10 factores de riesgo cardiovascular sobre los que tú tienes la última palabra

Santiago Campillo

Colaborador

Licenciado en Biología, divulgador científico y autodidacta a tiempo parcial. Gentilhombre del S. XXI. La Comunicación Científica es mi pasión y también mi profesión cuando se deja. Inquieto por naturaleza, cómodo por vicio y creativo por enfermedad.

La Fundación Española del Corazón tiene claros cuáles son los aspectos esenciales en los cuidados cardiovasculares. Los ataques al corazón, los ictus e infartos están entre las enfermedades que más gente mata al año.

Lo más curioso es que los 10 factores de riesgo más importantes son fáciles de reducir adaptando algunos hábitos de vida. Estos nos demuestran que para vivir más y mejor solo tenemos que hacer unos pequeños cambios. Cambios que están en nuestra mano, por supuesto.

El tabaquismo

El tabaco está directamente relacionado con las probabilidades de sufrir problemas cardiovasculares. Esto se produce por varios mecanismos: en primer lugar, activa al sistema nervioso simpático de manera que potencia los efectos relacionados con la enfermedad cardiovascular. Por otro lado, también acelera la aparición de placas de ateroma y la arterioesclerosis.

Se estima que los fumadores tienen tres veces más riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular que alguien no fumador. Pero, además, los no fumadores también se ven afectados por culpa de los fumadores, de manera que el tabaquismo aumenta el riesgo para toda la población y en todos los sentidos.

Y no solo en cuanto a nuestra salud cardiovascular, el tabaco nos afecta en múltiples formas . Sabemos que dejar de fumar no es nada fácil. Enfrentarse a la ansiedad es complicadísimo. Ningún remedio (por muy bueno o raro que sea) resulta infalible y no existen milagros. Sin embargo, los cambios de hábitos nos ayudan a mantener nuestras prioridades en su sitio.

El estrés y la ansiedad

Tanto el estrés como la ansiedad son factores relacionados entre sí y con las enfermedades del corazón. Los estudios apuntan que el estrés generado por situaciones que suponen un reto, especialmente en cuestiones emocionales y laborales, pueden suponer un riesgo para nuestra salud cardiovascular. Con la ansiedad no controlada ocurre exactamente lo mismo. Es importante mantener el control de las situaciones que nos generan este tipo de emociones.

Mientras que el estrés, en sí, puede rebajarse tomando decisiones adecuadas, haciendo ejercicio y adquiriendo hábitos de vida saludable (curiosamente, esto también ayuda a reducir otros factores de riesgo), la ansiedad es una dificultad al que nos enfrentamos todos los seres humanos.

Sin embargo, los expertos consideran que la ansiedad no tiene por qué convertirse en un problema (siempre que no llegue a un nivel patológico). Si sabemos controlarla y, sobre todo, convivir con ella, esta no tiene por qué suponer ningún inconveniente (ni tampoco un factor de riesgo)

El colesterol

Hace ya tiempo que el papel del colesterol en nuestro organismo dejó de demonizarse. Aun así, no debemos dejar de preocuparnos por sus niveles y cómo estos nos afecta, especialmente en relación con nuestra salud cardiovascular. En resumidas cuentas, el colesterol mal llamado "malo" puede obstruir las paredes de los vasos sanguíneos y arterias, formando placas de ateroma.

Los niveles de colesterol descontrolados se asocian a un mayor riesgo de sufrir problemas cardiorrespiratorios. De nuevo, y por suerte, una buena alimentación, rica en vegetales y fibras, pescado con grasas saludables, frutos secos... nos ayudarán a reducir los niveles excesivos y mantener los niveles a raya. Por otro lado, el ejercicio y la actividad física son medidas eficaces para mantener nuestro colesterol en su sitio.

La hipertensión

Muy asociado al problema anterior, la hipertensión es una causa mayoritaria de los problemas cardiovasculares. La hipertensión, como enfermedad, puede aparecer a cualquier edad, pero especialmente a partir de los 40 años. Está se produce por una presión arterial muy alta, debido a diversas cuestiones.

Por ejemplo, sabemos que el tabaco, el exceso de grasas, azúcares, sal y el sedentarismo ayudan a aumentar la hipertensión. ¿Qué podemos hacer para reducirla? Una alimentación adecuada, la reducción de sal, azúcar y grasas y algo de deporte son suficientes para mantener una presión arterial adecuada.

La obesidad

El sobrepeso y la obesidad se consideran las epidemias más extendidas del mundo. Esto también está muy relacionado con todo lo anterior. La obesidad es un dilema muy serio y que aumenta enormemente el riesgo de sufrir un problema cardíaco.

