Durante los últimos años y meses, hemos ido escuchando cada vez más el término "ambiente obesogénico". Sin embargo, puede no quedar claro a qué se refiere ni a cómo nos afecta a nosotros en el día a día. Uno de los problemas es que, sin saberlo, tampoco tenemos claro cómo ponerle remedio o qué podemos hacer para evitarlo.
Qué es el ambiente obesogénico
Se denomina como ambiente obesogénico a aquel que nos estimula ciertos hábitos y comportamientos que nos llevan a la obesidad y que favorecen el aumento excesivo de peso. Se tratan, por tanto, de todos aquellos factores externos que encontramos en nuestro día a día y que nos incitan a una mala alimentación y unos malos hábitos que favorezcan el sobrepeso.
No solo nos referimos con esto a aquellos donde abunden la comida poco saludable y ultraprocesada, sino también aquellos que incitan al sedentarismo. La publicidad, nuestro estilo de confrontación de las emociones, la tecnología, la comida rápida, los trabajos sedentarios, etc. son determinantes en nuestro estilo de alimentación y conforman nuestros ambientes obesogénicos.
Actualmente, a nuestro alrededor existen multitud de estímulos que influyen en dicho ambiente. Es muy sencillo hacernos con comida ultraprocesada, colmada de azúcar y grasas saturadas. No solo en los supermercados, sino también en las reuniones familiares, de amigos, en el trabajo, en los colegios e incluso en los hospitales.
Cómo nos afecta en nuestro día a día
Es mucho más sencillo y más accesible encontrarnos con comida ultraprocesada y con azúcares que encontrar comida que no la tenga. Además, el tipo de actividades de ocio que se promueven son, en gran parte, sedentarias. Queramos o no, estos estímulos afectan a nuestro estilo de alimentación, a nuestra vida y al riesgo de padecer obesidad.
Este ambiente en todos los aspectos de nuestra vida nos afecta. Pensemos en la hora de hacer la compra y decidir qué comer: lo primero, probablemente por el trabajo no tengamos demasiado tiempo libre para dedicarlo a cocinar. Y en el supermercado los platos precocinados y rápidos están muy a mano y a la vista. Lo segundo, es que muchos productos que creemos que son saludables, llevan mucho más azúcar de lo que creemos, como los yogures o los cereales.
Ahora pensemos que vamos a comer a casa de nuestros padres, de nuestros abuelos o de algún otro familiar que nos pone comida "contundente" porque "estamos muy flacos y seguro que en casa no comemos". Después quedamos a tomar algo o cenar con nuestros amigos y lo que pega es tomarse una cerveza. Para ir a cenar el presupuesto influye y que la comida guste a todo el mundo así que solemos acabar en lugares donde vendan pizza, hamburguesas, patatas fritas, ultraprocesados y refrescos.
Es verdad que la decisión final sobre lo que comer es nuestra, pero también es verdad que no solo es muy cansado luchar contra todo tu ambiente, sino que es prácticamente imposible y absolutamente agotador. La realidad es que supone muchísima fuerza de voluntad.
Qué podemos hacer como consumidores
Muchos de estos factores deben ser controlados con medidas por parte de los gobiernos o de las industrias. Sin embargo, sí que hay una serie de cosas que nosotros podemos hacer, como consumidores y dueños del cuerpo que está ingiriendo esos alimentos insanos - y que va a sufrir las consecuencias -.
- Planificar menú y compra: hay algunas cosas que no podemos controlar, pero una buena idea es hacer una lista de lo que vamos a comer durante la semana, asegurándonos de que hacemos un menú salud. A la hora de comprar, si nos limitamos a la lista, nos aseguraremos de no tener en casa productos insanos y será menos probable que los consumamos.
Buscar diferentes actividades de ocio: es muy tentador llegar a casa después de trabajar y sentarnos en el sofá a ver series. Sin embargo, durante la semana y los fines de semana podemos buscar otras actividades alternativas que nos permitan movernos más, aunque solo sea saliendo a caminar o yendo a bailar.
Mantengámonos informados: es totalmente normal que en alguna ocasión decidamos comer productos menos saludables, salir a cenar y comernos una hamburguesa o similar. Sin embargo, lo importante es que lo que comamos lo hagamos como parte de una decisión informada. Por ello, lo más importante es que tengamos toda la información posible sobre los alimentos que ingiramos y que, cuando decidimos o no comer algo, sea con toda la información en la mano.
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