En una enfermedad que causa tanto miedo como el cáncer, y en el que algunos factores de riesgo están fuera de nuestro control (predisposición genética, factores ambientales y el puro azar), es común que nos agarremos a algunas certezas para sentirnos un poco más seguros.
El problema es que a veces esas certezas son en realidad mitos que por mucho que hayamos oído no son ciertos. En el caso del cáncer de mama, por ejemplo, hay muchas leyendas urbanas sobre qué lo causa y qué no. Estas son algunas de las que probablemente habrás oído y que no debes creerte.
1. Llevar sujetador aumenta el riesgo
En 1955, el libro Dressed to kill aseguraba que existe una relación entre llevar sujetador con aros y el riesgo de padecer cáncer de mama. Según lo que decían sus autoras, resultado de una encuesta y no de un estudio científico controlado o de alguna forma revisado, las mujeres que levan sujetador durante más de 12 horas el día tienen más riesgo de padecer cáncer que las que no lo usan.
La teoría tras este supuesto vínculo es que los sujetadores bloquean la circulación del líquido linfático, haciendo que los pechos se inunden de toxinas. Para empezar, esto es poco probable ya que el líquido linfático no circula en esa dirección, de los nódulos de las axilas hacia abajo, sino al revés.
En 2014 un estudio realizado en el Centro Fred Hutchinson contra el Cáncer determinó que no hay ningún aspecto del hecho de llevar sujetador que se pueda relacionar con el riesgo de padecer cáncer de mama. Organizaciones como la Asociación Americana del Cáncer o el Centro Nacional de Investigación contra el Cáncer llevan años intentando desmentir este mito.
2. Los desodorantes antitranspirantes y el cáncer
No está muy claro cuando apareció este mito en la red, pero parece que fue a partir de un email escrito de forma anónima en el que el autor compartía información que había oído en un "seminario sobre salud". Esa información consistía en que la principal causa del cáncer de mama eran los desodorantes antitranspirantes, es decir, los que no solo inhiben el olor, sino que además impiden la sudoración. Algo que de lo que no se han encontrado evidencias hasta ahora.
El mecanismo sería doble. Por un lado, al impedir que las axilas suden, los pechos quedan de nuevo inundados de toxinas. Por otro, el aluminio de su composición se filtraría a través de la piel y quedaría dentro de los tejidos mamarios. Ambas cosas terminarían provocando un cáncer.
Hay varios aspectos de este mito que lo delatan como eso, un mito. Para empezar, la mayoría de las sustancias que elimina nuestro cuerpo se expulsan a través del hígado y los riñones, no se sudan. Eso quiere decir que detener la sudoración en una parte del cuerpo no tendría un efecto tan grave en la retención de toxinas como para provocar un cáncer.
También resulta bastante revelador que la mayoría de los estudios que sugieren esta relación provienen del mismo laboratorio y están liderados por la misma investigadora, Philippa Darbre. No hay prácticamente nadie más dentro del mundo médico y científico que crea que existe este vínculo.
En uno de esos estudios se analiza la presencia de aluminio en el tejido canceroso de varias pacientes y se concluye que es alto y que es un factor de riesgo. Sin embargo, no hay comparación con el tejido de otras mujeres sin cáncer, lo que impide que esos resultados sean considerados concluyentes.
Un estudio publicado en 2002 por la Revista del Instituto Nacional del Cáncer analizó a 1.606 mujeres y concluyó que no había relación entre el uso de antitranspirantes y cáncer. Otro estudio de 2006 comparó a mujeres con y sin cáncer de mama, y averiguó que el 82% de las mujeres que no habían padecido cáncer habían utilizado antitranspirantes, mientras que solo el 52% de las que sí lo habían sufrido también los habían usado.
Estas conclusiones refuerzan la teoría de que no hay, de hecho, relación entre el uso de antitranspirantes y el cáncer de mama.
Los mitos que culpan a la víctima
Es imposible saber por qué alguien se inventa estos y otros mitos sobre riesgos para la salud, sobre todo aquellos que no tienen detrás un beneficiario claro. En muchos casos parecen bulos soltados al azar.
El problema es que estas mentiras pueden tener un efecto devastador en las personas que padecen cáncer, ya que de alguna forma las culpa por haber llevado a cabo prácticas que aumentan el riesgo de padecer la enfermedad. Y es una patología que ya es suficientemente dura en muchos casos como para añadir sentimientos de culpa innecesarios.
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