Cuando nos echamos a la boca un pedazo de comida, ya sea de origen animal, vegetal o una mezcla, normalmente nos metemos un conjunto de glúcidos, lípidos y proteínas, indistintamente. Aun así, algunas dietas, como la disociada, alegan que es mejor no mezclar.
Este tipo de protocolos tratan de separar los alimentos en grupos incompatibles. La idea de que existen sustancias dentro de los alimentos que no se pueden mezclar parece muy poco intuitiva. ¿Tiene algún sentido? ¿Por qué hay gente que dice haber adelgazado con ella? Esto es lo que sabemos sobre las dietas disociadas.
¿En qué consiste la dieta disociada?
A principios de 1990 cobraba fama el método propuesto por Michel Montignac, un ejecutivo internacional de la industria farmacéutica, destinado a perder peso. Con él, Montignac puso la primera piedra a las actuales dietas disociadas, ya que diferenciaba los alimentos en grupos diversos con ciertas reglas para combinarlos.
Hay que decir que, a pesar del éxito en ventas del método Montignac, cristalizado en varios libros, este no se basa en ningún tipo de evidencia científica, sino en las pruebas realizadas por este ejecutivo consigo mismo y su familia. A pesar de todo, las dietas disociadas comenzaron a aparecer como setas, dividiendo a los alimentos según sus nutrientes y elaborando intrincados patrones de consumo.
Así, en la dieta disociada se distinguen cinco grupos: verduras y hortalizas, frutas, grasas, hidratos de carbono y proteínas. Una división más común es englobarlos en solo tres grupos según los macronutrientes mayoritarios: glúcidos, protéicos y neutros, aunque también podemos encontrar diversas versiones de estas diferencias.
Con estos grupos diferenciados, la dieta disociada se basa en una serie de reglas que consisten en no mezclar, bajo ningún concepto, proteínas con hidratos, con grasas, mezclar diferentes tipos de fruta (como los cítricos y otros frutales), combinar fruta con otras comidas, y no comer hidratos de carbono a partir de las 18:00h, entre otras.
Según sus defensores, cada una de las cinco comidas al día tiene una función determinada que no es conveniente obviar por cuestiones fisiológicas. Cada una de estas cinco comidas está asociada principalmente a uno de los grupos de alimentos. La idea subyacente bajo este tipo de dietas es que nuestro cuerpo no puede procesar los macronutrientes de manera adecuada. Pero, ¿tiene esto algún sentido?
Grasas, carbohidratos y proteínas vienen en el mismo "paquete"
Nadie puede negar que cada alimento tiene una proporción mayor o menor de macronutrientes. Pero es muy difícil encontrar alimentos en los que no existan lípidos, glúcidos y proteínas porque son componentes esenciales de cualquier ser vivo. Teniendo esto presente, podemos volver a pensar que lo importante está en la proporción.
Pero esto tampoco tiene mucho sentido si la razón de disociar una dieta es que nuestro cuerpo no es capaz de procesar bien los macronutrientes en conjunto. ¿A veces lo hace bien y a veces no? Pero, dejando de lado la lógica, lo que dicen las evidencias científicas es que no, la dieta disociada no tiene ningún efecto positivo en comparación con otras dietas.
Otros estudios han comprobado que la digestión, desde su aspecto enzimático, hasta el de absorción, no tiene en cuenta la proporción de macronutrientes. Por supuesto, sí que existen interacciones nutricionales. Por poner un ejemplo, las fibras pueden impedir la correcta absorción de proteínas o nutrientes. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con la proporción de los macronutrientes, y mucho menos con su presencia mezclada.
Entonces, ¿por qué hay quien dice que le funciona?
Quien afirma que la dieta disociada le funciona, muy probablemente esté en lo cierto. Pero hay que entender el por qué. En primer lugar, perder peso no es el mejor indicador de que estamos alcanzando un estado más saludable (salvo excepciones). Perder peso graso significa que estamos viviendo en un régimen hipocalórico.
No importa el tipo de dieta que adoptemos, disociada, de Montignac, la del agua de limón... Si consumimos más calorías de las que ingerimos no tardaremos en perder peso rápidamente. Pero claro, también podríamos sufrir un desagradable efecto rebote, algo bastante común en este tipo de dietas "milagro".
Insistimos, perder peso no es un buen indicativo. ¿Y ponerse en forma? Podríamos ganar músculo, sentirnos más activos, etc. La dieta disociada, si complementa bien todos los tipos de alimentos, no tiene por qué tener un impacto negativo en la salud. Al fin y al cabo, solo desplaza en el tiempo los tipos de alimentos y no es restrictiva.
Unida a la actividad física, no tiene por qué tener mayores implicaciones. El problema es que tampoco tiene mucho sentido y, encima, desinforma. La desinformación sí que puede resultar peligrosa y llevarnos a evitar ciertos alimentos o adoptar costumbres nutricionales inadecuadas. Por tanto, existen razones de sobra para no practicarla.
En vez de una dieta disociada, que no tiene aval científico ninguno, es mejor cambiar nuestros hábitos alimenticios eliminando los ultraprocesados, reduciendo la cantidad de azúcar, la de sal, bebiendo mucha agua y fibra, tratando de cocinar nosotros mismos y aumentando el nivel de actividad física en nuestro día a día. Todo eso nos irá mucho mejor que si intentamos no mezclar proteínas con hidratos de carbono.
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