Las células inmunes del cerebro nos hacen ganar peso para compensar épocas de escasez

Si eres de los que piensa que el universo conspira contra ti para hacerte el proceso de adelgazar tan difícil como sea posible, deja de mirar al universo y comienza a mirar a tu cerebro, a tu sistema inmune y a miles de años de evolución que han dado forma al ser humano.

Porque, según un estudio, son las células inmunes del cerebro, llamadas microglía, las que disparan el impulso de comer de más y ganar peso cuando se encuentran ante una dieta alta en grasas. La investigación ha sido llevada a cabo en ratones por científicos de la Universidad de California San Francisco y del Centro Médico de la Universidad de Washington.

Dieta rica en grasas vs. dieta sana

En este nuevo estudio, los investigadores alimentaron a varios ratones con una dieta similar a la de un humano que se alimente de comida rápida rica en grasas durante cuatro semanas, algo que se sabe que causa que la microglía se expanda y que se forme una inflamación local dentro del hipotálamo basal.

Los ratones alimentados con esa dieta además comieron más, quemaron menos calorías y cogieron más peso en comparación con otros animales que recibieron una dieta más sana, baja en grasas

Un vistazo a…
AYUNO INTERMITENTE

Si aplacas la microglía, comes menos

Para determinar si la multiplicación de la microglía se debía a la sobrealimentación y la obesidad, o en cambio era un resultado de su aumento de peso, el equipo redujo esas células en los ratones de dieta grasa administrándoles una medicación todavía experimental, llamada PLX5622.

El resultado fue que los animales tratados con ella comieron un 15% menos y cogieron un 20% menos de peso que los ratones que siguieron esa dieta pero no fueron tratados con el medicamento.

Otros dos experimentos

En el siguiente experimento, utilizaron unos ratones genéticamente modificados para evitar que la microglía desarrollase esa respuesta inflamatoria, y descubrieron que estos nuevos ratones comieron un 15% menos y cogieron un 40% menos de peso siguiendo la misma dieta alta en grasas que los anteriores ratones. Eso sugiere, explican los científicos, que la capacidad inflamatoria de la microglía es la responsable de que los animales coman de más y cojan peso.

Para confirmar esta hipótesis, los científicos desarrollaron un tipo de ratón en los que poder usar un compuesto para activar y desactivar la respuesta de la microglía a voluntad.

Descubrieron que, incluso en ratones alimentados con una dieta baja en grasas, al activar la respuesta de la microglía los ratones comían un 33% más y gastaban un 12% menos de energía, lo que resultaba en un desequilibrio energético y una subida en el aumento de peso en comparación con los ratones alimentados con la misma dieta pero sin respuesta de la microglía.

¿Por qué el cerebro nos engorda?

Los investigadores creen que puede haber una explicación evolutiva para el hecho de que la microglía sea capaz de disparar en pocos instantes nuestro apetito y la capacidad de coger peso: la comida rica en grasas rara vez estaba disponible durante la evolución de los mamíferos, y cuando lo estaba, suponía una ventaja para esos mamíferos dejar durante un momento de cazar o comer hierba y centrarse en comer, comer y comer.

Las grasas son el alimento más denso en calorías que los antiguos humanos podían ingerir, así que cuando por fin podían acceder a ellas tras un largo periodo de ayuno, la microglía sería esencial para que nos centrásemos en estos alimentos, estimulando nuestro apetito.

Ahora las grasas están en todas partes

Las grasas han sido un nutriente escaso durante la mayor parte de la historia de la humanidad, y por eso nuestro cerebro les ha dado prioridad cuando se ha topado con ellas. El problema es que esto ya no es así: ahora las grasas están por todas partes.

Además de los alimentos que las contienen de forma natural, como las carnes y pescados, muchos alimentos procesados contienen algún tipo de grasas: la pastelería y repostería, cualquier cosa que contenga mantequilla o margarina entre sus ingredientes, las patatas fritas y similares, la comida rápida... El motivo es que las grasas hacen más agradable al paladar cualquier alimento, una cualidad llamada palatabilidad.

Los alimentos son más agradables, sí, pero a nuestro cerebro aun no le ha dado tiempo a adaptarse a este entorno en el que las grasas no son un bien escaso a evitar sino un elemento habitual cuya ingesta conviene moderar.

Imágenes | iStock
En Vitónica | Una dieta alta en calorías "enloquece" al cerebro

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