Con la llegada del calor y del buen tiempo se hacen especialmente apetecibles los helados. Hay quien prefiere evitar tentaciones para no hacer peligrar la línea aunque, al contrario de lo que se suele pensar, en los helados no todo son calorías. Especialmente en los de hielo, que apenas tienen grasas, aunque sí azúcares. No se trata de restringir el consumo, sino de moderarlo. Pero conozcamos un poco más de cerca este refrescante producto.
El origen de los helados se remonta a los romanos, a quienes se atribuye la invención de los sorbetes, una mezcla de nieve, frutas y miel. En la categoría de helados de hielo se incluirían los polos, los sorbetes y los granizados, pues tienen características similares. Se dice que fue Marco Polo quien dio a conocer la receta de su preparación en Italia, al regresar de uno de sus viajes por el Lejano Oriente, de ahí que a los helados de hielo también se les conozca como “polos”, en honor a su divulgador.
Su principal ingrediente es el agua, que en algunos casos alcanza el 90% de su composición. Al no emplearse leche en su elaboración, no contienen grasa ni colesterol pero tampoco proteínas. Sin embargo, para potenciar el sabor suelen llevar azúcar en abundancia, y también colorantes para hacerlos más atractivos visualmente, por lo que no se recomienda un consumo excesivo.
Los polos de sabores frutales, como los de fresa o limón, están hechos a base de zumo, aunque al no superar el 5% de su composición, su aporte de vitaminas es también bajo. Este porcentaje es superior en los sorbetes, que llegan a tener hasta un 15% de fruta.
Así pues, los helados de hielo son bajos en calorías pero ricos en azúcares. Una forma rápida de refrescarse, aunque se recomienda no abusar de ellos. Además, pese a su alto contenido en agua, no calman la sed, debido al azúcar que contienen. Los helados de crema, aunque más calóricos, también son más ricos en nutrientes, como veremos en un próximo post.
Vía | Consumer Más información | Asociación Española de Fabricantes de Helados