Ya en 2003 la Asociación Médica Británica propuso aplicar un impuesto a los productos alimenticios que fueran contraproducentes para la salud. Gran Bretaña y muchos otros países, han visto crecer las tasas de obesidad y las enfermedades a las que una mala alimentación conduce, llegando a afectar ya a una población muy joven.
Es ahora un estudio científico, realizado en el Queen’s Medical Center de Nottingham (Inglaterra), el que sugiere que gravar impuestos en los alimentos ricos en grasas, azúcares y sal podría reducir las enfermedades cardiovasculares y salvar más de 3.000 vidas al año.
En el estudio se contemplaban tres tipos de impuestos que conducirían a reducir los malos hábitos alimenticios, reduciendo la obesidad y las enfermedades relacionadas con una mala alimentación, uno sería para los alimentos con altos niveles de grasas saturadas, otro más generalizado para los productos alimenticios que perjudican a la salud y un tercero que gravaría sobre los productos con muchas grasas, azúcar y sal.
Los investigadores concluyen que la tercera medida sería la más eficaz, pero naturalmente, hay objetores, como la Federación para la alimentación y las bebidas, representante de la industria agroalimentaria, pues afirma que en ese saco de alimentos se incluirían alimentos saludables aunque grasos como el queso.
Personalmente pensamos que es una gran injusticia pagar justos por pecadores, si una empresa se dedica a elaborar productos poco o nada saludables y los pone a la venta, al alcance de la población, aunque ésta puede decidir si lo consume o no, es el fabricante el que proporciona el riesgo. Si no se incluyeran grasas, azúcares y sal en cantidades perjudiciales, si fueran alimentos sanos, también se evitaría la obesidad, las enfermedades y muertes, pero claro, no habría quien se llenase los bolsillos.
Vía | Infobae