Si no entendemos cómo funcionan nuestros músculos difícilmente seremos capaces de estimularlos correctamente
El fenómeno del fallo muscular es probablemente uno de los más incomprendidos en el sector del fitness. Hay un error sumamente generalizado en cuanto al fallo muscular que asume que este se produce porque el músculo en sí es incapaz de producir la fuerza necesaria para levantar una determinada carga. Sin embargo, esto es falso. En realidad, el fallo muscular se produce porque hacia el final de una serie alcanzamos nuestro nivel máximo tolerable de esfuerzo percibido.
Cuando esto sucede, nuestro sistema nervioso central deja de aumentar el comando motor para compensar los mecanismos de fatiga local que están sucediendo dentro del músculo.
En este artículo vamos a explicarte qué supone exactamente fallar durante un entrenamiento de fuerza.
Esto es lo que nos sucede cuando llegamos al fallo muscular
Para entender por qué tiene lugar el fallo muscular primero debemos entender qué es la fatiga. La fatiga es una reducción temporal del rendimiento pudiéndose medir cómo una reducción en la fuerza máxima. Importante: tiene lugar durante y después del entrenamiento, no solo durante.
Tendemos a pensar en la fatiga como algo local o periférico, es decir, que si entrenamos nuestro cuádriceps lo único que se fatiga es nuestro cuádriceps y que esto no tiene ningún tipo de repercusión más allá de los márgenes de ese mismo músculo. Me temo que no es así puesto que la fatiga puede tener efectos tanto a nivel periférico como central.
La fatiga del sistema nervioso central puede tener repercusiones más o menos contundentes en cuanto al impacto que tienen. Por ejemplo, algo que va a pasar es que se va a ver reducida nuestra coordinación. Esto realmente no disminuye la fuerza que nuestros músculos son capaces de producir pero como sí afecta al control del movimiento la pérdida de rendimiento puede venir por esa parte.
No obstante, el perjuicio más grande que provoca la fatiga se puede dividir en dos: una disminución en nuestra capacidad para producir una orden neural desde nuestra corteza motora y una disminución a la hora de transmitirla a los músculos. Esto significa que menos fibras de contracción rápida (las de alto umbral) van a verse reclutadas y si no son reclutadas no pueden estimularse y crecer.
Por eso las últimas series o ejercicios de una sesión son los menos estimulantes, por poner un ejemplo. Hay que tener en cuenta que uno de los factores que explican esta fatiga central es la percepción que hacemos de nuestro propio esfuerzo. Por eso entrenar por sistema hasta el fallo muscular no es buena idea porque la sensación de esfuerzo va a ser alta desde el primer momento.
Si profundizamos en la verdadera naturaleza del fallo muscular algo que debemos saber es que realmente el término es engañoso, ya que el músculo en sí mismo a menudo es capaz de producir la fuerza requerida, pero la orden desde la corteza motora deja de ser lo suficientemente alta como para activarlo por completo. Algo más correcto sería decir que alcanzamos el fallo muscular cuando de forma simultánea alcanzamos nuestra máxima percepción tolerable de esfuerzo.
Por todas estas razones entrenar en todas las series al fallo no es eficaz ni a corto ni a medio ni a largo plazo. Además, si incluyes series al fallo al principio de la sesión estarás condicionando el rendimiento y el estímulo del resto de la sesión desde bien temprano.
Bibliografía
Marcora, S.M. (2008). Do we really need a central governor to explain brain regulation of exercise performance?. European journal of applied physiology. DOI: 10.1007/s00421-008-0818-3
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Imágenes | Alora Griffiths, Gordon Cowie
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