El dolor crónico, por desgracia, es relativamente frecuente (y limitante) en población de distintas edades. Hay muchas creencias arraigadas sobre este tipo de dolor, y no todas son ciertas; la más importante que debemos eliminar: dolor crónico no significa para siempre.
Si atendemos a la definición habitual de dolor crónico, se describe como el que tiene una duración superior a seis meses, o, lo que es más interesante, cuando la causa que lo provocó ya ha dejado de estar presente (es decir, ya no está la lesión o problema que lo provocó), o el dolor ya no cumple su función (avisarnos de un peligro o problema).
Mucho hay escrito sobre dolor crónico, y mucho queda por escribir. En esta entrada solo pretendo presentar el tema de forma que resulte ligera, insistiendo en recordar cómo el ejercicio puede ayudar a mejorar situaciones de dolor crónico, algo de lo que hay notable evidencia científica, y que resume muy bien el vídeo que acompaña este artículo. Por ejemplo, en casos como artrosis de rodilla o dolor lumbar.
Claro está que no todos los dolores crónicos son iguales, y el manejo de estos pacientes requiere un enfoque personalizado y multidimensional, pero todas las actuaciones exitosas deben pasar por romper el círculo entre dolor y sedentarismo; por la falsa creencia arraigada de que el movimiento, el esfuerzo, el ejercicio, puede empeorar en este tipo de dolencias, cuando la realidad es la opuesta: la actividad física, sobre todo la que resulte divertida, es altamente beneficiosa en este tipo de pacientes.
Es decir, no necesitas apuntarte al gimnasio: puedes bailar. No necesitas salir a correr: puedes ir a jugar con los nietos. En definitiva, el estilo de vida activo como alternativa al dolor crónico.
Más información sobre dolor en el blog del neurólogo Arturo Goicoechea.
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