El ayuno intermitente ha demostrado ser un método eficaz e interesante para ayudarnos en la lucha contra el sobrepeso. Sin embargo, no siempre es conveniente dejarse llevar por la fama que está cogiendo este patrón nutricional. Y es que, en algunos casos, el ayuno intermitente podría resultar hasta perjudicial. ¿De qué casos estamos hablando?
Los beneficios del ayuno intermitente
Como ya hemos hablado en numerosas ocasiones, el ayuno intermitente resulta un método interesante y eficaz de potenciar el consumo de grasas y la pérdida de peso. Desde luego, no es ningún sistema milagroso, y sus efectos pueden no notarse de forma inmediata, lo que no quita que la evidencia científica haya demostrado que este sistema tiene beneficios a largo plazo.
En concreto, ayunar durante 12 o 20 horas seguidas, puede reducir los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, o, incluso, revertir alguna de sus consecuencias. También se ha encontrado una menor incidencia de cáncer y enfermedades neurodegenerativas entre los practicantes de este patrón. Aunque no sabemos con seguridad cuáles son los mecanismos que actúan tras esto, probablemente su fundamento esté relacionado con nuestros ritmos circadianos.
Estos controlan el metabolismo mediante la segregación de melatonina y una cascada de señales que estimulan nuestro cuerpo. Si lo consideramos desde el punto de vista evolutivo, el ritmo circadiano está mejor adaptado por miles de años de evolución al ayuno. Pero antes de lanzarnos a practicarlo, hay que tener en cuenta que el ayuno intermitente no debe ser practicado por todas las personas y a toda costa.
¿Cuándo no se debe practicar el ayuno intermitente?
Hay que dejar claro que, fuera de estos casos, el ayuno intermitente (y el ayuno en general) no ha mostrado ningún tipo de problema ni perjuicio. Es más, insistimos, ha demostrado tener una serie importante de beneficios: control de niveles de glucemia, control de problemas cardiovasculares, prevención del cáncer... Sin embargo, es mejor cuidarse en los siguientes casos:
Cuando necesitas mucha energía
No todos los cuerpos funcionan igual, ni todos los cuerpos necesitan la misma cantidad de energía. Si necesitamos una gran cantidad de calorías, el ayuno intermitente está contraindicado por completo. ¿A qué ocasiones nos referimos? Normalmente en el caso de estar en el infrapeso (con un IMC por debajo de 18,5), si estás embarazada o en periodo de lactancia, o si tienes menos de 18 años.
Esto último es importante porque el cuerpo adolescente es una máquina de consumir energía, y además está en crecimiento. Si alguien con menos de 18 años se decide por realizar este patrón dietético, es importante que consulte primero con un médico o un dietista-nutricionista profesional. También está totalmente fuera de lugar cuando hay un desorden alimenticio, como la anorexia o la bulimia, obviamente.
Cuando padecemos problemas del sueño
El ayuno intermitente, sobre todo al comenzar su práctica, puede cambiar muchos de nuestros hábitos. Eso incluye nuestro sueño, que puede verse afectado de una manera muy desagradable. El cambio de patrón tiene consecuencias metabólicas importantes. Si padecemos de problemas de insomnio u otros parecidos, es mejor que evitemos el ayuno intermitente. En definitiva, el beneficio que obtendremos no se verá compensado por los problemas que nos dará el dormir peor.
Cuando tenemos problemas de ansiedad, estrés...
Al igual que ocurre con el sueño, si padecemos algún problema de estrés o ansiedad, es mejor dejar el ayuno intermitente de lado. Cambiar nuestro patrón metabólico es costoso a nivel anímico, y nuestro humor se resentirá bastante. La culpa la tiene, de nuevo, nuestro metabolismo, que aumenta los niveles de hormonas que señalizan el estado de alerta, y nos vuelve más agresivos y predispuestos a la depresión.
Además, los comportamientos ansiosos pueden traducirse en otra cosa: comer compulsivamente. Esto ocurre muchas más veces de lo que parece. Como ya hemos dicho otras veces, el periodo de ingesta del ayuno intermitente no es igual a una carta blanca del atracón, en la que podemos comer todo lo que queramos y cuanto queramos. La alimentación ha de seguir un patrón saludable y adecuado. Comer compulsivamente, en estos casos (y en cualquier otro), va en contra del objetivo final y ""el remedio puede ser peor que la enfermedad".
Cuando existen problemas metabólicos
En el caso de padecer problemas de ácido úrico alto, síndrome metabólico o incluso diabetes, se desaconseja hacer ayuno intermitente. En realidad, no es que no se pueda practicar, pero, como mínimo, deberíamos consultar con un especialista que nos indique qué debemos hacer y cómo debemos hacerlo. Así nos evitaremos problemas graves y sorpresas desagradables que podrían acabar muy mal.
Esto, grosso modo, se debe al cambio metabólico que impulsa el ayuno intermitente. Acostumbrados a vivir en un ciclo constante de ingesta, todo el metabolismo se verá presionado a cambiar nuestros niveles de glucosa en sangre, movilización grasas, cambios en la cascada de hormonas y señales... en este complejísimo proceso podríamos poner en peligro algún paso importante para nuestra salud. Si padecemos una enfermedad, lo mejor es informarnos bien y de mano de un especialista antes de lanzarnos a la aventura del ayuno.
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