Este fin de semana, en el paso del sábado al domingo, a las 3 de la madrugada volverán a ser las 2. Esto tiene un lado bueno (una hora más para dormir) y otro no tan bueno: entramos de lleno en el horario de invierno.
Este cambio de hora se empezó a hacer en los años 70 en un intento por ahorrar energía y esa sigue siendo en teoría la razón por la que se mantiene, aunque se trata más de una medida simbólica que eficaz, algo que ha sido utilizado como argumento para dejar de cambiar la hora y mantenernos siempre en el horario que llamamos de verano.
Pase lo que pase en el futuro, estamos a las puertas de un nuevo cambio de horario, así que es el momento de que aprendas cómo el horario invernal influye en tu salud.
1. La falta de luz afecta a los huesos, la piel y el corazón
Aunque en España la situación no sea comparable a la de países situados más al norte, durante estos meses se reducen notablemente las horas de luz solar, y eso pasa factura a nuestro cuerpo. Además, tendemos a pasar más horas en el interior, lo que aumenta ese impacto.
Por un lado, la falta de luz llevada al extremo puede causar deficiencia de vitamina D, necesaria para mantener sanos los huesos, la piel y los músculos. En casos graves puede provocar raquitismo, graves lesiones en los huesos y los dientes, y desencadenar la forma cutánea de tuberculosis.
También se ha demostrado que la falta de luz natural supone un aumento en el riesgo e padecer infartos y otras enfermedades cardiovasculares. Esto se debe posiblemente a que la luz del sol aumenta los niveles de ácido nítrico que pasan de la piel a la sangre, donde actúa como un vasodilatador, reduciendo así la presión arterial.
Estos efectos son más habituales en lugares donde, en invierno, la luz del sol es débil y escasa, pero no está de más asegurarte de que incluso en los meses más oscuros recibes al menos un poco de luz solar directamente durante el día.
2. Estar en interiores afecta al sistema inmune
Como decimos, es saludable pasar tiempo suficiente al aire libre incluso en invierno, aunque las condiciones meteorológicas acompañen menos y haya menos horas de luz. Abrígate bien y encuentra un rato para dar un paseo.
Esto no solo beneficiará a tu piel, tus huesos o tu corazón. También es bueno para el sistema inmune. En invierno, con el frío y las pocas horas de luz, tendemos a pasar más tiempo en interiores, también en nuestros momentos de ocio y nuestras defensas se resienten.
Esto significa que las enfermedades contagiosas se transmiten con mucha más facilidad de unos a otros: gripes, resfriados, infecciones de garganta, virus estomacales... Los patógenos aprovechan cines, centros comerciales, bares y restaurantes, museos o cualquier otro entorno en el que nos reunamos para pasar de un huésped a otro como quien hace turismo.
Además, esto es también una oportunidad para las alergias, ya que pasamos menos tiempo expuestos al polen pero más a los ácaros del polvo así como al epitelio de nuestras mascotas.
3. La oscuridad y la salud mental
Pero quizá el efecto más común sea el que se refiere a nuestro estado de ánimo y a nuestra salud mental: cuando hay menos horas de luz, nuestro ánimo se resiente, estamos más cansados y apáticos, comemos más, dormimos más y en general nos sentimos más deprimidos.
Es a causa del llamado trastorno afectivo emocional, un tipo leve de depresión relacionado con la escasez de luz. Según un estudio, la causa podría ser que la falta de luz produce la muerte de neuronas que generan norepinefrina, dopamina y serotonina, hormonas relacionadas con los procesos emotivos, cognitivos y del placer.
Por eso en esta época es común sentirse más triste, cansado y apático, aunque de nuevo los síntomas suelen ser más graves en países donde la escasez de luz se acentúa en invierno hasta pasar días y semanas casi a oscuras.
Estos efectos no suelen durar mucho tiempo, y en el peor de los casos desaparecen cuando los días comienzan a alargarse de nuevo y vuelve a haber luz. En cualquier caso, recuerda el mismo consejo: busca ratos, aunque sean cortos, para exponerte directamente a la luz solar también durante el invierno.
4. El invierno dificulta mantenerse en forma
Solemos pensar que el verano es la época en la que menos nos cuidamos, pero si no somos constantes y tenemos fuerza de voluntad, el invierno también puede ser época de excesos alimentarios y poco ejercicio.
Por un lado, porque con el frío y las lluvias apetecen más guisos consistentes y platos de cuchara. Toda la gastronomía tradicional despliega sus encantos ante nosotros, que muchas veces tenemos que terminar la comida de los domingos desabrochándonos el botón de los pantalones. Intenta en esos los casos no caer en el empacho, y trata de ser previsor: mejor potajes caseros que precocinados, y alterna una comida más pesada con otra más liviana, intentando siempre mantener la ligereza en las cenas.
En cuanto a salir a entrenar, busca alguna estrategia que te ayude a no abandonar, ya sea entrenar en interiores, elegir las horas del día con más luz o entrenar en grupo o con retos entretenidos que te ayuden a motivarte. Que el frío no te deje aletargado.
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