Lo que sabemos sobre el uso médico de la marihuana: ¿esconde una droga común las claves de la medicina del futuro?

El ser humano, nos dice el Baudelaire en su largo ensayo sobre el hachís y el opio, “ha querido crear el paraíso por medio de la farmacia”. Y, si os digo la verdad, creo que no hay definición más precisa sobre nuestra relación con el cannabis, una relación que se remonta hasta los pueblos que vivían en Asia central y del sur hace unos 8000 años. Es decir, lleva ocho milenios creciendo a nuestro costado.

Durante todos esos años hemos usado el cannabis con fines religiosos (en el Atharva Veda hindú se habla de él como un “embriagante sagrado”), político-militares (la palabra ‘asesino’ proviene de una secta proto-terrorista ismaelita y significa literalmente ‘comedores de hachís), recreativos y, por su puesto, sanitarios. Desde el siglo XVI a principios del XX, las farmacopeas de todas épocas y lugares han incluido al cannabis como planta medicinal.

Sin embargo, durante el largo siglo XX algo se torció. Aunque hay legislaciones previas en muchos países, la criminalización se consumó a raíz de la revisión de 1925 de la Convención Internacional del Opio y se hizo definitiva con la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961. En los últimos años, esa criminalización está siendo cada vez más contestada.

Sanitarios, profesionales y activistas llevan décadas pidiendo espacio para el uso de la marihuana en las clínicas y los hospitales. Pero, ¿tiene sentido científicamente hablando, se trata de un mito urbano o es, sencillamente, una excusa recurrente para legalizar el tráfico por la puerta de atrás? Analizamos lo que dice la ciencia, la ley y la medicina sobre el cannabis medicinal.

¿Qué es el cannabis?

No me voy a detener mucho en esto porque, aunque el cannabis es una planta fascinante, todos tenemos una idea aproximada de lo que es: la planta de donde salen la marihuana, el hachís y los aceites de hachís. Hasta la fecha, hemos encontrado más de un centenar de cannabinoides diferentes y otros muchos componentes en las plantas. Sin embargo, los dos compuestos que más atención han recibido son el THC y el CBD.

El tetrahidrocannabino (THC) es el principal componente psicoactivo de la planta y, por tanto, el principal responsable de la alteración de los sentidos visuales, auditivos y olfativos. También está relacionado con la relajación, la fatiga, el apetito y un leve efecto analgésico.

El cannabidiol (CBD), por otro lado, es el principal principio activo de las plantas y, a diferencia del THC, no tiene propiedades psicoactivas. Popularmente, se suele considerar que es el cannabinoide con mayor interés clínico y, hasta la fecha, no está incluído en ninguna regulación internacional de control de drogas (de hecho, en 2018, la OMS recomendó que no se incluyera).

Aunque hay documentados, al menos, 111 cannabinoides más, no tenemos demasiada información sobre el resto. Esto se debe, en parte, a los problemas de investigar sustancias prohibidas a nivel internacional; pero también a que la investigación biomédica requiere enormes cantidades de dinero que, como veremos, los efectos terapeúticos de los cannabinoides (derivados del cannabis o sintéticos) no acaban de justificar.

¿Para qué sirven el cannabis y los cannabinoides (médicamente hablando)?

Antes de entrar en materia, quiero detenerme un momento en una pregunta previa, ¿cómo sabemos que un tratamiento funciona? Hoy por hoy solo hay una manera: estudiando minuciosamente la mejor evidencia científica que podamos encontrar. Trabajos como el de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos o el gran número de revisiones de Cochrane nos dan la mejor información disponible (siempre en proceso de actualización).

¿Qué sabemos hasta ahora? Para empezar, que los tratamientos sobre los que tenemos evidencia sustancial de su eficacia se pueden contar con los dedos de una mano: (1) el tratamiento del dolor crónico en adultos, (2) la mitigación de las náuseas y los vómitos inducidos por la quimioterapia y (3) mejorando la espasticidad (rigidez muscular) asociada a la esclerosis múltiple. Ya está. Pare usted de contar.

¿Qué más sabemos sobre los efectos terapéuticos del cannabis?

En el siguiente escalón de evidencia sabemos que el cannabis y los cannabinoides pueden ayudar a mejorar el sueño de pacientes con problemas de sueño ligados a apnea, fibromialgia, dolor crónico y esclerosis múltiple. Al menos, a corto plazo.

También tenemos alguna evidencia sobre la eficacia de estos tratamientos para (1) aumentar el apetito y la pérdida de peso asociada con la infección por VIH y el SIDA, (2) reducir los síntomas del síndrome de Tourette, (3) aliviar algunos síntomas vinculados a la ansiedad social y (4) reducir los síntomas del síndrome de estrés post traumático. Todo esto, como digo, está poco estudiado y, pese a que hay estudios que apuntan a su utilidad, queda mucho por investigar antes de plantearse usarlo como tratamiento.

Otras patologías con las que se suele relacionar el cannabis son la demencia, (la presión ocular de) el glaucoma y la depresión. Lamentablemente, tras revisar las principales investigaciones sobre el tema, hoy por hoy, parece que no es efectivo en casos de este tipo. Sobre otras muchas patologías (cáncer, epilepsia, coreas, Parkinson, distonía o síndromes de abstinencia) a día de hoy nos falta información para saber si realmente es efectivo o no.

¿Se puede recetar cannabis en España?

En los registros de la AEMPS hay un sólo medicamento autorizado con los dos grandes principios activos del cannabis (cannabidiol y dronabinol), es un aerosol y se llama Sativex. Está indicado como tratamiento de la esclerosis múltiple en adultos que no han respondido bien a otros tratamientos antiespátiscos. Más allá de eso, actualmente en España no está permitido recetar o recomendar cannabis con fines terapéuticos.

Sin embargo, se usa. Aunque la misma Agencia Española de Medicamentos y Productos sanitarios tiene un protocolo de autorización para todo cultivo de cannabis con fines médicos, científicos o de investigación, la mayoría del "consumo terapéutico" se canaliza mediante asociaciones privadas de consumidores que se agarran a la atipicidad del consumo compartido y el autoconsumo.

En los últimos años, los intentos por regular el uso terapéutico han ganado fuerza y la industria del cannabis no deja de crecer. Sin embargo, las dudas siguen sobre la mesa. Como hemos visto, pese a que las posibilidades son muchas, el interés clínico potencial del cannabis es muy moderado.

¿Tiene sentido usarlo como tratamiento?

Lo cierto es que, si nos atenemos a la evidencia científica, solo tiene sentido usar cannabis en muy pocos casos. Ese es uno de los motivos fundamentales de que el cannabis esté poco desarrollado a nivel de investigación médica: que sobre el papel es muy prometedor, pero a poco que empezamos a investigar los contras parecen demasiado grandes para justificar su uso con los estándares de hoy en día.

Y, por supuesto, no existe ninguna justificación médica para fumar marihuana. Por muy "natural" e "inocuo" que nos pueda parecer, no solo porque no hay forma humana de medir correctamente las dosis, sino porque es una vía de administración extremadamente problemática (relacionada con serios problemas respiratorios). Es algo que solo puede tener sentido como estrategia de último recurso (ante la imposibilidad de encontrar los cannabinoides de otra forma).

Esto es parte del problema. Si os tengo que ser sincero, hay muchos argumentos para pensar que, al margen de las preocupaciones legítimas de muchos enfermos, las reivindicaciones de regulación del uso médico del cannabis suelen defenderse como una legalización de facto del cannabis en general. Ojalá llegue un día en que no haga falta este tipo de apoyos viciados, nos ahorraría muchos problemas.

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