La alimentación sana es la base para gozar de una buena salud. La mayoría de nuestros hábitos alimenticios nos han venido determinados desde la infancia. Cuando somos pequeños es uno de los momentos clave a la hora de forjar un bagaje alimenticio que nos acompañará a lo largo de la vida. Esta costumbre debe ser lo más saludable posible, y en este punto es donde estaría el papel de los padres, que son nuestros maestros a la hora de adoptar una u otra forma de alimentarnos.
Como todo en la vida, la alimentación también se aprende, y por ello es necesario que dediquemos tiempo y energías a mejorar nuestros hábitos dentro de lo posible. Es cierto que al principio de nuestra vida los padres son un fuerte referente al que imitamos en todos los niveles, incluido la comida. Por ello es imprescindible el papel de las figuras del padre y de la madre a la hora de educar en alimentación.
El hogar como foco a la hora de adquirir unos hábitos alimenticios
Seguro que en más de una ocasión hemos escuchado que como la comida de nuestra madre no hay otra. Para todos nosotros la comida de nuestra madre es la mejor debido a que desde que tenemos uso de razón ese sabor se asocia a determinados momentos de disfrute y de vivencias buenas. Esto convierte ese sabor en algo inconsciente que asociamos con esos momentos además de ser un sabor fácilmente reconocido por nuestro paladar al que tendremos acostumbrado a su ingesta.
Por este motivo es muy importante que la educación alimentaria de los niños se realice dentro del propio hogar, siendo los padres el espejo en el que los niños se van a mirar, y el modelo que van a imitar a la hora de adquirir una serie de hábitos alimenticios que les acompañará a lo largo de su vida. Es cierto que los niños tienden a decantarse por los alimentos con mayor contenido de azúcares y grasas, dejando de lado otros como la fruta o las verduras. Esto se debe a que las papilas gustativas están poco desarrolladas y tienden hacia estos sabores. Por ello debemos educarlos de la manera correcta.
Los niños aprenden de los padres
El problema radica en que en la casa el tipo de alimentación que se sigue no es el correcto. Si los padres no siguen una dieta saludable, difícilmente el niño va a adoptar unos hábitos sanos con el paso del tiempo. Este proceso de educación infantil pasará antes por una reeducación de los adultos, que debemos analizar fríamente nuestros hábitos alimenticios y comprobar si son o no correctos y si representan un ejemplo a seguir por nuestros hijos.
Es importante una reeducación y adecuación de los hábitos hacia un modelo saludable que contenga altas dosis de frutas y verduras y bajos niveles de grasa y azúcares refinados, que a la larga acabarán generando una enfermedad y poner en peligro nuestra salud. Esta reeducación de nuestros hábitos hará que nuestros hijos adopten unos hábitos alimenticios mucho más saludables, ya que no podemos exigirles a ellos que hagan lo que nosotros no hacemos.
Es esencial que desde que un niño es pequeño lo eduquemos de manera adecuada, y por ello es importante dejar de lado caprichos insanos, que además harán que mejoremos nuestra salud considerablemente. A esto hay que sumar que al educar a un niño en una alimentación amplia y saludable le damos a elegir infinidad de variedades alimenticias que le ofrecerán un mayor abanico para evitar la monotonía a la hora de alimentarse.
Imagen | Susan NYC