Cada vez se sabe de más deportistas, como Cristiano Ronaldo, o Gareth Bale que hacen uso de la crioterapia - o baños de hielo - para acelerar la recuperación después del ejercicio físico o tras una lesión. Hace tan solo unos días veíamos como el actor Orlando Bloom subía un vídeo a su cuenta de Instagram sumergido en una bañera repleta de hielo.
Así visto, no parece una técnica muy apetecible. Sin embargo, sus defensores aseguran que esta práctica ayuda a que nuestros músculos, nervios, huesos y tendones se recuperen mejor después de realizar ejercicio físico intenso o exigente. La teoría suena bien, pero nos queda la duda de si se trata de fe o realmente la ciencia avala este método.
Qué ofrece la crioterapia
Sus defensores aseguran que la crioterapia tiene beneficios antiinflamatorios, analgésicos y, además, mejora la circulación sanguínea. La idea detrás de esta técnica es que, al estar dentro del baño de hielo entre 5 y 10 minutos, se consigue que los vasos sanguíneos se contraigan drenando así la sangre.
Al salir del agua con hielo, nuestro cuerpo recibe sangre limpia que insufla más oxígeno a los músculos, además de ayudar a que las células funcionen mejor. De esta manera, gracias a su efecto constrictor, puede ayudar a reducir la sensación de dolor, ayuda a recuperarse tras el entrenamiento o lesión y tiene efecto antiinflamatorio.
Qué dice la ciencia
Por el momento, la investigación científica parece no ponerse del todo de acuerdo. Una revisión realizada en 2017 de las últimas investigaciones llevadas a cabo encuentra que la crioterapia sí que tiene efectos antiinflamatorios, analgésicos y antoxidantes además de ayudar a evitar el dolor provocado por la prácticas de ejercicio.
Esta revisión pone el foco en la importancia de la técnica seguida: número de sesiones, temperatura y tiempo dentro del agua para conseguir unos resultados óptimos. Según indican, lo ideal son 30 sesiones, de tres minutos de inmersión cada una. Además, señalan los casos concretos en los que los baños de hielo están contraindicados, como en casos de alergia al frío, hipotiroidismo, enfermedades cardiovasculares o enfermedades respiratorias entre otras.
Otra revisión realizada tres años antes, en 2014, encuentra sin embargo que la crioterapia no ofrece beneficios que no se obtengan con otras técnicas. Para empezar, esta revisión indica que las investigaciones que encuentran resultados positivos están llevadas a cabo en grupos pequeños de atletas menores de 35 años, lo cual dificulta su posible generalización.
Además, esta revisión asegura que es posible que la crioterapia ofrezca algunos beneficios en la recuperación subjetiva y la sensación de dolor en los músculos tras el entrenamiento, pero no ayuda en la recuperación funcional. Estos investigadores indican que otros métodos como la aplicación local de hielo o simplemente la inmersión en agua fría consigue resultados similares.
No es la única investigación que no encuentra diferencias en la efectividad de los baños de hielo comparados con otros métodos. Una investigación de 2017 encuentra que al comparar los efectos de la inmersión en hielo, con otras técnicas de recuperación activa, no se encontraron diferencias en los efectos antiinflamatorios o de estrés celular. Tampoco encuentran diferencias en la recuperación funcional aunque indican que sí parece tener efecto en la sensación de dolor muscular - reducir las agujetas -.
En definitiva, hasta el momento, las evidencias científicas parecen indicar que se trata de un método que funciona, pero no encuentran que sea más efectivo que otros métodos más tradicionales, que la recuperación activa o que la aplicación de hielo local. En cualquier caso, parece que puede reducir la sensación de dolor muscular como las agujetas. Si queréis probarlo lo mejor es que acudáis al médico para consultar vuestro caso particular y que se haga bajo vigilancia, ya que está contraindicado para algunas personas y un exceso de tiempo puede ser peligroso.
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