El olor, el sabor, la textura y el aspecto visual de un alimento o preparación puede determinar nuestros deseos de consumirlo o no, pero también, puede influir en su efecto para calmar nuestro hambre, es decir, puede ser un factor clave en el proceso de saciedad. Hoy te contamos de qué se trata la saciedad sensoroespecífica y por que ésta representa la razón por la que podemos seguir comiendo aun cuando estamos llenos.
¿Qué es la saciedad sensoroespecífica?
La sensación de saciedad es aquella que solemos experimentar cuando nuestro estómago se distiende y envía señales al cerebro que anulan el hambre, estableciendo el cese de una comida y el espacio entre ésta y otra.
Hay diferentes tipos de saciedad que podemos identificar y están determinadas por múltiples factores de los alimentos. Pero una saciedad más compleja y en la cual inciden diferentes factores es la saciedad sensoroespecífica.
Este no es un término nuevo sino que ya en 1981 se determinó su presencia en humanos y se describe como una saciedad específica para cada alimento consumido, es decir, podemos estar saciados de fruta pero no de carne si no hemos ingerido este último alimento pero sí el primero.
En este tipo de saciedad es determinante las características de los alimentos que estimulan nuestros sentidos, pues son éstos los que producen saciedad activando zonas cerebrales, según señala un estudio publicado en Neuroreport.
Debido a la especificidad de la saciedad acorde a cada alimento y a la influencia de las características sensoriales del mismo es que este tipo de saciedad se denomina saciedad sensoroespecífica.
En términos prácticos podríamos decir que podemos saciarnos de un alimento que estamos consumiendo o hemos comido pero ante los estímulos de otros alimentos o platos con diferente sabor, aroma, aspecto o textura, podemos sentir hambre nuevamente o podemos consumirlo sin sentir saciedad para esa preparación concreta.
Cómo puede afectarnos la saciedad sensoroespecífica
Si consideramos que sólo un nuevo sabor, aroma o la presencia de un ingrediente distinto en el plato ya representa un cambio en una preparación, el mismo puede permitirnos la ingesta nuevamente aunque previamente nos sintiéramos saciados ante el consumo del mismo plato sin ese "cambio".
Se ha demostrado que los humanos somos más propensos a buscar cambios sensoriales que modificaciones en aspectos no sensoriales. Por ello quizá, un cambio de sabor, de aroma o apariencia puede atenuar la saciedad que un alimento produce.
Así, una investigación publicada en Physiology & Behavior comprobó que la sola adición de salsa de tomate o mayonesa a unas patatas fritas incentivó su consumo, es decir, que la saciedad sensoroespecífica puede hacernos comer más si variamos el plato o simplemente, vamos adicionando condimentos y/o salsas a lo que ya hemos comido.
Es decir, aun cuando creemos estar llenos de patatas fritas, podemos seguir comiendo si añadimos salsa de tomate a las mismas, y cuando ya estamos llenos de éstas, si le agregamos mayonesa nuevamente podemos continuar con su ingesta. La saciedad sensoroespecífica es la razón por la cual podemos continuar comiendo cuanto estamos llenos.
Una menor saciedad producto de la variedad en una misma comida o de la ingesta constante de nuevos alimentos que pueden estar expuestos en nuestro ambiente, puede conducir a un mayor peso y porcentaje de grasa corporal, según han demostrado científicos de Australia.. Por el contrario, menores cambios o una diversidad inferior en una comida nos conduciría a una saciedad superior y a no continuar comiendo "nuevos" alimentos aun cuando estamos llenos.
Concretamente, la saciedad sensoroespecífica puede conducirnos a comer sin hambre, más allá de la necesidad de obtener nutrientes y energía, pues ante nuevos sabores, aromas, apariencias y/o texturas, es posible continuar comiendo.
Una dieta variada, ¿nos impulsa a comer más?
Siempre promocionamos los beneficios de una dieta variada para garantizar la presencia de todo tipo de nutrientes que nuestro cuerpo necesita, sin embargo, considerando que a mayor variedad comemos más, ¿es ésta desaconsejable?
La realidad es que aquí importa mucho el contexto, pues la variedad en el total de la dieta es clave, mientras que no es lo mismo la variedad en una comida. Es decir, si queremos controlar la cantidad que comemos, lo ideal es que en cada ingesta no haya un gran número de platos sino una preparación o dos como máximo.
En un sólo plato podemos incluir variedad de ingredientes que ofrecerán gran diversidad de nutrientes, pero el sabor de este único plato terminará saciándonos y no tendremos más alternativas "diferentes" en esa comida. Sin embargo, sí podemos variar en otras comidas de un mismo día y en días posteriores las preparaciones.
La variedad en el total de la dieta es recomendable, pero no la gran variedad en una misma comida, pues por el proceso de saciedad sensoroespecífica, continuaremos comiendo aun llenos y lograremos un sobreconsumo. Por ello, los buffet libres nos empujan a comer en exceso.
Por otro lado, el ambiente puede influir grandemente, ya que si a nuestro alcance y a la vista tenemos una gran cantidad de alimentos, es probable que vayamos por ellos aun cuando ya hemos comido y estemos llenos.
Entonces, además de controlar las comidas, modificar el ambiente para que éste no nos incentive a continuar comiendo más allá de la necesidad o el hambre es clave si no queremos caer en un sobreconsumo.
Como podemos ver, nuestro organismo posee procesos más complejos de lo que imaginamos y la saciedad sensoroespecifica que resultaría una ventaja para nuestros antepasados que no tenían siempre comida a su disposición hoy que vivimos rodeados de estímulos alimentarios puede ser un arma de doble filo. Por ello, conocer de qué se trata la saciedad sensoroespecífica y cómo podemos controlar este proceso para no comer en exceso es de mucha utilidad para cuidar la salud.
Bibliografía consultada | Physiology & Behavior, Volume 27, Issue 1, July 1981, Pages 137–142; Neuroreport, 20 March 2000 - Volume 11 - Issue 4 - p 893–897; Journal of Consumer Research, DOI: http://dx.doi.org/10.1086/321950 105-120, June 2001; Physiology & Behavior, Volume 97, Issue 1, 20 April 2009, Pages 44–51; Am J Clin Nutr May 2012, vol. 95 no. 5 1038-1047 y Physiology & Behavior, Volume 140, 1 March 2015, Pages 180–187
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