La búsqueda del Santo Grial de la salud pasa por la pérdida de peso a largo plazo. Es lo que todo el mundo quiere y lo que pocos consiguen. Dietas, estrategias, soluciones milagrosas... muchos formatos tratan de obtener los mismos objetivos con resultados variables o escasos.
Si nos centramos en dos estrategias concretas, una es el clásico uso de las dietas restrictivas, que son pautas concretas para reducir el aporte calórico en las ingestas. La otra es un cambio de hábitos, a largo plazo, y la educación nutricional. ¿Qué diferencias existen? ¿Por qué una es más útil y eficaz que la otra?
Dieta o hábito, ¿en qué se diferencian?
Puede parecer una pregunta obvia, pero no está de más entender ambas posturas. Las dietas restrictivas consisten en diseñar un plan dietético que reduzca los aportes nutricionales de macronutrientes, especialmente de lípidos y glúcidos, para aminorar el aporte calórico en cada ingesta. Esto lo hace restringiendo los alimentos y las cantidades en un patrón exacto de comidas. Entre las dietas restrictivas, las hay diseñadas por expertos y otras conocidas como dietas milagro.
Aunque ambas son restrictivas, una dieta diseñada por un profesional nutricionista está ajustada a cada persona de manera concreta e intransferible. El papel de este tipo de dietas consiste en restringir el aporte calórico sin que esto tenga un impacto en el resto de nutrientes. Por el contrario, las dietas milagro reducen el aporte nutricional sin ningún tipo de contemplación o reparo, por lo que no solo limitan el aporte calórico, sino que no atienden a las necesidades nutricionales de las personas.
Por el contrario, un cambio de hábito, como su propio nombre indica, supone una variación en las costumbres nutricionales y vitales. Para ello es imprescindible educarnos en nutrición y en las consecuencias que tiene la comida y la actividad física en nuestra vida. Con estos conocimientos podemos acceder a cambiar, paulatinamente, nuestros hábitos. Una dieta es una estrategia temporal, aunque podamos alargarla en el tiempo, pero que sigue siendo impositiva.
Los hábitos son comportamientos repetidos regularmente. Esto significa que hay que generar cambios a largo plazo. Cambios que tienen un impacto tanto fisiológico como psicológico y etológico (de comportamiento), por supuesto. A su vez, estos influyen en nuestra salud. Como todo lo que ocurre con nuestra vida, las grandes variaciones requieren de periodos largos de tiempo. Un mes o dos no son periodos largos, ni mucho menos, para nuestro cuerpo.
Funcionar o no funcionar, esa es la cuestión
Si usamos una dieta restrictiva, sin duda, perderemos peso en poco tiempo. Es más, puede que mantengamos parte de esta reducción con el tiempo. Esto se debe a que en un proceso de dieta suele haber una educación nutricional que varía nuestros hábitos. Pero, si volvemos por completo a los hábitos nutricionales anteriores, es 100% seguro que recuperaremos el peso perdido. Esto que hemos resumido en un solo párrafo, podemos explicarlo por cuestiones fundamentales:
La duración
Mientras que la dieta es un patrón que llevamos durante cierto tiempo, que puede ser mucho o poco, siempre tiene una fecha de expiración. Por el contrario, el cambio de hábitos funcionará durante un periodo muy, muy largo (o para siempre). Aprender a comer bien y hacerlo por hábito es es algo que dura en el tiempo y nos ayuda a conservar la pérdida de peso. ¿Y si convertimos una dieta en algo perenne? Entonces, sencillamente, la habremos convertido en un hábito.
El metabolismo
Aunque perdamos algo de peso en poquísimo tiempo, nuestro metabolismo no varía en solo unas semanas o en un mes. Necesita de mucho tiempo para adaptarse y cambiar. Es parte de nuestro sistema homeostático de supervivencia. Por tanto, una dieta podrá ayudarnos a no ingerir demasiadas kilocalorías, pero por sí misma no ayudará a cambiar el motor central que dirige la gestión de energía de nuestro cuerpo y obtendremos, como resultado, un efecto rebote.
El procedimiento
Una dieta consiste en una tarea clara y concisa, ordenada. "Hoy la comida incluye tal o cual, y ese grupo de alimentos están prohibidos", etc. El cambio de hábitos no es tan conciso (aunque puede planificarse) y consiste en adquirir una educación nutricional que nos permita escoger mejor los alimentos. Por tanto, el cambio de hábitos se hace de manera paulatina, poco a poco. Esto tiene una mayor tasa de éxito que los cambios bruscos. Por todo esto, el cambio de hábitos tiene como recompensa una mejora sustancial en la salud; mientras que adoptar una dieta solo tendrá efecto durante el periodo de tiempo que la practiquemos, por lo que se le asocia una alta tasa de abandonos.
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