Si hay algo que todos los que hacemos rutinas de HIIT sabemos es que, después, necesitamos un rato para poder recuperarnos. Ese tiempo que tardemos puede depender de varias cosas como el estado físico en el que estemos ese día, la intensidad con la que hayamos entrenado, la temperatura y humedad del ambiente, etc.
Y, entre estas variables, parece que la postura en la que descansemos inmediatamente después de terminar la rutina, tiene mucho que ver. Eso es lo que señala una investigación, publicada en Translational Journal of The American College of Sport Medicine.
Esta investigación evaluó el efecto que tenía en la recuperación el lugar dónde colocábamos las manos en nuestro descanso. Para ello comparó la efectividad de colocar las manos en la cabeza o colocarlas en nuestras rodillas y evaluaron los cambios en volumen de dióxido de carbono y de volumen tidal (el volumen de aire que circula entre una inspiración y espiración).
Para la investigación contaron con 20 jugadoras de segunda división de fútbol de entre 18 y 22 años. Todas ellas ya tenían costumbre de realizar rutinas de HIIT, se les pidió que el día anterior al estudio no hicieran entrenamiento de alta intensidad, no tomaran cafeína y que durmieran un mínimo de siete horas.
Se realizaron dos ensayos experimentales en orden aleatorio. Cada uno de ellos consistía en cuatro intervalos diferentes de alta intensidad con una duración de cuatro minutos cada uno y tres minutos de recuperación entre ellos. La recuperación del ritmo cardiáco se evaluó en los 60 primeros segundos de recuperación entre cada intervalo tanto en la postura de manos en la cabeza como en la postura de manos en las rodillas.
Lo que encontraron fue que la recuperación del ritmo cardíaco máximo fue más rápido cuando estaban con las manos en las rodillas. Además, también se recuperaba antes el nivel tidal y el volumen de dióxido de carbono. Esto sería crucial para minimizar la fatiga y reducir el riesgo de lesiones. La hipótesis de los investigadores es que la postura de manos a las rodillas mejoraría la influencia del sistema parasimpático y favorecería el trabajo cardiovascular, por lo que favorecería la recuperación.
En cualquier caso, debemos tener en cuenta que se trata de una investigación preliminar, con una muestra muy pequeña y que cumplían unas condiciones muy concretas. Por ello, es difícil poder generalizar los resultados a otras poblaciones. Serían necesarias nuevas investigaciones para confirmar el efecto.
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