Unas 130.000 personas cada año en España sufren un ictus, también conocido como embolia o accidente cerebrovascular. El ictus es el equivalente al infarto de corazón pero producido en el cerebro, y existen dos tipos principales de esta patología: por un lado está el ictus hemorrágico, que se produce cuando una vena o arteria se rompe, y por otro está el ictus isquémico, que se da cuando hay una obstrucción del flujo sanguíneo que dificulta el acceso de la sangre al cerebro.
El ictus aparece de forma súbita y puede dejar secuelas muy graves en la persona que lo padece, afectando severamente a su calidad de vida. Solo un tercio de las personas que sufren un ictus pueden recuperarse totalmente y, lo que es más importante, hasta el 25% de las personas que han sufrido un ictus mueren durante los 30 días siguientes, según datos del Observatorio del Ictus en España.
¿Cuáles son las causas del ictus?
Cuando hablamos del ictus debemos tener en cuenta que hay algunos factores no modificables que aumentan las posibilidades de que suframos uno: la edad (a partir de los 55 años es más frecuente), el sexo (en mujeres la muerte por enfermedad cerebrovascular es más frecuente), los antecedentes familiares (la herencia genética) y la raza (las personas de raza negra e hispanoamericana son más susceptibles de sufrir un ictus).
Sin embargo, también existen muchos factores que aumentan el riesgo de ictus y que sí que podemos controlar, ya que están relacionados con nuestro estilo de vida. Factores como el sedentarismo, la obesidad, el colesterol alto, el consumo de alcohol y drogas, el alto consumo de sal o el tabaquismo también están directamente relacionados con el ictus.
¿Cómo afecta el estrés al riesgo de sufrir un ictus?
Según los últimos estudios, como este publicado en el Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry, los altos niveles de estrés en el trabajo, la ansiedad y la depresión son factores de riesgo que aumentan las posibilidades de sufrir un ictus. Las situaciones de estrés psico-físico o de presión en el trabajo pueden aumentar hasta en un 58% el riesgo de ictus, por lo que se convierte en un factor controlable muy importante a tener en cuenta para prevenir esta patología.
Los trabajos exigentes que conllevan fechas de entrega y una gran carga psicológica, así como los que nos ponen ante situaciones poco predecibles, muchos de ellos en el sector servicios, son considerados como los más estresantes, y los que por tanto conllevan un riesgo mayor ante el ictus.
Además, este tipo de empleos con un alto nivel de estrés suelen estar relacionados con unos peores hábitos de vida: comidas más desordenadas y poco saludables, sedentarismo o falta de actividad física... Que como hemos dicho anteriormente son factores de riesgo a la hora de sufrir un ictus.
Las señales de alarma ante un ictus
Existen cinco signos que nos advierten que una persona está sufriendo un ictus. Es importante que los conozcamos para actuar lo más rápido posible, llamando a emergencias o trasladando a la persona al centro médico más cercano. Reconocer un ictus a tiempo puede salvar la vida de la persona que lo está padeciendo.
- Dolor de cabeza repentino, sin una causa aparente y de una intensidad mayor a la habitual.
- Pérdida de fuerza repentina en un lado del cuerpo que puede afectar a la cara, a un brazo o a una pierna.
- Pérdida del equilibrio o sensación de vértigo repentina.
- Alteración repentina de la visión de uno o ambos ojos.
- Aparición de problemas para hablar o para entender lo que nos dicen.
Ante la aparición de estas señales es importante que actuemos con rapidez y que no les quitemos importancia: puede tratarse de un ataque isquémico transitorio que, si se trata a tiempo, puede evitar el infarto cerebral.
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