Son muchas las personas que hoy en día no se sienten cómodas con su aspecto físico. La sociedad moderna nos inculca valores que, aunque no están del todo justificados, sí están ampliamente extendidos. Entre ellos la delgadez y la buena apariencia, que en ningún caso debe entenderse como condición sine qua non para una buena salud física y mental.
Los adelantos tecnológicos también han traído consigo un enorme mejora en la calidad de vida y, por consiguiente, una disminución del esfuerzo necesario para obtener los mismos resultados (sedentarismo). Todo se traduce en comodidad y en una disminución del gasto energético diario.
Imaginemos una balanza: en un lado tenemos la energía que consumimos con la actividad diaria y en el otro la energía que obtenemos de los alimentos. Cualquier pequeña desviación en la balanza provoca que aumentemos o disminuyamos nuestro peso corporal. Por lo tanto, podemos decir que el sedentarismo engorda debido a una drástica disminución del consumo energético diario del individuo.
En la última década se han desarrollado planes adelgazamiento para todos los gustos. En ellos encontramos una enorme variedad de estrategias para reducir peso: dietas, lociones, cremas, productos de calor, medicamentos, etc. Todos ellos muy adecuados en la vida sedentaria que llevamos: ningún esfuerzo + 1 pastilla tal o un parche cual = pérdida de peso... pero ....
¿Dónde queda el ejercicio en estos planes de adelgazamiento?
El ejercicio no sólo sirve para inclinar la balanza a nuestro favor y obtener , sino que también tiene una gran carga socializadora, de ocio, esparcimiento y desconexión de nuestras obligaciones laborales. El deporte mejora la tensión arterial, las funciones respiratorias, el estado de ánimo, la osteosíntesis, las capacidades funcionales del aparato locomotor y nuestra calidad de vida... ¿Necesitas más motivos?
Y tú ... ¿Qué opinas?
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