Con la llegada del otoño, los cambios de clima se hacen presente y a medida que el frío se acerca y las horas de sol se reducen, muchos tememos un aumento de peso, pero realmente ¿pueden los cambios de clima hacernos engordar?
La realidad es que todo cambia junto al clima, la alimentación, la ropa utilizada y además, las actividades que realizamos. Por otro lado, el clima más frío y las menos horas de luz solar influyen sobre nuestro estado de ánimo y éste efecto en las emociones se sustituye mediante la selección involuntaria de alimentos con más grasa y azúcar.
La actividad física a veces resulta afectada por el mal clima y el poco entusiasmo para movernos, o bien, dejamos de ejercitarnos al aire libre, donde quemamos más calorías, y pasamos a hacerlo en ambientes cerrados acondicionados en cuanto a temperatura.
Incluso, los alimentos de temporada propios del otoño son más calóricos, más concentrados en nutrientes y nuestros deseos de consumir frutas y verduras frescas se reducen.
Todos éstos factores son los que, con frecuencia, afectan nuestro organismo y favorecen el aumento de peso. Lo cual no significa que nosotros no podamos evitarlo o que, por el contrario, no logremos adelgazar junto al frío.
Para evitar el aumento de peso, lo primordial es no dejar de movernos, la actividad física puede compensar los cambios de alimentación y así, las probabilidades de ganar peso serán inferiores.
Además, si realmente somos de quienes nos vemos afectados con el cambio de clima, cuando aflore la primavera y el calor vuelva a sentirse, recuperaremos nuestro peso sin dificultad alguna.
No obstante, siempre es conveniente no modificar notablemente nuestros hábitos de actividad física y no alejar los vegetales y frutas de nuestra dieta, sino más bien, buscar opciones para incorporarlas en pleno otoño, en platos tibios o calientes.
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