Pérdida del periodo, bruxismo... Las consecuencias que puede tener un episodio fuerte de estrés

Parece que vivir estresado es una constante en nuestros días: una excesiva carga de trabajo, la preocupación por problemas de índole personal, dificultades en las relaciones con la familia o los amigos son factores que pueden desencadenar episodios de estrés que, a su vez, son susceptibles de causar patologías más graves como problemas con la comida o incluso propiciar episodios de ictus.

Conocer nuestro cuerpo y saber cómo responde frente a episodios de estrés puede ponernos en alerta para cortar con la situación que lo promueve (o al menos intentar lidiar con ella de otra manera más productiva) antes de que sea tarde. Estos son algunos de los signos de estrés más comunes, que os pueden ayudar a identificarlo y a poner solución lo antes posible.

Pérdida del periodo o amenorrea hipotalámica funcional

Se trata de un signo bastante claro de que nos encontramos bajo una situación de estrés puntual o crónico, y remite inmediatamente cuando termina ese periodo de estrés o ansiedad. Suele darse en mujeres de mediana edad incluso cuando se están tomando medidas para hacer que el periodo funcione con ciclos más regulares (tomando la píldora anticonceptiva, por ejemplo).

La amenorrea hipotalámica funcional o FHA según sus siglas en inglés es una patología que afecta al 5% de las mujeres en edad fértil y ha sido estudiada sobre todo por la doctora Sarah Berga, profesora del Departamento de Ginecología, Obstetricia y Ciencias Reproductivas de la Universidad de Pittsburgh a través de diferentes estudios.

En este caso el estrés crónico o de larga duración es el responsable de la pérdida del periodo que, además, puede afectar a la fertilidad de la mujer, así como a la densidad de los huesos (máxime si no se acompaña de una buena nutrición y de un entrenamiento adecuado).

Bruxismo nocturno y diurno

Apretar la mandíbula mientras dormimos o incluso rechinar los dientes, el trastorno del movimiento relacionado con el sueño conocido como bruxismo, es bastante habitual entre la población. Cuando se dan situaciones de estrés o ansiedad puede aparecer el bruxismo como uno de los síntomas de que algo no funciona bien y debemos abordarlo desde una nueva perspectiva.

Debemos ser conscientes de que el bruxismo no es una patología en sí misma, sino que se trata de un síntoma de otro problema, que es el que debemos atacar para poder solucionar el hecho de apretar o rechinar los dientes por las noches. Esto es importante ya que puede causar otros problemas más graves como el desgaste de los dientes o la rotura de piezas dentales, además de dolores musculares y de cabeza al despertarnos.

Personalmente, la señal de que la situación de estrés se me está yendo de las manos es empezar a sufrir bruxismo diurno, también conocido como bruxismo de la vigilia, sin darme cuenta. En este caso el rechinar de dientes o el apretar la mandíbula sucede también durante el día sin que seamos conscientes de ello: generalmente nos damos cuenta cuando pasa el tiempo y comenzamos a sentir molestias en cuello, espalda y mandíbula.

Pérdida de masa muscular y aumento de masa grasa

Los episodios de estrés continuado pueden contribuir también a** generar una pérdida de la masa muscular y aumento del porcentaje de nuestra masa grasa**: justamente lo contrario de lo que estamos buscando a través de una alimentación saludable y de un entrenamiento regular.

El culpable de esto, según un estudio publicado ya en 2005 en el ACSM Sports and Fitness Journal, podría ser el cortisol: una hormona esteroidea que nosotros mismos producimos en nuestros riñones. Entre las funciones del cortisol se encuentra la de la regulación de la energía de nuestro cuerpo: el cortisol es que decide el sustrato energético que utilizamos en cada momento (proteínas, grasas o hidratos de carbono) y lo generamos a través de diferentes medios como el ejercicio físico, el ayuno o el estrés.

Según el estudio, en situaciones de estrés el cortisol podría movilizar proteínas para obtener la energía, provocando así esa pérdida de masa muscular y aumento de masa grasa de la que hablábamos. Además, según este otro estudio de 2006, el estrés podría influir también a la hora de padecer síndrome metabólico, que engloba una serie de desórdenes metabólicos y que pueden llevar a sufrir problemas cardíacos.

Ictus o accidente cerebrovascular

Una de las consecuencias más graves de un periodo de estrés puntual o crónico puede ser sufrir un ictus o accidente cerebrovascular, más que por el ictus en sí, por las secuelas que puede tener para nuestro organismo.

Un ictus en el cerebro es el equivalente a un infarto en el corazón aproximadamente: puede tratarse de un ictus hemorrágico, en el que una vena o arteria se rompe, o de un ictus isquémico, en el que el acceso de la sangre al cerebro se dificulta debido a una obstrucción. En ambos casos el ictus aparece de forma súbita fruto de factores no modificables (edad, sexo, herencia genética) y de otros factores que sí podemos modificar (peso, sedentarismo, colesterol). Entre estos últimos factores se encuentra el estrés.

Según este estudio publicado en el Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry, el riesgo de sufrir un ictus aumenta debido a los altos niveles de estrés en el trabajo, generalmente relacionados con fechas de entrega acuciantes o la necesidad de enfrentar situaciones poco predecibles que nos colocan en una situación de ansiedad.

Imágenes | iStock
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