¡Hip! Qué nos pasa cuando tenemos hipo y qué dice la ciencia sobre los trucos para quitarlo

Hipo. Se me pone mal humor solo de pensarlo. Maldito hipo. Es una de las sensaciones más molestas e irritantes que nuestro propio cuerpo nos puede proporcionar, una especie de bromita sin gracia que te pone los nervios de punta esperando el momento del siguiente hipido.

Como todos los fenómenos fisiológicos de nuestro organismo, detrás del hipo hay una serie de razones y reacciones que la ciencia ha analizado para entender mejor por qué al cuerpo le da por comportarse así y si hay alguna forma de remediarlo.

¿Qué es el hipo?

Se trata de una contracción espasmódica e involuntaria del diafragma, el músculo que regula nuestra respiración

Para empezar, expliquemos qué es exactamente el hipo: se trata de una contracción espasmódica e involuntaria del diafragma, el músculo que regula nuestra respiración. Una vez desencadenado, la contracción se repite de forma periódica durante un periodo de tiempo variable que en la mayoría de los casos no pasa de unos cuantos minutos pero que en los más graves puede durar incluso meses.

El hipo puede producirse por decenas de causas: comer demasiado rápido, tener el estómago hinchado por haber tragado mucho aire o líquido, ansiedad o estrés, comer cosas muy frías o muy calientes, el abuso de alcohol o el tabaquismo son algunas de ellas. También se ha asociado el hipo con algunas enfermedades neurológicas.

¿Qué hace nuestro cuerpo cuando tiene hipo?

En cuanto al proceso fisiológico completo detrás del hipo, no se tienen todavía todas las respuestas. El hipo no es solamente una convulsión del diafragma, sino que pone en marcha todos los músculos respiratorios (los intercostales y los del cuello, entre otros), provocando convulsiones súbitas e intensas. Justo después de cada convulsión, la glotis (lo que llamamos las cuerdas vocales) se cierra, provocando el característico "¡hip!".

Justo después de cada convulsión, la glotis (lo que llamamos las cuerdas vocales) se cierra, provocando el característico "¡hip!"

Movimientos vocales y cardíacos están también implicados. La observación del conjunto hace suponer que hay un centro generador de patrones (CPG por sus siglas en inglés) detrás del hipo, un centro neuronal encargado de enviar las señales que dan pie al hipo, similar al que hay para comportamientos como toser, respirar o caminar.

Ese CPG envía señales periódicas, pero no lo hace todo el rato, como lo hace el que nos mantiene respirando, así que algo debe desencadenar su puesta en marcha. Pero no está muy claro el qué.

¿Para qué sirve el hipo?

Porque el hipo, que sepamos, no sirve para nada. Otros movimientos reflejos son indispensables, o al menos muy útiles, para mantenernos con vida. Un estornudo, por ejemplo, sirve para expulsar cuerpos extraños que traten de introducirse en nuestro organismo a través de la nariz, y la tos nos ayuda a desatascar las vías respiratorias cuando algo amenaza con obstruirlas.

El hipo no parece cumplir con ningún propósito especial (más allá de irritarnos profundamente), y por eso la principal hipótesis es que se trate de un vestigio evolutivo, un mecanismo que cumplió una función en otra época, hace milenios, y que todavía nos acompaña.

Remedios para el hipo y por qué funcionan

Pero vale ya de tanta explicación y vayamos a lo que importa: ¿cómo se quita el hipo? Aguantar la respiración, beber agua con el vaso del revés, recibir un buen susto, masticar una cucharada de azúcar, extender el brazo ante ti con la palma de la mano vuelta hacia arriba... ¿De verdad funcionan todos estos remedios?

Aumentar el CO2 en la sangre

Bien, pues igual que no está claro qué desencadena un ataque de hipo, tampoco se sabe exactamente qué puede resolverlo. Las principales hipótesis (y remedios) se agrupan en dos bandos.

El primero es el que trata de aumentar los niveles de CO2 en la sangre, inhibiendo así las contracciones del diafragma. En este grupo entran remedios como aguantar la respiración o respirar en una bolsa de papel. A veces funcionan, aunque el motivo no está del todo claro. Podría ser porque el cuerpo se distrae, preocupado por el aumento del dióxido de carbono, y deja de gasta energía en un proceso aparentemente inútil.

Estimular el nervio vago

El segundo bando busca estimular el nervio vago, que a pesar de su nombre cumple con una importante función en nuestro organismo: comunica el cerebro con el estómago para coordinar la respiración y la digestión, y está implicado en el hipo.

Tragar mucha agua de golpe, masticar hielo, comerse un limón, recibir un susto, tirarse de la punta de la lengua, presionarse suavemente los globos oculares... Todo esto puede estimular el nervio vago, transmitiendo al cerebro que deje de ocuparse del hipo y se centre en esta nueva sensación.

Un masaje rectal

Claro que hay otras formas de distraer al nervio vago si nada de esto funciona... En 1988 el doctor estadounidense Francis Fermire recibió en su consulta a un paciente con un caso de hipo que ya duraba tres días. Tras probar con todo los remedios tradicionales, Fermire recordó el caso de una mujer que, el año antes, había sido tratada con éxito de taquicardias introduciéndole un dedo en el recto. Eso había logrado apaciguar su desbocado ritmo cardíaco.

Así que Fermire probó a introducir un dedo en el recto de su paciente, y esto detuvo el recalcitrante hipo que padecía. Fermire recibió en 2006 un premio IgNobel, la parodia de los Premios Nobel que celebran la ciencia "que primero te hace reír, y luego te hace pensar".

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