Que la natación es buena para la espalda es uno de los tópicos sobre el deporte más repetidos pero, ¿Por qué?. Las características meramente motrices de nadar son reproducibles en el gimnasio pero hay una serie de características que diferencian la actividad acuática de las demás.
Por un lado, la viscosidad del agua provoca un enlentecimiento y una fluidez de los movimientos que mantiene una tensión muscular continuada durante la actividad en el medio acuático, lo que garantiza la seguridad y la ausencia de lesiones y minimiza la aparición de dolor.
Por otro, la temperatura y la presión del agua sobre el cuerpo generan un contexto adecuado para equilibrar las fuerzas tendinosas y musculares, facilitando la recuperación de la simetría en la espalda y la regulación del tono (importante para prevenir o solucionar las contracturas.
La natación a braza con propulsión exclusivamente de los brazos, anulando la acción de la patada, ofrece una tracción de toda la columna (que está lastrada por el peso de las piernas y del tronco) facilitando la decoaptación de las vértebras y favoreciendo su movilidad y la vascularización de las articulaciones.
Hay dos factores a tener en cuenta si utilizamos la natación como fórmula preventiva ante problemas de espalda. El primero es que debemos hacer todos los movimientos hasta el límite de amplitud articular (sobre todo en hombros) para lograr unas articulaciones fuertes y móviles. El segundo es que lo más completo es combinar los estilos vigilando dos aspectos de forma prudente: que la actividad de los dos hemicuerpos sea simétrica y que el cuello no sufra en los movimientos de captación de aire.
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