Cada vez más estudios sugieren que una buena salud intestinal es clave para mantener el organismo sano y bien nutrido, y que las colonias de bacterias que viven en nuestros intestinos tienen un papel protagonista en estos procesos.
Aunque aún no se conocen del todo los mecanismos implicados, se sabe que la microbiota intestinal está relacionada con la salud mental, con enfermedades autoinmunes y con nuestro bienestar general. Por eso, hay actualmente un gran interés por determinar qué características debe tener este "órgano olvidado" para contribuir a nuestra salud.
La mayoría de los estudios apuntan a que una microbiota lo más rica y diversa posible reduce el riesgo de padecer enfermedades, y que para conseguirlo, la dieta es uno de los factores clave. Un dieta alta en grasas está asociada con una reducción en la variedad de las bacterias intestinales que intervienen en los procesos digestivos y que influyen en nuestra salud.
Los Hadza como ejemplo de flora intestinal
¿Cuál es en cambio la mejor dieta para mantener y mejorar la diversidad de nuestra microbiota? La respuesta podría estar en los Hadza, una tribu que habita en Tanzania, África, y una de las últimas de cazadores-recolectores que quedan en el mundo, estudiada como ejemplo por la rica variedad de su flora intestinal.
Comparados con habitantes de distintas ciudades, los Hadza tienen una mayor diversidad de bacterias beneficiosas en su intestino, pero además, comparados con granjeros de su región, presentan algunas particularidades asociadas a su alimentación de caza y recolección, como es por ejemplo las diferencias entre sexos, probablemente asociadas a una división por sexos de las tareas de aprovisionamiento de alimentos (tradicionalmente ellos cazan y ellas recolectan).
Si la diversidad en la microbiota está asociada a un menor riesgo de enfermedades y en general una mejor salud en muchos aspectos, y es un grupo de cazadores y recolectores el mejor ejemplo que conocemos de esa diversidad, cabe preguntarse qué ocurriría en nuestro organismo si empezásemos a comer como ellos. ¿Sería posible incorporar esa diversidad a nuestro cuerpo?
Tres días comiendo como los Hadza
Es la pregunta que se hizo Tim Spector, profesor de epidemiología genética del King's College de Londres, que convivió con los Hadza durante solo tres días. Con el objetivo de analizar los cambios en su flora intestinal, tomó muestras de sus heces antes de partir hacia Tanzania.
Una vez allí, comió solo lo que ellos comían, lo mismo que llevan comiendo desde hace un millón de años. De desayuno, frutos del baobab, uno de los pilares de su dieta, que es rico en vitaminas, fibra y grasa en la masa que rodea sus semillas.
Como almuerzo a media mañana, bayas salvajes de los árboles y arbustos que rodeaban el campamento, de nuevo con un alto contenido en fibra y también en polifenoles, compuestos químicos presentes en las plantas que se activan con la flora intestinal y se cree que tienen propiedades antioxidantes y reducen el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer.
Y como comida, unos cuantos tubérculos ricos en fibra extraídos directamente del suelo con unos palos afilados. Este alimento fue más difícil y menos agradable de comer por su dureza y su sabor terroso.
Puerco espines y miel
La cena tuvo que ayudar a cazarla. El científico se unió a una partida de caza en busca de puerco espines, una 'delicatessen' para la tribu. Los exploradores habían localizado dos ejemplares de 20 kilos que darían de comer a todo el grupo ocultos en los túneles bajo una termitera. Tras varias horas excavando y reptando por los túneles, los animales fueron ensartados.
Encendieron un fuego allí mismo para cocinar y comer los órganos más nutritivos, como el corazón y el hígado, y la piel y espinas del animal se separaron y procesaron adecuadamente para ser utilizadas más tarde. El resto de la carne se llevó al campamento. Nada se desperdicia de una presa conseguida con el esfuerzo colectivo.
De postre, comieron miel recogida de un baobab, combinada con un panal de abeja, lo que supone una combinación de densas calorías y proteínas de las larvas, una aportación energética imprescindible para la supervivencia de los Hadza.
La dieta que sostiene a esta tribu es tremendamente variada, especialmente en comparación con la que seguimos en los países occidentales: se alimentan en total de unas 600 especies de animales y plantas diferentes, la mayoría pájaros. Además, Spector se llevó la impresión de que encontrar alimentos no era una preocupación para ellos. La comida está allí, en todas partes, en una variedad u otra, miren donde miren.
La variedad bacteriana se dispara
El científico pasó allí tres días y la dieta siguió los mismos patrones, variando el tipo de baya o la presa para la cena. Después volvió a Londres con muestras de excrementos suficientes para mandar al laboratorio, analizar y comparar.
Los resultados eran más que visibles: la variedad de su microbiota había aumentado un 20% en solo tres días viviendo con los Hadza. Sus intestinos ahora tenían muchos más habitantes diferentes, incluidos algunos microbios exclusivos de África.
La mala noticia, explica Spector, es que solo unos días después de haber vuelto a su vida y alimentación habituales, la variedad de su microbiota había vuelto a su punto de partida. "Pero hemos aprendido algo importante. Por muy buena que sea tu dieta y salud intestinal, no es tan buena como la de nuestros ancestros. Todo el mundo debería hacer un esfuerzo y reasalvajar su alimentación y su estilo de vida".
Imágenes | Wikipedia Commons En Vitónica | ¿Está nuestro cuerpo genéticamente mejor adaptado para la paleodieta?
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