Tras las navidades, miles de personas se marcan nuevos objetivos y propósitos de cara al nuevo año. Ser más productivo, formarse profesionalmente, cambiar de profesión o comenzar a practicar deporte en general o en el gimnasio en particular.
Como entrenador personal voy a darte tres consejos que te ayudarán a ver el entrenamiento en el gimnasio como un hábito que ha venido para quedarse y no como un propósito fallido.
Entiende la motivación como una chispa a corto plazo
No necesitas motivación, al menos a medio y largo plazo. Bueno, no es que no la necesites, es que probablemente no dure tanto y no te acompañe en todo el proceso.
La motivación se alimenta de nuestras emociones y eso puede ser algo bueno siempre y cuando sepamos utilizarla para cumplir objetivos a corto plazo: una competición el mes que viene, un pequeño proyecto de reforma en casa o un mes sin fumar.
A partir de ahí, de estos pequeños plazos, probablemente la motivación decaiga y nos abandone ya que nuestras emociones no pueden alimentarla siempre. Las emociones se basan en gran medida en la liberación de hormonas y neurotransmisores y esto puede producir una respuesta fisiológica. Si dependemos de esa reacción para motivarnos a hacer deporte, acabaremos agotados y terminaremos dejándolo.
Así pues, cuando una persona se apunta al gimnasio tiene buenas intenciones, pero lo hace dentro de un contexto emocional muy cargado. Es cierto que empezar es importante y en eso te ayuda la motivación pero para continuar necesitas otra cosa, disciplina y compromiso.
Practica la constancia y la disciplina
Como concluíamos antes, la motivación no te va a acompañar en el proceso, lo que lo hará será la disciplina.
Debemos entender la disciplina como la capacidad, que no el deseo, de hacer algo cuando no apetece hacerlo. Acostarte temprano para ir a entrenar al día siguiente, levantarte cuando suena el despertador o no comer lo que te propusiste no comer para cumplir con tu objetivo, son acciones para las cuales la disciplina puede ayudarte, la motivación no.
Llegados aquí puede que te preguntes cómo tener disciplina entonces. Pues bien, no hay atajos, la disciplina se consigue practicando. Podríamos resumirlo de la siguiente manera: la disciplina crea constancia y la constancia crea hábitos.
Practica la disciplina y poco a poco irás construyendo hábitos que te acompañarán el tiempo que tú quieras.
Planifica lo que vas a hacer y cómo lo vas a hacer
Ahora que sabes el valor real de la motivación y la disciplina, es hora de que plasmes en papel qué te propones y cómo vas a llevarlo a cabo. Traza tu estrategia a corto, medio y largo plazo. Primero dedícate a los objetivos a corto plazo ahora que estás motivado y sobre la marcha ve materializando los objetivos a medio y largo plazo.
Es importante que tus esfuerzos se centren en los objetivos más cercanos y no en el resultado final. Los objetivos que están más cerca en el tiempo son más fáciles de conseguir porque forman parte del camino que te llevará al objetivo final.
No pretendas tomar atajos ya que no hay universo paralelo alguno en el que consigas tus objetivos sin esforzarte, sin aprender y sin crecer como persona.
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