Después de haber comentado bastante sobre la rodilla y alguna de sus lesiones, llegamos a la parte del tratamiento fisioterápico de las lesiones de ligamentos cruzados.
El tratamiento fisioterápico debe ser precoz y adaptado. Si se emplea desde una fase temprana, el tratamiento fisioterápico de las lesiones de rodilla ayudará a una óptima recuperación en el menor tiempo posible.
Después de haber tratado el tratamiento quirúrgico de estas lesiones de ligamentos cruzados, añadiremos aquello que la fisioterapia puede aportar.
Fisioterapia en el tratamiento conservador
En caso de lesiones tipo esguince o roturas muy leves, es posible que el tratamiento de elección sea el conservador. Incluso en situaciones de roturas completas, que habitualmente requieren tratamiento quirúrgico, en determinados casos puede que se estime oportuno no operar (elevada edad del sujeto y vida sedentaria, por ejemplo).
En todos estos casos el tratamiento fisioterápico se basará en:
Aplicación de medidas de reposo-hielo-compresión-elevación que sean necesarias.
Potenciación muscular, especialmente cuadriceps, pero también de la demás musculatura de la pierna.
Entrenamiento y corrección de la marcha.
Readaptación a la actividad.
Fisioterapia en la fase pre-operatoria
En caso de que se opte por tratamiento quirúrgico, lo mejor es empezar a potenciar la musculatura desde antes de la operación, tanto de la pierna sana como de la que va a sufrir la intervención. Ejercicios de cuádriceps, sobre todo de tipo isométrico (en caso de que los ejercicios en flexión resulten dolorosos o contraindicados), ayudarán a mantener durante más tiempo el volumen muscular, minimizando las pérdidas sufridas por la inmovilidad.
Yo añadiría también potenciación de miembros superiores si es necesario, sobre todo si la persona tiene los brazos débiles. ¿Por qué? Pues sencillamente porque le esperan unos meses de usar muletas o bastones, por lo que es bueno que los brazos puedan ayudar a las piernas a realizar los desplazamientos.
Fisioterapia en la fase post-operatoria
Una vez que ya ha pasado la operación, lo ideal es seguir potenciando de forma intensa las partes sanas (brazos y pierna no operada) y empezar suavemente a movilizar la pierna operada, respetando los tiempos de cicatrización y recuperación de la anestesia, pero empezando lo antes posible, a los 2 días de la operación como muy tarde.
Lógicamente no se podrán hacer ejercicios muy intensos, pero la movilización temprana ayudara a acelerar la recuperación de movilidad y fuerza. Además, ayuda a ganar confianza a la persona que ha sufrido la intervención, al ver que poco a poco va recuperando la movilidad y fuerza.
Las primeras semanas el apoyo será mínimo, aumentando progresivamente. El desplazamiento se realizará con dos muletas, que habrá que regular a la altura adecuada : el apoyo debe quedar a la altura de la articulación de la cadera aproximadamente. Progresivamente se eliminará una muleta, la del lado contrario a la lesión. Esto es así porque así se reparte el peso entre la pierna lesionada y la muleta en la fase de apoyo.
Los ejercicios de potenciación de cuádriceps y movilidad (activa y forzada) son los más repetidos. Ejercicios en piscina ayudarán al entrenamiento de la carga. Si queréis ver con más detalle una recuperación estructurada por semanas, lo podéis hacer en el blog menecesitas.com.
Os insisto, como he hecho otras veces, en la importancia de un entrenamiento de tipo propioceptivo, para garantizar la mejor recuperación y prevenir las recaídas. Si tenéis dudas sobre el tratamiento o queréis realizar cualquier aportación, dejame un comentario.
Imagen | IntangibleArts