Dislexia, una dificultad para aprender que no tiene nada que ver con la inteligencia

La dislexia es un problema muy común pero no siempre bien entendido, que se manifiesta en la infancia aunque dura toda la vida. Se trata de un problema relacionado con la lectura y con la escritura que, si bien no pone en peligro la vida de quien la sufre, puede suponer un retraso educativo desde edades muy tempranas, marcando el desarrollo escolar y académico, limitando las oportunidades de formación y con ello reduciendo las posibilidades laborales y económicas durante toda la vida.

Una detección temprana de la dislexia puede ser la diferencia entre el éxito o el fracaso escolar de un niño, y por eso es importante conocer sus señales y estar atentos a ellas cuando tratamos con niños pequeñas.

¿Qué es la dislexia?

Existen distintas definiciones, pero una forma general de describirla sería la de una serie de dificultades relacionadas con el aprendizaje, de origen neurobiológico, por las que una persona no identifica con precisión o de forma fluida, las letras y palabras escritas, lo cual supone un obstáculo a la hora de leer y/o escribir.

Las personas que padecen dislexia no son iletradas o analfabetas, en el sentido de que han recibido la educación para aprender a leer y escribir, y aun así tienen dificultades que, además, no van acompañadas de otras dificultades propias de la falta de formación, como no saber hacer operaciones matemáticas simples, por ejemplo.

Pero la dislexia sí que puede producir otros retrasos indirectos. Por ejemplo, las dificultades para leer pueden limitar el interés por la lectura, lo que a su vez puede producir una limitación del vocabulario de la persona que la padece.

Causas de la dislexia

Actualmente no se conoce qué causa la dislexia, aunque sí se sabe que no es un problema de capacidades o de inteligencia, ya que existe gente disléxica tremendamente capaz en otras disciplinas intelectuales, por ejemplo las ciencias exactas.

Se cree que hay un componente genético, ya que en muchas familias hay varias personas disléxicas. De hecho, los hermanos de niños diagnosticados con dislexia tienen muchas probabilidades de padecer también trastornos relacionados con la lectura o la escritura.

Por otro lado, podría deberse a distintas configuraciones y funcionamientos del cerebro: cuando leemos, distintas partes de nuestro cerebro identifican los símbolos que son las letras y los convierten en sonidos, que se combinan para formar palabras con sentido. Esas partes del cerebro normalmente funcionan de forma predecible, pero en las personas con dislexia, algo ocurre de forma diferente dentro de ese proceso, aunque no está claro por qué.

Cómo reconocer la dislexia

Como decíamos antes, una detección temprana de la dislexia puede ser la diferencia entre el fracaso o el éxito escolar de un niño. En un sistema de aprendizaje basado en la lectura, las dificultades para leer son un gran obstáculo, pero teniendo el diagnóstico a tiempo, se le puede dar el apoyo necesario para que aprenda como uno más.

Normalmente las señales aparecen cuando el niño comienza a ir al colegio y empieza a trabajar con la lectura y la escritura. Algunas señales son: leer y escribir muy despacio sin ir cogiendo soltura poco a poco, confundir el orden de las letras dentro de una palabra, cambiar unas letras por otras parecidas (la "b" y la "d", por ejemplo), entender perfectamente las instrucciones que se le dan de palabra pero no hacerlo igual si están por escrito, no ser capaz de recordar correctamente la letra de poesías o canciones infantiles sencillas...

Sin embargo, cada caso es diferente y puede haber señales que coincidan con las descritas y otras que sean distintas. Es importante una comunicación fluida entre padres y profesores para determinar cuando un niño está comenzando a mostrar dificultades específicas con el aprendizaje.

Existen algunas herramientas que, si bien no sustituyen al diagnóstico profesional, pueden servir para una evaluación previa. Es el caso de Dytective test, una aplicación desarrollada por la lingüista Luz Rello, afectada ella misma de dislexia, que propone un juego con diferentes pruebas a la vez que analiza las respuestas del niño y evalúa posibles dificultades de reconocimiento de letras y de lectura.

Qué hacer una vez diagnosticada la dislexia

Una vez que un médico especialista ha diagnosticado un caso de dislexia, es importante que padres y centros educativos trabajen coordinadamente para ayudar al niño a seguir el ritmo de las clases. Cada caso será diferente, ya que no solo depende de las condiciones del niño en concreto y sus dificultades específicas, sino también de las posibilidades de su colegio y de las políticas educativas de cada región.

Lo más habitual es proveer de materiales que estén menos basados en la escritura y más en aspectos visuales y audiovisuales. También puede ser de gran ayuda una atención más detallada del profesorado, incluidos especialistas en necesidades especiales, que refuercen aquellas áreas en las que el niño tenga más dificultades.

Existen también grupos de ayuda para personas con dislexia y sus familiares, en los que se pueden compartir experiencias y encontrar apoyo en temas como la autoestima, que se puede ver resentida al ver que el aprendizaje resulta más difícil que a otras personas de la misma edad.

La dislexia en los adultos

Puesto la dislexia no es una enfermedad, sino una dificultad, no tiene cura y por tanto acompaña a los que la padecen durante toda la vida. Al llegar a la vida adulta la mayoría ya ha desarrollado estrategias de compensación y puede que las personas a su alrededor no se den cuenta de que tienen que hacer un esfuerzo mayor a la hora de leer y escribir correctamente.

En esos casos, son de gran ayuda los** correctores de textos** que incorporan muchos programas informáticos, para detectar palabras que hayan podido ser escritas de forma incorrecta, alternando el sitio de algunas letras. También puede ser útil no fiarlo todo a la memorización y aprender y trabajar en base a conceptos, mapas y esquemas, y no solo a textos y palabras.

Sin embargo, el principal consejo es el de aceptar esa dificultad como algo normal y tratar de mantener siempre la calma, ya que en estado de nervios es más probable un bloqueo y que las dificultades se acentúen. De hecho, muchos disléxicos adultos aseguran que hacer frente a esta dificultad durante toda su vida les ha ayudado a desarrollar otras habilidades que les han sido muy útiles, como la creatividad, la asociación libre de ideas o el pensamiento abstracto.

Imágenes | Pixabay
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