Perder peso, en ciertas circunstancias, puede parecer complicado. Por suerte, tenemos cientos de métodos, técnicas, ayudas y formas para conseguirlo: desde asistencia profesional psicológica a cambios en la alimentación, pasando por circuitos de ejercicio para comenzar, entrenamiento de intensidad para quien necesita más, suplementos eficaces de todo tipo, o protocolos alimentarios que nos ayudarán. Eso sí, la decisión, y la responsabilidad de escoger un de estos caminos (o varios) para perder peso, son solo nuestras.

La diabetes

La diabetes es otro de los factores de riesgo. Si ya la padecemos solo nos queda un buen control. Pero si no estamos en ese punto, es imprescindible conocerla y prevenirla. Para ello podemos hacer algo de ejercicio, una medida más que probada para la reducción de incidencia de diabetes. También podemos evitarla mediante una adecuada alimentación, que es uno de los factores determinantes en la aparición de esta enfermedad.

¿Qué alimentos podemos escoger para prevenir la diabetes? Legumbres, granos y ricos en fibras, frutas frescas y verduras, sobre todo. Debemos evitar aquellas con exceso de azúcar, azúcares libres y grasas.

La frecuencia cardíaca

La frecuencia cardíaca, también conocida como pulsaciones, indica el funcionamiento de tu corazón. Es importante conocer cómo funciona, y si lo hace con normalidad. Existen estudios que relacionan la frecuencia cardíaca descontrolada con problemas cardiovasculares. Esta frecuencia puede estar directamente influenciada por alguno de los problemas descritos arriba, o puede manifestar una enfermedad completamente distinta.

En cualquier caso, es importante saber cuáles son las pulsaciones normales, que suelen oscilar entre los 50 y los 100 latidos por minuto, en reposo. Cuando hacemos ejercicio, la frecuencia se dispara. El límite está marcado en torno a las 200 pulsaciones, aunque esta cifra no es especialmente concreta.

Lo mejor es conocer las pulsaciones de uno mismo, según las diversas actividades, y determinar los límites más adecuados dependiendo de lo que estemos haciendo. Para ello, las pulseras cuantificadoras pueden ser especialmente útiles.

La salud bucodental

Podemos decir, sin lugar a dudas, que la salud comienza por nuestra boca. Cuidar la higiene dental, reducir las caries y evitar problemas relacionados con los dientes es una premisa esencial para cuidar nuestra digestión y, por tanto, nuestra salud. Tanto es así, que la mala salud bucodental está directamente relacionada con los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.

Por tanto, un gesto sencillo, y muy eficaz, consiste en cuidar nuestra boca. ¿Y cómo? Cepillándose al menos dos veces al día, de la manera adecuada, con un cepillo eléctrico a ser posible. En caso de tener algún problema como la maloclusión dental deberemos recurrir al especialista, además de visitar al dentista, como mínimo una vez al año, aunque es mejor si lo hacemos cada seis meses. También podemos prevenir las caries reduciendo el consumo de ciertos alimentos, entre los que se incluyen los ácidos, los refrescos, los productos con azúcares libres, el alcohol o el tabaco.

La mala alimentación

Casi todos los factores de riesgo anterior están relacionados con la mala alimentación. La dieta, a nivel clínico, se considera una herramienta de de tratamiento. Es importante que la dieta sea equilibrada y saludable. Nuestra alimentación puede ayudarnos a la vez con múltiples factores de riesgo, además de ser un factor de riesgo en sí misma.

Una dieta adecuada (omnívora) incluye varias piezas de fruta al día, mucha verdura, legumbres, cerales, aceites vegetales, pescado, un poco de carne a la semana, huevos, leche... Y evita los ultraprocesados, el azúcar libre y las grasas de mala calidad, entre otras cosas.

El sedentarismo

Al igual que la alimentación, la falta de ejercicio físico es uno de los principales factores de riesgo en las enfermedades cardiovasculares. El sedentarismo promueve todos los factores de riesgo de los que hemos hablado, además de ser un problema en sí mismo. Para combatirlo, lo único que debemos hacer es salir más. Y si no queremos salir, al menos, hagamos algo de ejercicio en casa.

Tampoco es necesario hacer deporte, en sí, aunque sus beneficios bien merecen la pena, pero, al menos, movámonos. La cuestión es evitar el sedentarismo: estar pegados todo el día a un sillón, delante de una pantalla o sin movernos. Es muy importante que activemos nuestra fisiología y le demos un hueco a la actividad física en nuestra vida.

Imágenes | Unsplash

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