cambiante donde continuamente sufrimos bombardeos novedosos por parte del marketing de algunas empresas. Por ello, conviene discernir qué aspectos son básicos de un etiquetado alimentario y cuáles no. Qué conceptos nos interesa buscar y de cuáles debemos huir. Si un sello de calidad realmente nos aporta datos útiles o no lo hace. En definitiva: cuál es la información reflejada en un envase alimentario que realmente nos sirve para tomar mejores decisiones de compra.

El significado de los diferentes sellos en el etiquetado

Llegamos al estante del supermercado, cogemos un producto y nos disponemos a leer su etiquetado. ¡Boom! La cantidad de información que aparece en él es abrumadora. Para el consumidor promedio puede suponer una auténtica odisea comprender qué nos quieren decir realmente las etiquetas. Esto, por desgracia, origina desinformación y malas decisiones de compra. Y eso es lo malo: comprar erróneamente por no disponer de toda la información a tu alcance.

En la vista frontal solemos encontrar el marketing más agresivo: colores llamativos, información para llamar nuestra atención y algunos sellos o reclamos de calidad. Precisamente, hay muchos tipos de reclamos. Algunos están regulados legalmente y otros no, por desgracia. En ocasiones se camuflan como sellos “oficiales” pero realmente no están regulados a nivel público, sino que pertenecen a marcas, entidades u organizaciones privadas que otorgan dichos certificados en base a unos criterios concretos. Pueden estar relacionados con la salud o no necesariamente, como sucede con los sellos de calidad tipo DOP, IGP y ETG, dedicados a destacar la calidad gastronómica asociada al origen o el proceso único de elaboración.

Una de las acreditaciones de calidad más archiconocidas es el reclamo “eco” o “bio”. Concretamente, para otorgar la certificación ecológica a un alimento se deben cumplir con los estándares de la legislación europea pertinente, recogidos en el Reglamento 2018/848 de la Unión Europea sobre producción ecológica y etiquetado de productos ecológicos. Como ya te contamos en Vitónica, los alimentos ecológicos no son más saludables por definición ni cuentan con mejores propiedades nutricionales.

Por otro lado, también encontramos declaraciones de salud como el famoso “light” o “alto en proteínas”. Estos reclamos también están amparados bajo el marco legal que otorga el Reglamento 1924/2006 de la Unión Europea sobre declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en alimentos. Por desgracia, tampoco son garantía de que el producto frente a nosotros sea saludable al 100%. Como siempre, será importante vigilar el tipo de alimento que escogemos. Por ejemplo, una bolsa de patatas fritas “light” seguirá siendo poco recomendable aunque tenga menos calorías y grasas, pero un derivado cárnico “alto en proteína” o un pan integral “fuente de fibra” puede ser una opción muy interesante para incluir en nuestra dieta.

La información interesante está detrás del envase

De forma general, toda la información que realmente nos interesa de un producto alimenticio suele estar en la parte trasera del envase. Ahí se nos indican elementos de obligado etiquetado por legislación como la denominación de venta del producto —es decir, su nombre y apellidos—, el listado de ingredientes y la famosa tabla de valores nutricionales.

En este sentido, el listado de ingredientes debe ser el primer lugar al que acudir para comprobar si un producto es saludable o no. El motivo es que allí podremos encontrar el origen real de las materias primas utilizadas durante la elaboración del producto. Por otro lado, si acudimos directamente a la tabla nutricional donde aparece información relativa a calorías, macronutrientes, vitaminas y minerales, solamente veremos números: no podremos saber de dónde vienen dichos nutrientes.

Ojo, porque la información contenida en la tabla de valores nutricionales también es de sumo interés: nos permite conocer pormenorizadamente el contenido nutricional de los alimentos. Sin embargo, no permite indagar en la calidad de las materias primas que componen el producto en cuestión. Por ello, siempre será mejor acudir raudos y veloces al listado de ingredientes antes que ponernos como locos a elucubrar grandes cálculos matemáticos para saber la cantidad de azúcar que tiene un producto.

Lo que nos dice el listado de ingredientes

Una vez en el listado de ingredientes, debemos conocer algunos puntos básicos de su formulación. Por ejemplo, que los ingredientes aparecen indicados en orden decreciente: es decir, de mayor a menor composición por peso. Esto quiere decir que si encontramos en las primeras posiciones un ingrediente poco interesante como aceites vegetales refinados, azúcar, sal o almidones, entonces estaremos ante un engendro comestible más que un alimento.

Otra particularidad muy interesante es que aquellas materias primas e ingredientes que aparecen destacados en la portada del envase deben indicar obligatoriamente el porcentaje que representan en el producto dentro del listado de ingredientes. Pero no solo aplica para las menciones en texto, sino también cuando vemos imágenes o ilustraciones. Esto quiere decir que si en una bolsa de patatas fritas encontramos una imagen que representa el aceite de oliva, este ingrediente debe indicar su cantidad en forma de porcentaje.

En este caso, suele rondar el 30% respecto al peso total del producto. Lo mismo ocurriría en una crema vegetal tipo hummus, por ejemplo, si se destacan visualmente los garbanzos mediante una imagen. El porcentaje de garbanzos utilizados en la receta debe aparecer de forma obligatoria. Y si no lo hace, el producto está incumpliendo la legislación europea en materia de alimentos e información ofrecida al consumidor.

Mucha información, y poca claridad

En definitiva, el etiquetado alimentario está plagado de información por doquier. Algunos elementos son interesantes, otros no tanto y algunos incluso pueden llegar a provocar desinformación en los consumidores. Es importante mantener una actitud crítica hacia cualquier información que leamos en un etiquetado alimentario, sin perder de vista el objetivo principal que buscan las marcas de alimentación: favorecer sus ventas mediante el marketing.

Teniendo esto claro, puede resultar muy enriquecedor comparar entre diferentes productos del supermercado para así tomar las mejores decisiones de compra. Recuerda que, como consumidores, tenemos un gran poder a la hora de escoger qué alimentos echamos a la cesta de la compra y nos llevamos a casa. Cuando escogemos una marca frente a otra estamos favoreciendo su sistema de producción. Por otro lado, si dejamos de comprar un producto, la empresa dejará de fabricarlo. No subestimes el potencial de decisión de tus compras en el supermercado.

Imágenes | Freepik, iStock

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