Existen muchos microorganismos y bacterias que introducimos en nuestro organismo a través de los alimentos, pero uno de los más fuertes que existe, y que más nos afecta es la salmonella. Asociada siempre al consumo de huevos y derivados.
Esta bacteria normalmente se adquiere al consumir huevos en mal estado, y es que es un alimento muy apreciado y utilizado, pero en el que tenemos que prestar especial atención para evitar poner en peligro nuestra salud. Es importante que tomemos una serie de medidas al respecto a la hora de comprar huevos y conservarlos, ya que de ello dependerán las posibilidades que la salmonella tendrá de reproducirse y afectarnos.
Los huevos están formados por la yema, la clara y la cáscara. La cáscara es la parte más dura que hace las veces de protección, ya que es la encargada de aislar al resto del huevo del entorno, y por lo tanto de los microorganismos y bacterias que pueden afectarle. Aunque en el caso de la salmonella es diferente, ya que en ocasiones la cepa de esta bacteria es tan virulenta que la cáscara no es suficiente para evitar la contaminación. Las medidas de prevención es lo más importante en estos casos.
A la hora de consumir huevos tenemos que prestar especial atención a este problema, y es que está en nuestra mano evitar un problema que nos puede costar la salud. Para ello simplemente tenemos que hacer caso a unas pequeñas recomendaciones, que no debemos pasar por alto ni a la hora de adquirir los huevos, ni cuando los conservemos en nuestra casa.
En el supermercado tenemos que fijarnos siempre en la textura de la cáscara. Ésta debe ser fuerte, con un color vivo y uniforme, ya que son síntomas de fortaleza de la misma, y menos posibilidades de contagio habrá. Si la cáscara está apagada, es irregular o presenta grietas, se nota que es débil y por lo tanto más porosa y vulnerable al ataque de bacterias como la salmonella.
Ni que decir tiene que tenemos que evitar los huevos manchados de heces o con la cáscara rota, pues las heces son en muchos casos portadoras de la propia salmonella, y un huevo roto está abierto al ataque de las bacterias. No debemos pasar por alto que la cáscara tiene que estar seca, sin signos de humedad, pues lavar los huevos es una forma de hacerlos más vulnerables. El etiquetado es importante, debemos comprobar la fecha de envasado, de caducidad, procedencia, tipo de huevo...
En casa también las medidas deben ser especiales, ya que la conservación es fundamental para evitar el deterioro del huevo. Debemos conservar los huevos en un lugar fresco y seco. Los cambios de temperatura no tienen que ser muy bruscos, ya que estos deterioran la cáscara y por lo tanto lo debilitan. Una buena forma de conservación es mantener los huevos en el frigorífico a una temperatura constante para evitar la proliferación de la salmonella.
No mezclar los huevos con otro tipo de alimentos es fundamental, ya que de esta manera evitaremos contaminaciones cruzadas entre ellos. Para ello debemos destinar un lugar único para los huevos. A la hora de separar las claras de las yemas nunca lo haremos con la cáscara, ya que el riesgo de contraer la salmonella es mayor. Es importante que prestemos atención a esto para evitar males mayores.
Imagen | SXC
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